Ríos de tinta corren sobre Grecia. Los apóstoles del pensamiento único del libre mercado se dirigen a los fieles desde los púlpitos que la prensa “libre” ha preparado para ellos. Las pizarras, tan de moda en el prime-time político actual, echan fuego. Sobre ellas, los expertos economistas escupen un dato tras otro, incansables en su labor evangelizadora, con el noble fin de que al ciudadano medio le quede marcada a fuego la ortodoxia del libre mercado. Una ortodoxia que señala a la propia Grecia como principal culpable de la crisis de deuda helena, y a sus responsables gubernamentales como radicales irreflexivos que se valen de la demagogia y el populismo para conducir al pueblo griego al abismo del desabastecimiento.
Desde el mismo día de la llegada de Tsipras al Gobierno, la socialdemocracia no le ha concedido respiro. Se podrá estar de acuerdo o no con la forma de encarar las negociaciones con tal o cual propuesta, ese no es el problema, lo extremadamente grave es que ante el tremendo dolor al que se somete al pueblo griego, los “progresistas” europeos no se hayan situado inequívocamente al lado de él y enfrentándose a la política de la troika; ese es el problema de fondo ante el que no sólo cualquier progresista sino cualquier persona con sensibilidad social tiene que definirse.
Papeles, textos, discursos, conferencias quedan convertidos en palabras que bajo nuestro punto de vista no se debería llevar el viento en cuanto hay un conflicto real con los poderes establecidos. Es triste que cuando esto sucede, sólo aparece la supeditación, la justificación y como mucho el matiz irrelevante. Grecia es un ejemplo pero el TTIP es otro donde los socilademócratas europeos avalan el oscurantismo y el contenido profundo del mismo y se limitan a matizar los aspectos más difícilmente vendibles para la ciudadanía.
Después del resultado del referéndum donde importantes dirigentes socialdemócratas habían hecho una apuesta inequívoca contra Tsipras y el No, como el alabado Schultz: “Si los griegos votan no tendrán que introducir otra moneda en su economía, porque no tendrán más euros a su disposición como medio de pago”. O el otrora izquierdista Sigmar Gabriel y ahora chambelán de la señora Merkel: “Tsipras ha roto todos los puentes con Europa”, tampoco los partidos socialistas en el Gobierno, como Hollande o Renzi; o en la oposición, como el resto, han dado un golpe político en la mesa para cambiar el rumbo de los acontecimientos, han seguido entregados en manos de los tecnócratas que piden contrapartidas con las caídas de las pensiones, los salarios y reducción del enflaquecido Estado griego.
Los resultados de la política de la troika, de Bruselas y del Bundesbank son demoledores, no es cuestión de realizar una larga enumeración pero sí de señalar algunas cuestiones para ver la dimensión de la crisis. El PIB Griego ha caído alrededor de un 25 %, es una contracción parecida a la de los países que han sufrido una guerra. La contracción española sólo llegó al 3,7%. La deuda pública que siempre se sitúa como uno de los grandes objetivos de las medidas de austeridad, no ha disminuido sino pasado del 126% en 2009 al 180% en estos días. Paro incrementado en 17 puntos, pensiones reducidas hasta un 48%, 256.000 funcionarios menos y podríamos seguir. Pero la siguiente cuestión es a dónde ha ido el dinero del rescate, lo decía taxativamente uno de los directores ejecutivos del FMI, Paulo Nogueira: “El rescate griego sirvió para salvar a los bancos franceses y alemanes”. Efectivamente, más del 85% de los 230.000 millones prestados han vuelto a los bancos para los que parecen que trabajan los representantes políticos incluidos los dirigentes socialdemócratas. El Informe del FMI del pasado jueves y el informe del Comité de la verdad sobre la deuda inciden en lo mismo, a saber; en la imposibilidad de salida sin un giro en la política de la UE. Como señala muy acertadamente el analista financiero Juan Ignacio Crespo: “Es verdad que Grecia no podrá pagar su deuda. Pero ni Grecia, ni ningún otro país si tuviera que hacerlo. Ni siquiera EEUU”. Y eso es además una constante de la historia de la economía mundial, el default es un elemento regulador de la sobrevaloración del sistema.
Que las recetas no funcionan, es obvio para cualquiera, aunque no sea un experto en economía. Que es preciso cambiar de patrón de crecimiento también resulta, ya sea basándose en los factores puramente económicos, o en factores de tipo social, más que evidente. Que la obcecación por el mismo tipo de medidas de mal llamada austeridad, denota un claro fanatismo interesado resulta visible para cualquiera con un mínimo de criterio propio. La pregunta que queda pendiente se antoja obvia. ¿Por qué nadie levanta su voz contra este abuso? ¿Se ha vuelto loca toda Europa? ¿Dónde está la socialdemocracia europea? ¿Para cuándo una política sistemática e intensa para convertir el BCE en el Tesoro Único europeo? ¿Para cuándo la modificación del papel de prestamista a los bancos privados y no a los bancos centrales, para que aquellos hagan pingues beneficios con el diferencial de compra y venta del dinero? ¿Para cuándo políticas realmente activas para la generación de empleo y no la competencia vía la bajada salarial? ¿Para cuándo la emergencia social va a estar por delante de la emergencia bancaria? Desgraciadamente la socialdemocracia en Europa navega en el mismo barco que pilota Merkel, sus propuestas no pasan de ser declaraciones fútiles que cuando llega la hora de la verdad no se aplican. En ese barco muchos socialistas no queremos navegar.
Terminemos con un referente moral, intelectual y ético con el que si se puede construir Europa, un alemán al que su condición nacional no le condiciona su visión universal, Jurgen Habermas: “La Unión Monetaria seguirá siendo inestable mientras no se complete con una unión bancaria, una unión fiscal y una unión económica. Esto significa, si no queremos reducir la democracia a un decorado, convertir la unión monetaria en unión política”.
08 jul 2015
Lo que está claro es que han estado utilizando a Grecia como campo de experimentación, para saber hasta dónde podían apretar al resto de países necesitados de ayuda económica...
¡¡¡los muy cabritos!!!
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