Desplegó una sábana azul
que abarcaba los ocho cielos
salpicados del oro de los astros
y me envolvió, y a sí mismo, en ella.
Y como el entero firmamento
me abrazo.
Y se adentró en mi vida
y en aquella noche
la deshojó hasta la tersura de alba.
Con el tacto del más leve pétalo
se doblo su cabeza en mi cuello,
sus bucles negros
emitían un aroma de abismo.
Clara Janés
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