Shade Alfareas tiene su residencia como refugiado en Bremen, Alemania, y les sigue el rastro a los niños “desaparecidos” sólo a través de la prensa del país. Según la policía criminal federal (BKA), en Alemania más de 4.718 menores refugiados constan en las estadísticas policiales como desaparecidos.
Para las ONG, estas desapariciones pueden estar
vinculadas a la explotación laboral, las redes de prostitución infantil o
la trata de personas. A finales de 2015, ACNUR ya alertaba de casos en
los que los menores" habían tenido que recurrir al sexo por supervivencia”
para poder pagar a los traficantes para proseguir su viaje hacia
Europa, según diversos informes y testimonios recibidos por la
organización.
No obstante, escasean las indicaciones de cómo leer estas cifras. “Más de un 10% de los refugiados viven en un lugar diferente del que han sido registrados. Por ejemplo, yo estoy registrado en Bremen, pero mi familia vive en Hamburgo. Si me voy a vivir con ellos, en Bremen figuraré como desaparecido. Seguimos las noticias de la prensa alemana, pero no conocemos ningún caso de algún niño que haya sido abandonado o que haya caído en las manos de las redes de tráfico”, explica a Público Shade Alfareas. Relata que la gente sólo tiene mucha precaución al coger el barco de Turquía a Grecia, ya que corren rumores sobre la existencia de redes de tráfico de personas que actúan para acercarles a las fronteras de la UE. “Siempre se busca el barco en función de recomendaciones, allí sí que la gente tiene miedo”.
No obstante, escasean las indicaciones de cómo leer estas cifras. “Más de un 10% de los refugiados viven en un lugar diferente del que han sido registrados. Por ejemplo, yo estoy registrado en Bremen, pero mi familia vive en Hamburgo. Si me voy a vivir con ellos, en Bremen figuraré como desaparecido. Seguimos las noticias de la prensa alemana, pero no conocemos ningún caso de algún niño que haya sido abandonado o que haya caído en las manos de las redes de tráfico”, explica a Público Shade Alfareas. Relata que la gente sólo tiene mucha precaución al coger el barco de Turquía a Grecia, ya que corren rumores sobre la existencia de redes de tráfico de personas que actúan para acercarles a las fronteras de la UE. “Siempre se busca el barco en función de recomendaciones, allí sí que la gente tiene miedo”.
Khalid Almanour, que vive en Frankfurt,
describe el mismo caos administrativo en el registro de las personas que
llegan a los campos de refugiados. Este caos podría explicar algunas
"desapariciones". “A muchas personas, cuando llegan, no les toman las
huellas. Solo lo hacen cuando les dan la residencia, con lo cual viven
en un lugar donde no están registrados. Solo apuntan sus nombres, pero
durante los siete o nueves meses que esperan los papeles no les toman
las huellas. Y muchas veces son los funcionarios de los campos los que
recogen los datos sobre estos niños desaparecidos, no existe una
denuncia presentada por un familiar”.
Otra veces, a las “desapariciones” provocadas por los
desplazamientos de los refugiados, que tratan de reunirse con sus
familiares en otros campos, se suma la circunstancia de que sus nombres
se apuntan mal en el registro. Así, pueden llegar a figurar como
“desaparecidos” en un campo, y como una nueva persona en otro.
Muchos menores no solo se desplazan hacia otros centros para reencontrarse con sus familiares, sino también para conseguir alguna ayuda económica o un trabajo. Que los niños o jóvenes refugiados trabajen es una realidad extendida en Turquía y que también persiste dentro de la UE, debido a las necesidades económicas de las familias y las deudas que muchas han contraído. En una de las escuelas situadas en la periferia de Estambul y gestionada por refugiados sirios, que los niños trabajen es una “normalidad” no escogida, sino impuesta por las penurias económicas. Las profesoras de la escuela explican a Público que el trabajo infantil es una necesidad para la supervivencia de las familias, tanto de los que están en Turquía, como de los que ya se encuentran en Europa.
Muchos menores no solo se desplazan hacia otros centros para reencontrarse con sus familiares, sino también para conseguir alguna ayuda económica o un trabajo. Que los niños o jóvenes refugiados trabajen es una realidad extendida en Turquía y que también persiste dentro de la UE, debido a las necesidades económicas de las familias y las deudas que muchas han contraído. En una de las escuelas situadas en la periferia de Estambul y gestionada por refugiados sirios, que los niños trabajen es una “normalidad” no escogida, sino impuesta por las penurias económicas. Las profesoras de la escuela explican a Público que el trabajo infantil es una necesidad para la supervivencia de las familias, tanto de los que están en Turquía, como de los que ya se encuentran en Europa.
El hijo de Fekyal Garib,
la profesora de inglés de la escuela, también trabaja. “Tiene nueve
años y los fines de semana va a un taller donde hace bolsos. Es un
trabajo manual, fácil. Así pagamos el alquiler, no podemos dormir en la
calle”, explica. “En Siria muchos adolescentes trabajan para ayudar a su
familia, lo mismo harían en Europa.”
Desde la ONG Save the children de España, Eulàlia Tort, del Departamento de Políticas para la Infancia, aclara que aunque ellos "condenan cualquier tipo de trabajo infantil, hay que distinguir entre trabajo infantil beneficioso y trabajo infantil dañino. ¿Por qué hacemos esta distinción? Porque puede haber un trabajo infantil que aleje a los niños de la calle o de caer en las redes de trata. Pero a la vez debemos denunciar cualquier tipo de trabajo infantil dañino. Un trabajo que vulnere los derechos del menor, la educación, su salud física o emocional”.
Desde la ONG Save the children de España, Eulàlia Tort, del Departamento de Políticas para la Infancia, aclara que aunque ellos "condenan cualquier tipo de trabajo infantil, hay que distinguir entre trabajo infantil beneficioso y trabajo infantil dañino. ¿Por qué hacemos esta distinción? Porque puede haber un trabajo infantil que aleje a los niños de la calle o de caer en las redes de trata. Pero a la vez debemos denunciar cualquier tipo de trabajo infantil dañino. Un trabajo que vulnere los derechos del menor, la educación, su salud física o emocional”.
En relación con el registro de las personas que llegan a la UE, el profesor e investigador de la Universidad de Birmingham Nando Sigona aclara a Público
que “los datos sobre la entrada de las personas se recogen en cada uno
de los países y posteriormente se compilan conjuntamente. La
consecuencia es que una persona puede aparecer contada dos veces si se
mueve de un país a otro”.
En cuanto a los que “han desaparecido” del
sistema, considera que esto puede deberse a distintas causas y
situaciones. “En el sur de Europa, son jóvenes que quieren moverse a
cualquier otro país o dejar de estar metidos a la fuerza en el
sistema de protección del menor, que los separa de sus familiares o
amigos y que además les prohibe trabajar o enviar dinero a casa; mientras que en
el norte de Europa, los jóvenes empiezan a desaparecer más tarde,
cuando rondan los dieciocho años y no ven ningún tipo de futuro válido
para ellos”. Dejan de figurar en el sistema, cuando este mismo sistema
los bloquea en un lugar donde es imposible organizar su supervivencia.
Desde Save the children Italia, Giovanna di Benedetto
explica que a finales de 2015, en Italia había hasta 6.135 menores
ilocalizables en los centros de menores en los que previamente habían
sido registrados. “No solo hay problemas para registrar a la gente, sino
que existen distintas razones por las cuales los menores se mueven. Eso
no significa que acaben en manos del crimen organizado, pero sí que se
pueden dar formas de explotación dramática”, explica.
Muchos menores, para reunirse con sus familiares en otros países europeos, se ven obligados a acudir a los traficantes y pagarles para cruzar las fronteras. Entonces corren el gran riesgo de convertirse en víctimas de la explotación sexual y laboral”, aclara Benedetto. No obstante, a Save children Italia, igual que a su delegación española, no le consta ningún caso en el que las familias mismas hayan denunciado la desaparición de los menores: “Hablamos sólo de aquellos que llegan solos a Italia y abandonan los centros para menores”.
Muchos menores, para reunirse con sus familiares en otros países europeos, se ven obligados a acudir a los traficantes y pagarles para cruzar las fronteras. Entonces corren el gran riesgo de convertirse en víctimas de la explotación sexual y laboral”, aclara Benedetto. No obstante, a Save children Italia, igual que a su delegación española, no le consta ningún caso en el que las familias mismas hayan denunciado la desaparición de los menores: “Hablamos sólo de aquellos que llegan solos a Italia y abandonan los centros para menores”.
Eulalia Tort aclara que el sistema de reagrupación de
los menores con sus familias en la práctica no funciona y los menores
buscan otras vías para reunirse con sus parientes. Ante el escándalo
mediático sobre los menores “desaparecidos”, desde Save the children
España llaman la atención sobre los abusos sobre menores que se producen
mediante normativas legales: la falta de una vía segura para llegar a
la UE que produce las muertes en las rutas por mar, el actual acuerdo de
devolución a Turquía y las detenciones de menores: “Si miramos el
actual pacto de la UE con Turquía vemos que este mismo acuerdo no hace
ninguna referencia a los derechos de los menores. No se les puede negar
la entrada a un país y tampoco pueden ser devueltos. Las deportaciones a
Turquía nos escandalizan en este sentido, porque no respetan sus
derechos".
Las esperas de meses o años para legalizar la situación de los menores mediante la agrupación familiar o la soledad de los que están en centros, sin dinero y sin personas conocidas a su lado, empujan a los menores a “desaparecer” del sistema para intentar reunise con sus familias o hallar una mínima oportunidad laboral, muchas veces a través de los traficantes.
Las cifras y los escándalos mediáticos
demuestran una certeza: el sistema de asilo dentro de la UE falla estrepitosamente .
FUENTE: publico.es
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