Tuvo que ser bajo la vieja carpa de un circo legendario. Allí, la decrépita política de un país a la deriva, se sumó a la maldita metáfora del “poder central”.
Contraviniendo a su historia, a su huera deriva ideológica, a un pretérito que hablaba de un compromiso con la justicia social, el líder de un partido más manchado que histórico, jugó a la política como si estuviera en lo que estaba: en un circo.
Una monstruosa proyección convirtió el escenario, la carpa, en una gigantesca bandera. Dicen que la “constitucional” y esto parece redimirlo de todo.
Pero con esos colores se ha asesinado, fusilado y represaliado a miles de compatriotas. La oligarquía –y la casta- se han enriquecido bajo su emblema, se ha estafado, robado y corrompido hasta las hebras.
Si teníamos poco con un bipartidismo corrupto, ignorante del dolor y la miseria que causan sus innumerables casos de corrupción y rapiña rampante, que ahora, tenemos, la “política circo”. A la americana, con patriotas de tres al cuarto, bajo los focos de la bandera y la familia, pero en cuanto se apaguen los focos volverán al regazo de sus amantes y a vender la patria al primer banco que haya que rescatar.
Traficantes de ideas, en camisa inevitablemente blanca y remangada, quieren ser el pueblo que va a la oficina, pero son lo que son: la casta subida al trapecio y con las fieras detrás, a punto de saltar a la carpa.
La magnitud de su comercio agota nuestras propiedades, hasta las intelectuales e ideológicas, ahora todos serán “plazas de toros” bicolores, bipartidistas, bifrontes, donde el pueblo votante, embaucado por las cavernas mediáticas, elegirá siempre entre “lo malo” y “lo peor”.
FUENTE: larepublica.es
Lucas León Simón
23/06/2015
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