Había acudido a dicho centro hospitalario como acompañante de un amigo al que le iban a realizar una pequeña intervención ocular.
Pues mientras lo atendían, aprovechó para salir a tomar un poco de aire; así que, apoyado en un muro bajito que, en esa zona, delimita el perímetro exterior del recinto, se dispuso a contemplar la magnífica vista que desde allí se vislumbraba. Pero apenas llevaba dos minutos disfrutándola, cuando un guardia de seguridad vino a llamarle la atención:
- Caballero. No puede estar aquí.
- ¿Cómo?... Preguntó.
- Que está prohibido permanecer en esta zona.
Confundido, miró a su alrededor: estaba de pie sobre la acera, justo frente a la cafetería, con la carretera interior por un lado (la que se ve en la fotogafía superior) y un solar vallado, que linda con la autopista, por el otro y... le entraron unas ganas tremendas de reír, pero haciendo un ímprobo esfuerzo, se limitó a esbozar una mueca y alejarse de allí.
No se lo podía creer: ni obstaculizaba el paso, ni ensuciaba, ni molestaba a nadie, ni hacía fotos comprometidas de las instalaciones, ni tapaba la luz de la mañana, ni… ¡sólo miraba!
Y entonces se preguntó a si mismo, quiénes inventarían normas tan absurdas (cada día más), y para qué coño servirían.
¿Serán para joder?
Ciudadano Plof
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