Francia siempre ha sido el destino turístico para los españoles que quieren echar una cana al aire: antes íbamos a Perpignan a ver cine erótico y ahora nos graduamos de derechos democráticos en París. Hace poco Mariano fue corriendo a París a manifestarse en nombre de la libertad de expresión, la misma que acababa de amordazar con una ley, y Felipe VI ha tenido que irse a homenajear a los republicanos españoles porque aquí en España no le dejaban. De hecho, él hubiera querido ver las banderas republicanas ondeando al lado de las constitucionales durante el día de su coronación, hace poco más de un año, pero Cristina Cifuentes no permitió que se diera ese capricho tricolor. Para admirarlas en todo su esplendor ha tenido que cruzar la frontera. A los republicanos españoles se les quiere mucho, pero lejos, como poco en París.
Un borbón en París con unas flores tiene algo de víctima volviendo al lugar del crimen. “Tenemos que luchar por la igualdad, la fraternidad y la libertad” dijo en la asamblea francesa, muy cerca del lugar donde le cortaron la cabeza a uno de sus tatarabuelos, Luis XVI. Pero oír el lema republicano por excelencia en la boca de un rey español demuestra hasta qué punto ciertas palabras ya no valen ni la tinta con que están escritas. Igualdad, fraternidad, libertad: tres conceptos que cambiaron el mundo, que costaron toneladas de sangre, que liberaron a los siervos y a los esclavos, y un monarca recién estrenado va y las repite en el mismo lugar donde se parieron, como si fuesen un anuncio de Coca-Cola. De hecho, hoy por hoy, es lo que son, un lema, semantemas vacíos, la letra de una canción. La democracia parlamentaria, que un día fue la gran esperanza blanca de occidente, se ha quedado después de dos siglos en texto de relleno para un discurso real.
En medio de este gesto tan campechano y tan español, Felipe VI todavía tuvo tiempo de recordar a algunos grandes artistas españoles a los que París acogió con los brazos abiertos, “como hijos propios”; entre ellos citó a Falla, Buñuel y Machado, tres insignes hijos del exilio, y el más republicano de todos, Machado, que murió poco después de cruzar la frontera, como si hubiera ido a Colliure de vacaciones. Igualdad, libertad, fraternidad. Palabra de borbón.
La alcaldesa de París, Anne Hidalgo, aprovechó su quijotesco apellido para meter la pata hasta el corvejón:
“Usted es el rostro de esa España joven, reconciliada, que ha pasado la página de sus horas oscuras”.
Cómo vamos a pasar página, señora, si en España aún hay docenas de miles de muertos sin nombre enterrados en las cunetas, si somos el segundo país del mundo, tras Camboya, con más fosas comunes sin identificar. Cómo vamos a pasar página si esos republicanos españoles a los que han dedicado un jardín de París fueron los mismos a quienes fusilaron, maltrataron, exiliaron y ningunearon en su propio país. Cómo vamos a pasar página, alma de cántaro, si el fascismo que fue expulsado a cañonazos de París por las tanquetas de La Nueve, triunfó aquí durante medio siglo y sigue prosperando, si son sus hijos y sus nietos los que nos gobiernan desde entonces, si aquí hay piaras de canallas indecentes que aún se hacen fotos con el brazo derecho en hitleriana erección. Cómo vamos a pasar la página de las horas oscuras si aquí nunca se ha hecho la luz.
FUENTE: publico.es
Punto de fisión
David Torres
05/06/2015
Tengan presente que la sede de la Asamblea Nacional de Francia, desde 1832, es el Palacio Borbón, mandado construir por Luisa Francisca de Borbón, hija de Luis XIV y de Madame de Montespan.
Observen, en la fotografía en que Felipe VI se dirige a la Asamblea, la gran cantidad de escaños vacíos. No todas sus señorías estaban por agasajar al Borbón.
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