Pérez-Reverte: “No me quiero sentir vinculado a un país tan vil”
El académico Arturo Pérez-Reverte.- EFE
Con ese aire distinguido, a base de
pana, chaqueta de espiguilla y gestualidad florida, el insigne Arturo
Pérez-Reverte despacha a la prensa en una no menos señorial suite
presidencial del Palace. Presenta Hombres buenos (Alfaguara,
2015), su última novela, un viaje a finales del siglo XVII por una
España “a punto de caramelo” en la que el progreso y la ilustración
parecían al alcance de la mano.
“Hubo un tiempo en el que aún
era posible que fuéramos felices, ahora, en cambio, sabemos que ya no
podemos serlo, llevamos demasiada desgracia en la mochila”, comenta
afligido el académico. “Es triste ver cómo otros países tuvieron sus
Voltaire, D’Alembert, Leibniz o Kant, mientras que en España nos tenemos
que conformar con el padre Feijoo o Moratín. La razón es que nosotros
asfixiamos a nuestros Voltaire en la misma cuna”.
Del origen de
ese infortunio patrio versa, en esencia, su última narración, aderezada
de intrigas, sobresaltos e incertidumbres marca de la casa. Sus sufridos
protagonistas son, esta vez, dos miembros de la Real Academia Española,
el bibliotecario don Hermógenes Molina y el almirante don Pedro Zárate,
quienes, bajo mandato del resto de miembros de la Docta Casa, han de
viajar a París para conseguir de forma casi clandestina los 28 volúmenes
de la Encyclopédie de d’Alembert y Diderot, prohibida en España.
Expeditivo en sus respuestas, Pérez-Reverte
departe a quemarropa, sin ambages, hasta el punto de que no duda en
impugnar preguntas y matizar interpretaciones que entiende poco
acertadas. Así respondía a uno de los plumillas que tuvo a bien exprimir
al escritor más de la cuenta: “Oye mira, que esto es una entrevista, si
quieres ahora te cito a Spangler y estamos aquí una mañana hablando
sobre cultura con K o con C, pero eso nos llevaría a otro territorio y
yo estoy aquí para hablar de mi libro, como dijo Umbral”.
Al autor de El club Dumas le duele España, en especial
el desmantelamiento cultural que viene padeciendo nuestro país en los
últimos años. “Los sucesivos gobiernos no han ayudado mucho. La pijocultura
de Zapatero, que era superficial y absolutamente facilona, y los del PP
que, con un desprecio olímpico, se están cargando la cultura, lo que
nos deja en una situación muy delicada respecto al futuro. Sin cultura
somos democracia de baja calidad”, apunta el escritor.
En Hombres buenos,
Pérez-Reverte se remonta a una España todavía capaz de ilusionarse con
un nuevo tiempo de esperanza, con la idea de dejar atrás siglos de
oscuridad siguiendo la estela del país vecino, una Francia entregada a
la renovación del pensamiento y convertida en un auténtico polvorín cuya
ansia de libertad hacía tambalear tronos y mundos establecidos. Hombres buenos
es, también, un libro en el que se ven las caras dos Españas con tres
siglos de separación, un país con una patológica tendencia al fracaso
cuyo diagnóstico el académico lo tiene claro: “Antes, los hombres buenos
estaban callados por el trono y el altar, los dos grandes frenos que
detuvieron esa gran esperanza que suponía el siglo XVIII, ahora los
frena la demagogia, la estupidez, el ruido mediático y la profunda
incultura”.
De la ira a la melancolía en un par de frases, así
es Pérez-Reverte. Igual se ceba con la clase política, a la que acusa de
gritarse en los estrados para luego “besarse en la boca en el Palace”,
que se enternece con lo que pudo ser de este país y no fue: “Sentí una
tristeza enorme mientras escribía el libro y también la necesidad de
huir, de querer ser francés, inglés, alemán o ruso. No quiero sentirme
vinculado afectivamente a un país tan vil con sus hombres brillantes”.
FUENTE: publico.es
J. Losa
14/03/2015
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