El brutal descenso experimentado por el número entidades financieras no es la consecuencia (o al menos no principalmente) de un inevitable proceso de selección natural. Las cajas de ahorros se han ido al garete por la temeraria gestión llevada a cabo por sus administradores, cuando no por la avaricia y la falta de escrúpulos de las que han hecho gala muchos de ellos. No es que se hubieran quedado sin mercado (llegaron a copar el 50%) o que no supieran adaptarse a una nueva realidad. Lo que pasó es que sus responsables (políticos en la mayoría de los casos) se las cargaron con la misma inconsciencia con que se mata a la gallina de los huevos de oro.
Hay excepciones, por supuesto, aunque no demasiadas; porque fue una catástrofe generalizada, a veces con las características de un auténtico saqueo. La desvergüenza de las tarjetas black de Caja Madrid (e incluso de Bankia en tiempos de Rodrigo Rato) es un ejemplo sangrante, pero uno solo. Por los abusos cometidos han sido condenados ya antiguos consejeros de entidades tan variopintas como Bancaja, Caja Castilla La Mancha, Novacaixagalicia, Caixa del Penedés o Caja de la Inmaculada. Más de 300 imputados ha llegado a haber por este desastre; entre ellos, nada menos que un exvicepresidente del Gobierno, Nacís Serra, que estuvo al frente de Catalunya Caixa.
Pese a no estar invitados, los contribuyentes hemos sido obligados a pagar la factura de la fiesta: unos 60.000 millones de euros, cuya recuperación es altamente dudosa, por decirlo de alguna manera. Con ese dinero se han cubierto los agujeros (que eran muchos) y las entidades en quiebra han quedado niqueladas para su posterior venta. Además, los compradores han recibido todo tipo de garantías económicas ante futuros quebrantos, no fuesen a tener que correr algún riesgo. Un negocio redondo, por tanto, que ha hecho más grandes a los que ya eran grandes, gracias en buena parte a la concienzuda limpieza realizada con cargo a los fondos públicos.
La consecuencia del proceso de concentración, pagado con dinero de todos, es que hoy los seis bancos incluidos en el Ibex (Santander, BBVA, Caixabank, Bankia, Sabadell y Bankinter) acumulan ya casi el 80% del ahorro de los españoles. De los seis, sólo el último ha engordado por sí mismo, sin comerse a nadie y sin ayudas estatales. A los otros, la jugada les ha salido a pedir de boca, porque tienen más peso y menos rivales en el mercado que cuando estalló la crisis. Es decir, son bastante más fuertes y, por lo tanto, tienen más poder; justo lo contrario de lo que nos interesa a los consumidores.
FUENTE: publico.es
Aquí no se fía
Vicente Clavero
16/06/2017
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