Cangrejo ermitaño en el que se encontraron microfibras de plástico - MICHELLE TAYLOR
Los habitantes de los fondos oceánicos están ingiriendo las microfibras de plástico que los seres humanos vierten al mar, han hallado investigadores británicos. Por primera vez se ha demostrado que la contaminación por plásticos es un hecho que afecta ya, entre otros, a cangrejos ermitaños, langostas y pepinos de mar, en cuyo interior se han encontrado estas microfibras. Estos animales viven entre los 300 y 1.800 metros de profundidad en zonas del Atlántico y el Índico alejadas de las costas.
La expedición, a bordo del barco oceanográfico James Cook, ha sido financiada por el Consejo Europeo de Investigación (ERC) y en ella han participado varias universidades británicas. “El objetivo principal de esta expedición era recolectar microplásticos de los sedimentos oceánicos, y los encontramos en grandes cantidades".
Dado que los animales interactúan con los sedimentos, viviendo y comiendo, decidimos analizar su interior para ver si había pruebas de ingestión”, explica Michelle Taylor, directora del estudio. “Lo que resulta especialmente alarmante es que estos microplásticos no fueron encontrados en la zonas costeras sino en el océano profundo, a miles de kilómetros de las fuentes de contaminación terrestres”.
Los animales fueron recogidos por un robot submarino y su estudio, con técnicas de laboratorio forenses, confirma que la contaminación es ya global, según los resultados publicados en Scientific Reports. “Me sorprendieron mucho y son una constatación de que la contaminación por plásticos ha llegado a los confines de la Tierra”, afirma Laura Robinson, de la Universidad de Bristol, en un comunicado de esta universidad.
Dado que los animales interactúan con los sedimentos, viviendo y comiendo, decidimos analizar su interior para ver si había pruebas de ingestión”, explica Michelle Taylor, directora del estudio. “Lo que resulta especialmente alarmante es que estos microplásticos no fueron encontrados en la zonas costeras sino en el océano profundo, a miles de kilómetros de las fuentes de contaminación terrestres”.
Los animales fueron recogidos por un robot submarino y su estudio, con técnicas de laboratorio forenses, confirma que la contaminación es ya global, según los resultados publicados en Scientific Reports. “Me sorprendieron mucho y son una constatación de que la contaminación por plásticos ha llegado a los confines de la Tierra”, afirma Laura Robinson, de la Universidad de Bristol, en un comunicado de esta universidad.
En los animales analizados se encontraron microfibras de poliéster, polipropileno, viscosa y acrílico. Una fuente de microfibras, que no son retenidas por los filtros de las depuradoras, es el lavado de prendas de vestir sintéticas, así como las redes de pesca y, al final de un largo proceso, la descomposición de las toneladas de objetos de plástico, grandes y pequeños, que terminan en el mar. Otra fuente de contaminación que preocupa son las minúsculas bolitas de plástico que contienen todavía muchos cosméticos, cuya fabricación ya ha sido prohibida en Estados Unidos, Canadá y Reino Unido a partir del año que viene.
Las microfibras, que miden, como las bolitas, menos de cinco milímetros, han pasado a formar parte de la llamada nieve marina, los residuos orgánicos que caen sobre el fondo del mar, pero estas no se degradan en decenas o centenares de años. Su efecto a medio y largo plazo es desconocido. Mientras, las botellas y tantos otros envases de plástico forman grandes “islas” en medio de algunos océanos.
Como señalan los autores del estudio, los residuos plásticos son ya un distintivo del impacto global del ser humano sobre el planeta y se ha constatado su efecto negativo en los ecosistemas marinos, ya que son ingeridos o afectan a centenares de especies, como las aves, las tortugas, los pingüinos, las focas, los peces, los crustáceos y gran parte de los mamíferos marinos. Algunos científicos afirman que la Tierra ha entrado en la era del plástico.
A pesar de que se puede considerar la contaminación más grave, por extendida, que se da actualmente en el planeta, los estudios sobre los efectos ecológicos de los plásticos en la naturaleza y los esfuerzos para limitar los vertidos son claramente insuficientes. Se desarrollan ideas, algunas muy imaginativas, para recoger a gran escala la basura del mar, pero la verdad es que la única solución es la más tediosa: reducir el uso de plásticos (lo más importante), recuperarlos y reciclarlos en tierra, lo que se traduce, según los expertos en mejor educación, más leyes anticontaminación y más tecnología, pero también en subir el precio de un material que ahora es demasiado barato y por eso se tira tanto a pesar de su larga vida.
Es un problema tan complicado que ningún multimillonario de los que se lanzan ahora a la filantropía se ha planteado abordarlo, prefiriendo centrarse en hipotéticos viajes a Marte o en objetivos inalcanzables por definición como hacer desaparecer las enfermedades.
Mientras tanto, como para abordar un problema es preciso antes conocerlo, se ha iniciado otro estudio con financiación europea, en el Atlántico, para medir las concentraciones y características de los microplásticos en los 300 metros superiores del océano. Las investigaciones permitirán elaborar modelos para predecir los lugares donde se acumularán los plásticos y su impacto sobre la salud de los ecosistemas marinos y, como consecuencia, la de todos los seres vivos, ya que estos materiales contienen o absorben elementos tóxicos que pueden acumularse en la cadena trófica.
Nuestas propias lavadoras son una de las mayores fuentes contaminadoras del océano
Las microfibras, que miden, como las bolitas, menos de cinco milímetros, han pasado a formar parte de la llamada nieve marina, los residuos orgánicos que caen sobre el fondo del mar, pero estas no se degradan en decenas o centenares de años. Su efecto a medio y largo plazo es desconocido. Mientras, las botellas y tantos otros envases de plástico forman grandes “islas” en medio de algunos océanos.
A pesar de que se puede considerar la contaminación más grave, por extendida, que se da actualmente en el planeta, los estudios sobre los efectos ecológicos de los plásticos en la naturaleza y los esfuerzos para limitar los vertidos son claramente insuficientes. Se desarrollan ideas, algunas muy imaginativas, para recoger a gran escala la basura del mar, pero la verdad es que la única solución es la más tediosa: reducir el uso de plásticos (lo más importante), recuperarlos y reciclarlos en tierra, lo que se traduce, según los expertos en mejor educación, más leyes anticontaminación y más tecnología, pero también en subir el precio de un material que ahora es demasiado barato y por eso se tira tanto a pesar de su larga vida.
Es un problema tan complicado que ningún multimillonario de los que se lanzan ahora a la filantropía se ha planteado abordarlo, prefiriendo centrarse en hipotéticos viajes a Marte o en objetivos inalcanzables por definición como hacer desaparecer las enfermedades.
Mientras tanto, como para abordar un problema es preciso antes conocerlo, se ha iniciado otro estudio con financiación europea, en el Atlántico, para medir las concentraciones y características de los microplásticos en los 300 metros superiores del océano. Las investigaciones permitirán elaborar modelos para predecir los lugares donde se acumularán los plásticos y su impacto sobre la salud de los ecosistemas marinos y, como consecuencia, la de todos los seres vivos, ya que estos materiales contienen o absorben elementos tóxicos que pueden acumularse en la cadena trófica.
10/06/2017
No hay comentarios:
Publicar un comentario