"Recuerden quiénes fueron aquellos que rodearon el Congreso y retuvieron a sus legítimos representantes"
¡Sí! Lo recuerdo perfectamente, fue el 25 de septiembre de 2012, y también recuerdo el por qué de aquella medida llevada a cabo por la gente que, dicho sea de paso, no llegó ni a oler el edificio del Congreso, rodeado por multitud de vallas metálicas y gran despliegue de fuerzas policiales, que les impidieron acercarse.
¿Que quería ese pueblo?... pues ni más ni menos que protestar, abroncando a sus señorías para pedirles, entre otras cosas, que obligaran a sus partidos a cumplir las promesas electorales, merced a las cuales ocupaban aquellas poltronas. En otros países con más tradición democrática, el hecho de faltar a lo prometido es motivo de recusación.
Pero "ellos", profundamente ofendidos ante la actitud de la ciudadanía que, decidida e indignada, quería recriminarles "in situ" sus múltiples incumplimientos, lo único que hicieron fue, "rasgándose sus carísimas vestiduras", criticar a modo a los ciudadanos por tremenda osadía.
Fue entonces cuando me pregunté:
"¿Pero de quién coño es el Parlamento?... ¿de sus señorías o de los ciudadanos?"
Señores parlamentarios, ¿piensan ustedes qué por el mero hecho de que les hayamos otorgado nuestros votos, ya tienen patente de corso para hacer lo que les dé la gana: incumplir, rapiñar, corromper, esquilmar... reirse de nuestra buena voluntad? Creo que andan bastante confundidos con el asunto:
¡Somos nosotros, el pueblo soberano,
los que detentamos el poder...!
¡Ustedes tan solo son nuestros servidores!
Ciudadano Plof
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