30/5/16

TRISTE DÍA EL DE HOY

Me llega, de labios de mi esposa, la triste noticia del fallecimiento de María Nieves Samblás, la afamada poeta palmera, madre de una queridísima amiga con la que compartí largos años de vida laboral, viejos sueños y anhelos: Rosi Bethencourt Samblás, a quien hago llegar desde estas páginas virtuales, al igual que a sus hermanos, José Paco y Benito, así como al resto de su familia, todo mi cariño y mi desconsuelo.

Isla de San Miguel de La Palma (Canarias)

Tuve el privilegio de tratar durante años, no solo a María Nieves Samblás, sino a su madre, Dª Maruca (dulce mujer donde las hubiera) y a su hijo mayor, prematuramente fallecido, el pintor Carlos Miguel Bethencourt Samblás, y compartir con ellos agradables tertulias en su casa, cuando habitaban, a espaldas de la parroquia de la Cruz de Señor, en la calle Buenaventura Bonnet de Santa Cruz de Tenerife, donde siempre fui recibido con especial afecto.

Allí comenzaron a reunirse a principios de los años 80, casi siempre en la tarde-noche de los sábados, un grupo de amigos y conocidos que, en fecundas y amenas veladas literarias, vinieron a gestar la Asociación de Poetas Uni-Verso, de la cual, merced a la invitación de María Nieves, me cupo el honor de ser miembro fundador, pero de la qué también, dado mi carácter protestón e inconformista "per se", acabé siendo el primer disidente; lo que no significa que perdiera jamás mi amistad con ellos, pero si mi abandono total de aquel proyecto.


Poco podría decir este ciudadano sobre María Nieves Samblás que no haya dicho ya Julio Marante en su excelente artículo "La cantora de Benahoare" (publicado el pasado día 28 en www.eldiario.es) en el que glosa, con todo lujo de detalles, la vida y la obra de la compañera poeta. Solo me queda poner mi granito de arena con este sencillo amontonamiento de palabras:

CUANDO EL AGUA Y LA PIEDRA SE BESAN EN LOS OJOS
                                                                 
                                                        (A Mª Nieves Samblás)



El agua
-rumorosa cascada de impetuoso sueño-
comunica a los ojos su grácil movimiento
y éstos lo hacen saber a toda roca
que tiembla y distorsiona
la pétrea consistencia de sus bordes.

La piedra
-silencio en las esquinas-
recibe la mirada del agua y se estremece.
La sed de ser inmóvil, de ser quietud,
reposo, conduce todo cauce hasta la piedra.

También es sed aquélla: la sed de movimiento
que exaspera la sombra de la quietud eterna.

La sed de ser cristal -espejo inanimado-
y la sed de ser río o limo en la corriente
se besan y conjugan en la única sed
que a lo perfecto tiende.

Citizen Plof

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