España no es una democracia. Dejemos ya de engañarnos o de tolerar que nos intenten engañar. El hecho de que podamos votar una vez cada cuatro años no es suficiente para que podamos hablar de democracia. Es imprescindible que se dé una larga lista de condiciones para que realmente podamos presumir de democracia y libertad y, hoy por hoy, en España, no podemos.
Esta mañana me he desayunado con los pelos de punta leyendo la crónica de Julia Pérez describiendo el trato que recibieron los titiriteros tras ser detenidos. Que se había producido un abuso de autoridad, que se habían recibido trato injusto y desproporcionado, rozando lo ilegal, era algo que se hacía evidente para cualquiera que tuviera dos dedos de frente. De hecho, posteriormente la Fiscalía no ha vito delito en la representación.
Sin embargo, lo que relata hoy mi colega, es estremecedor: amenazas de muerte -tanto para ellos como para sus familias- de indeseables cuyo sentido de la libertad de expresión es tan pequeño como su cerebro. Alfonso Lázaro y Raúl García, los titiriteros, no deberían pensárselo dos vecesy tendrían que denunciar ante la Fiscalía cuanto antes… como tampoco deberían pensarse hacer pasar el trago al ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, que les reciba en el ministerio como ya hizo con Rodrigo Rato.
Pero no lo hará… Fernández Díaz está demasiado ocupado prohibiendo entrar con estelades a la final de la Copa del Rey, mientras se autorizan marchas neonazis. ¿Eso es una democracia? Yo diría que no, que caminamos en sentido opuesto. Si por algunos fuera, se debería coser las bocas de los asistentes a la final de fútbol para que no puedan ejercer su derecho de libertad de expresión y no silben el himno de España en protesta, entre otros, por la imposición de un monarca que la mayoría no hemos elegido.
La Justicia es esencial para poder hablar de democracia y en nuestro país vamos en franco retroceso. Así lo demuestra el hecho de que el Consejo Fiscal advierta ya de que no será posible examinar todas las causas antes del 6 de junio para cumplir la ley. ¿Qué ley? La que se sacó de la manga el Partido Popular y su rodillo en virtud de la cual se limita a seis meses el periodo de instrucción de las causas judiciales y, si en ese plazo no se recopilan las pruebas necesarias, archivarlas. Dicho de otro modo, con esa ley, la trama Gürtel quedaría impune, la infanta no se habría sentado en el baquillo o el fraude de los EREs se habría ocultado.
Como indicaba al principio, votar una vez cada cuatro años no nos convierte en democracia. Eso sí, aprovechemos esa única oportunidad que tenemos para, al menos, ver cómo plasman su concepto de democracia otros, puesto que ya sabemos (y sufrimos) cómo lo hacen otros.
Posos de Anarquía
David bollero
19/05/2016
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