La represión franquista contra la homosexualidad, y contra el colectivo que hoy conocemos como LGTBI, es uno de los episodios más ocultos de la dictadura y los primeros años de la Transición. En Barcelona recogemos los testimonios de algunas de sus víctimas.
El militar golpista Gonzalo Queipo de Llano -que llamaba a Franco “Paca la culona”-, proclamó: “Cualquier afeminado o desviado que insulte el Movimiento será muerto como un perro”. Para el jefe de los Servicios Psiquiátricos del régimen franquista, para algunos el Josef Mengele español, el médico y militar Antonio Vallejo-Nájera, los homosexuales y lesbianas eran una muestra de la degeneración de la “raza” que, según él, había comenzado con la Segunda República, con una “enfermedad mental”, el marxismo. Simpatizante del nazismo, aconsejó la esterilización eugenésica de las presas republicanas y de los homosexuales, y entre otras cosas escribió en su Tratado de psiquiatría (1944) y en Lecciones de psiquiatría (1952): “Adquieren estos postencefalíticos todas las características propias de las personalidades psicopáticas: holgazanería, importunidad, mal intención, hábitos viciosos, amoralidad, tendencias cleptómanas, agresividad, vagabundeo, etc. lo característico es la habilidad cinética, y la tendencia a la acción, sin finalidad o con fines perversos. Son sujetos que se entrometen en todo, se hacen insoportables, es imposible el aprendizaje escolar o profesional, se permiten bromas groseras y pesadas con las personas mayores, importunan al médico con peticiones imposibles de satisfacer, propagan la homosexualidad”. Si todo esto se hubiera quedado en palabras, nada más sería la muestra de las teorías anticientíficas de un fanático que se miraba en el oscuro espejo del nazismo, pero las palabras tuvieron sus consecuencias, en cárceles, en manicomios, en electrochoques…, en definitiva, en el sufrimiento y muerte de muchas personas.
General Francisco Franco rindiendo pleitesía a la Iglesia
Esta represión tuvo muchos cómplices, principalmente en la iglesia católica, pero también en las propias familias y, por qué no decirlo, por acción u omisión, también entre amplios sectores de la oposición al franquismo. Mientras los presos políticos salieron a la calle con las amnistía parcial de 1976 y total de 1977, las lesbianas y homosexuales siguieron en las cárceles y los pabellones psiquiátricos. Para el Estado eran degenerados peligrosos, para la iglesia y la moral imperante, unos pecadores, y para la medicina y especialmente la psiquiatría, unos enfermos. El Memorial Democrático de la Generalitat de Catalunya, con su presidente Jordi Palou-Loverdos a la cabeza, reunió a víctimas y activistas para dar testimonio de esta represión que aún se mantiene oculta.
Por: Javier Coria. Fotos: Francesc Sans.
29 de Diciembre de 2015
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