22/12/15

EL BILLETE DE LOTERÍA


El escritor ruso Antón Chéjov empezó escribiendo cuentos humorísticos, más bien sarcásticos, para pagarse la carrera de medicina. Aunque han pasado 155 años desde su nacimiento en Rusia, la lectura de algunos de sus cuentos es de lo más indicada en estas fechas navideñas. O no. Depende de cuánto le agrade desmitificar estas festividades con sonido de villancicos y luces colocadas por las asociaciones de comerciantes.

En su cuento El billete de lotería, Chéjov nos muestra uno de los peligros de la Navidad. Explica que Iván Dmitrich es un hombre de clase media metódico y satisfecho con su suerte. No le agradan especialmente los juegos de azar, pero a su esposa Masha sí. Es ella la que, estando él en el sofá después de cenar con el periódico en la mano, le pide que mire si su billete ha sido premiado. Consulta con desgana la lista y… ¡sí! El número del sorteo coincide con el suyo, solo queda comprobar la serie y tendrán 75.000 rublos en el bolsillo. Pero ella le dice que espere un momento: pueden haber acertado o no la serie pero, por si acaso se decepcionan con el resultado, le pide que saboreen ese momento de sueños.
 
 Anton Chejov

Ella empieza a fantasear con comprar una hermosa finca en el campo y ver correr a los niños tras las mariposas. Él piensa en el magnífico terreno y los árboles lustrosos en el verano. Pero al momento Iván empieza a pensar en lo rápido que pasa el verano, en cómo en invierno la casa se enfriará, los árboles se pondrán mustios, el barrizal allá afuera… y ya se siente deprimido. Entonces propone a Masha que viajen con el dinero. Pero se da cuenta de que ella irá comprando cosas por todas partes, se pasarán la vida cargando paquetes de un lado a otro y todo el tiempo quejándose. Y, como el billete de lotería es de ella, en cambio le vigilará cada céntimo que él gaste. Mira a su mujer y la ve repentinamente envejecida. Y luego Iván Dmitrich se acuerda de los parientes, que caerían como cuervos al saber de la noticia del premio… “Son unos canallas”, piensa con indignación. Se convence de que su mujer guardaría el dinero bajo llave porque lo ha ganado ella y, al levantar la vista, ya no la mira sonriendo, sino con odio. Él también tiene derecho a ese dinero después de tantos años trabajando para mantener a la familia.


Finalmente comprueban la serie: no es la suya. No han ganado nada. Pero, sin darse cuenta, lo han perdido todo. Él está rabioso. Le reprocha a su esposa el infierno en que viven, que haya migas por el suelo y no se barra nunca en esa casa. De una manera absurda, ese Iván Dmitrich que tan solo un rato antes se creía feliz explota tras años de silencio gritando que “¡Me iré ahora mismo y me colgaré del primer árbol que encuentre!”.


En fin, que si nos le ha tocado la lotería, casi mejor. Aunque, según Chéjov, lo peor es desearlo, porque ya sabemos que los sueños, a pocos milímetros que se desvíen, se acaban convirtiendo en pesadillas.


Chéjov nunca ganó el premio Nobel, murió a los 44 años a causa de la tuberculosis que se contagió de sus pacientes. Pero tiene un premio aún mejor: que sus cuentos y obras de teatro sigan vivas siglo y medio después.

FUENTE: librujula.com
Sabina Frieldjudssën
21/12/2015

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