El escritor ruso Antón Chéjov empezó escribiendo cuentos humorísticos, más bien sarcásticos, para pagarse la carrera de medicina. Aunque han pasado 155 años desde su nacimiento en Rusia, la lectura de algunos de sus cuentos es de lo más indicada en estas fechas navideñas. O no. Depende de cuánto le agrade desmitificar estas festividades con sonido de villancicos y luces colocadas por las asociaciones de comerciantes.
En su cuento El billete de lotería, Chéjov
nos muestra uno de los peligros de la Navidad. Explica que Iván
Dmitrich es un hombre de clase media metódico y satisfecho con su
suerte. No le agradan especialmente los juegos de azar, pero a su esposa
Masha sí. Es ella la que, estando él en el sofá después de cenar con el
periódico en la mano, le pide que mire si su billete ha sido premiado.
Consulta con desgana la lista y… ¡sí! El número del sorteo coincide con
el suyo, solo queda comprobar la serie y tendrán 75.000 rublos en el
bolsillo. Pero ella le dice que espere un momento: pueden haber acertado
o no la serie pero, por si acaso se decepcionan con el resultado, le
pide que saboreen ese momento de sueños.
Anton Chejov
Ella empieza a
fantasear con comprar una hermosa finca en el campo y ver correr a los
niños tras las mariposas. Él piensa en el magnífico terreno y los
árboles lustrosos en el verano. Pero al momento Iván empieza a pensar en
lo rápido que pasa el verano, en cómo en invierno la casa se enfriará,
los árboles se pondrán mustios, el barrizal allá afuera… y ya se siente
deprimido. Entonces propone a Masha que viajen con el dinero. Pero se da
cuenta de que ella irá comprando cosas por todas partes, se pasarán la
vida cargando paquetes de un lado a otro y todo el tiempo quejándose. Y,
como el billete de lotería es de ella, en cambio le vigilará cada
céntimo que él gaste. Mira a su mujer y la ve repentinamente envejecida.
Y luego Iván Dmitrich se acuerda de los parientes, que caerían como
cuervos al saber de la noticia del premio… “Son unos canallas”, piensa
con indignación. Se convence de que su mujer guardaría el dinero bajo
llave porque lo ha ganado ella y, al levantar la vista, ya no la mira
sonriendo, sino con odio. Él también tiene derecho a ese dinero después
de tantos años trabajando para mantener a la familia.
Finalmente comprueban
la serie: no es la suya. No han ganado nada. Pero, sin darse cuenta, lo
han perdido todo. Él está rabioso. Le reprocha a su esposa el infierno
en que viven, que haya migas por el suelo y no se barra nunca en esa
casa. De una manera absurda, ese Iván Dmitrich que tan solo un rato
antes se creía feliz explota tras años de silencio gritando que “¡Me iré
ahora mismo y me colgaré del primer árbol que encuentre!”.
En fin, que si nos le ha tocado la lotería, casi mejor. Aunque, según Chéjov, lo peor es desearlo, porque ya sabemos que los sueños, a pocos milímetros que se desvíen, se acaban convirtiendo en pesadillas.
Chéjov
nunca ganó el premio Nobel, murió a los 44 años a causa de la
tuberculosis que se contagió de sus pacientes. Pero tiene un premio aún
mejor: que sus cuentos y obras de teatro sigan vivas siglo y medio
después.
FUENTE: librujula.com
Sabina Frieldjudssën
21/12/2015
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