18/4/18

UNA MONARQUÍA A LA DERIVA (I)

Los hombres del rey: una corte de poder económico y mediático protege a la Corona

La Casa Real ha cultivado durante décadas una ‘aristocracia del dinero’ en la que confluyen banqueros, grandes empresarios y editores que constituyen uno de los principales ‘anillos de protección’ de la Monarquía.


El poder de la Monarquía existe, no es una quimera ni una figura folclórica. “No es un grupo de poder como tal, pero sí existe una intersección en la que se entrecruzan muchos de ellos”, explica el periodista y economista Andrés Villena, uno de los principales estudiosos de las redes de poder en España.

“El rey Juan Carlos siempre intentó crear una nobleza empresarial que protegiera a la Corona”, señala el sociólogo Rubén Juste, que ha dedicado varios años al estudio de la aristocracia económica mediante la sistematización del Íbex-35 y de las relaciones empresariales de sus magnates, buena parte de los cuales forma parte de esa nueva aristocracia del dinero.

Quizá uno de los principales ejemplos de esa nobleza empresarial sea Juan Miguel Villar Mir. Ex alto cargo de Franco, para el que dirigió varias empresas públicas.

Juan Miguel Villar Mir

Entre diciembre de 1975 y julio de 1976 fue ministro de Hacienda y vicepresidente económico del primer Gobierno del rey para comenzar una década después, a mediados de los 80, un despegue empresarial que incluyó la compra de la constructora Obrascón por una peseta. Lo mismo que le costaría en el siguiente decenio hacerse con Fertiberia, dentro de una operación gubernamental de reflote de empresas públicas en la que el Gobierno se dejó varios miles de millones de pesetas.

Esa trayectoria ascendente iniciada al socaire de las ansias privatizadoras de los gobiernos de Felipe González y José María Aznar, a la que se sumaron oportunidades generadas por la decadencia de otras firmas como Huarte y Laín, cuya fusión con Obrascón en OHL debutó en bolsa en 1999, se mantuvo con los sucesores de estos: el emporio de Villar Mir, marqués desde 2011, es uno de los principales socios del consorcio español del AVE Medina-La Meca, en el que mantiene una tirante asociación con Florentino Pérez, su sucesor como “gran duque” de esa aristocracia empresarial de La Zarzuela.

De los Coca y los Fierro al ‘compi yogui’

 La foto de familia del encuentro empresarial hispano-emiratí en Abu Dabi, en abril de 2014, con el rey Juna Carlos. EFE 
La foto de familia del encuentro empresarial hispano-emiratí en Abu Dabi, en abril de 2014, 
 con el rey Juan Carlos. EFE

De esa corte también forman parte, o al menos lo hacían hasta hace poco, ejecutivos como Javier López Madrid, yerno de Villar y cuya relación de compiyogui con los actuales reyes, iniciada al coincidir con el futuro Felipe VI en un safari en África, se enfrió oficialmente a raíz de su aparición en varias investigaciones sobre corrupción como los casos Púnica y Lezo, además de las tarjetas black de CajaMadrid, caso en el que fue condenado.

Las buenas relaciones de Juan Carlos con la Monarquía saudí, de hecho, resultaron clave, incluso después de su abdicación, para desatascar ante el Gobierno de aquel país el embrollo entre los empresarios que estuvo a punto de hacer descarrilar un proyecto presupuestado en más de 7.000 millones de euros.

Esos vínculos de Juan Carlos I con las petromonarquías del Golfo Pérsico comenzaron a forjarse a mediados de los años 70, cuando ya estaba sentado en el trono que el dictador Francisco Franco le había reservado, como sucesor, seis años antes de morir. Hasta entonces, sus principales apoyos del mundo económico habían sido dos de las familias más poderosas e influyentes de la industria y la banca en el franquismo: los Coca y los Fierro.

Mario Conde

Los primeros, ligados al Banco Central de Alfonso Escámez, que sería otro de sus puntales en esa época; los segundos, vinculados al Banesto, cuyo posterior presidente, Mario Conde, intentó, sin éxito, entrar en el círculo de confianza del monarca a través de su padre, Juan de Borbón.

El rey nunca acabó de fiarse de Mario Conde”, señala una fuente cercana al primero. Tampoco lo hizo con Javier de la Rosa, vinculado por negocios con su administrador privado, Manuel Prado y Colón de Carvajal, ya fallecido.

El pacto no escrito de los editores

Los editores españoles con la monarquía

La coronación a finales de 1975 amplió el abanico de apoyos entre las elites locales del dinero, a las que Juan Carlos I sumó rápidamente otro flanco estratégico: el mundo de la prensa. 

A principios de los años 80, tras la dimisión de Adolfo Suárez y el 23-F, los propietarios de los cinco principales grupos mediáticos de Madrid (los Polanco y los Ortega de Prisa, los Luca de Tena de ABC y los Salas de Grupo 16) y de Barcelona (los Godó por La Vanguardia y los Asensio por el Grupo Zeta) “cerraron un pacto no escrito para proteger al rey y, en consecuencia, al régimen. La protección del monarca era un parapeto para el propio régimen en sí mismo porque daba estabilidad institucional”, explica una fuente conocedora de esos acuerdos.

“Se le ha protegido hasta que ocurrió lo de Botsuana”, anota la misma fuente. El episodio de la cacería de elefantes y los vínculos con Corinna zu Sayn-Wittgenstein, que coincidían en el tiempo con las investigaciones del caso Noos sobre las correrías empresariales de su yerno Iñaki Urdangarín, casado con su hija Cristina, tenían, de hecho, tan escasas probabilidades de blindaje argumental que terminaron provocando su abdicación y la coronación de su hijo, Felipe VI.


Acababan de pasar a la historia las extravagancias dialécticas de escritores como Francisco Umbral, que se definían como republicanos y como “juancarlistas” al mismo tiempo, en consonancia con el viraje ideológico de abdicación del republicanismo que ya habían consumado en la práctica partidos de la izquierda como el PSOE y el PCE. Eran los felices años 90 de los grandes fastos y la crisis que les siguió, una época en la que se ganaría un puesto en la historia del periodismo local Victoria Prego, que eludió difundir la parte de una entrevista en la que el expresidente Suárez le confesaba que si no había sometido a referéndum la elección entre Monarquía y República en la transición era porque estaba convencido de que los españoles habrían optado por la segunda de manera mayoritaria.

En esas tres décadas y media, Juan Carlos I cultivó una aristocracia mediática en la que, con las balsámicas intervenciones del jefe de la Casa Real Sabino Fernández Campo, más tendente al off the record que a la negación, destacaban periodistas como Luis María Ansón, José Oneto, Margarita Cervera, Pilar Cernuda o Margarita Sáenz Díez y dibujantes como José Mingote (marqués desde 2011), y en la que luego entrarían otros como José Antonio Zarzalejos. Editores como Jesús Polanco, los Luca de Tena o los Godó formaban parte de la nobleza empresarial.

Títulos para la banca, los medios y la energía

El rey Juan Carlos con el entonces presidente de Banco Santander Emilio Botín, en una carrera de Fórmula 1 Abu Dhabi en 2009. EFE
El rey Juan Carlos con el entonces presidente de Banco Santander Emilio Botín, 
en una carrera de Fórmula 1 Abu Dhabi en 2009. EFE

Entre el apoyo de los Coca y los Fierro y la creación de esa corte de potentados que ha heredado con matices su hijo, más partidario de la discreción que de la ostentación, el rey emérito abrió, con el apoyo de estrechos colaboradores (como su administrador privado Manuel Prado y Colón de Carvajal) sus líneas de contacto con las petromonarquías del Golfo Pérsico, especialmente con Arabia Saudí, Kuwait y los Emiratos Árabes Unidos.

 Eran los años dorados de Marbella, los jeques y la jet set, y también los del inicio de un viraje de la economía española hacia una cada vez mayor dependencia del crudo de la que hoy no acaba de desengancharse.

Juan Carlos I otorgó títulos de condes, marqueses, barones e infanzones. Su listado, en el que destacan tres tipos de perfil, da pistas acerca de quién integra esa aristocracia del dinero. Un grupo, vinculado a la banca, incluye a José Ángel Sánchez Asiáin, que dirigió el BBVA; Alfonso Escámez, del extinto Banco Central, y Paloma O’Shea, viuda de Emilio Botín y madre de Ana, los dos últimos jefes del Santander.

Paloma O'Shea

En otro, en el que se entremezclan el ladrillo y la energía, se sitúan Carlos de Borbón Dos Sicilias, que pasó por los consejos de Cepsa, Abertis y Abengoa; Javier Benjumea, de Abengoa; el propio Villar Mir, y Marcelino Oreja, que pasó por los consejos de Enagás y Repsol tras haber sido comisario europeo de energía y, antes, alto cargo del franquismo, ministro de Exteriores en el segundo Gobierno del Rey y los primeros de UCD y diputado y eurodiputado con el PP.

El tercer bloque es el de los editores de prensa, con Javier Godó, propietario de La Vanguardia, que añadió un título de grande de España a su condado; Guillermo Luca de Tena, de ABC, y José Manuel Lara, fundador de Planeta y ATRESMedia. David Álvarez, fundador de la empresa de seguridad privada y de servicios Eulen, entró también en esa lista solo un mes antes de que Juan Carlos I abdicara en su hijo.

CONTINÚA...

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