Citizen Plof
Cuando António Costa asumió el puesto de primer ministro de Portugal hace un año, pocos pensaban que seguiría en el cargo pasado seis meses. El conservador Pedro Passos Coelho había sacado mayor número de votos en las elecciones legislativas de octubre, pero a falta de seis escaños para lograr la mayoría absoluta en el Parlamento, las fuerzas de la izquierda se habían reunido por primera vez para facilitar un Ejecutivo alternativo al de la derecha.
La idea era inaudita y controvertida: los marxistas del Bloque de Izquierda (BI) y los diputados del Partido Comunista (PCP) ofrecían prestar apoyo parlamentario a un Gobierno minoritario de los socialistas lusos (PS) a cambio de la aprobación de una serie de ambiciosas medidas sociales que pasaran página a la austeridad.
Por simple que pareciera la propuesta, en realidad se hablaba de algo revolucionario. Costa tendría por delante la tarea imposible de aprobar las costosas medidas sociales sin cruzar las numerosas líneas rojas de Bruselas, siempre presionando para que los lusos redujeran la deuda y el déficit.
Cualquier cambio en las condiciones de Banco Central Europeo (BCE) –poco entusiasmado ante la posibilidad de un Ejecutivo abiertamente contrario a la austeridad– y la frágil economía portuguesa podría colapsar, llevándose al Gobierno por delante. E incluso si no llegaba la amenaza del norte, el Ejecutivo minoritario siempre estaría a merced de sus dos socios en el Parlamento, partidos históricamente enemistados que en cualquier momento podrían retirar su apoyo y solicitar una moción de confianza para poner fin al experimento.
Unidos por el odio que le tenían a Passos Coelho y al último lustro de austeridad, el Ejecutivo de Costa –tachado por algunos medios extranjeros como un “Gobierno de extrema-izquierda” y de “radicales”– parecía nacer con los días contados. Sin embargo, doce meses más tarde, la alianza imposible se ha convertido en una de las más sólidas de la historia del país, y en un mundo de brexit, Trump y la sombra de Le Pen en Francia a pocos meses de las presidenciales allí, por citar algunos ejemplos, Portugal destaca por ser el inesperado baluarte de la socialdemocracia en Europa.
Negociaciones permanentes