En el baño del Congreso era muy discreto consumir, menos cantoso que en la oficina parlamentaria. Los dos diputados se tomaron antes unos gin-tonics en la cafetería, un par de euros, precio especial para sus señorías. La noche anterior habían estado de putas en el Gran Hotel Gran Vía, la resaca era grande “pero unas rayitas lo curan todo”, dijo con sorna el valenciano con su traje de Armani, olor a channel. “Es del camello de Correa, máxima pureza”, comentó sonriente mientras entraban al lujoso lavabo.
Abrumadora inactividad y aburrimiento “esperando la jodida investidura”, repetían como un guineo constante, “más de medio año sin gobierno, cojones”.
Esa noche tenían juerga con cena, Dom Pérignon y “señoritas de compañía” en la discoteca de la Castellana. Picaron la coca con inmensa concentración, parecían disfrutar mientras machacaban el material colombiano, estaba muy rocosa, al lado se escuchaba el estruendo de la cagada de uno de los secretarios de la Comisión de Interior. Se miraron en silencio con una sonrisa cómplice antes de comenzar a esnifar el polvo blanco.
Llevaban tantos años consumiendo que un gramo “se lo comían” en un par de rayas, se las hacían en espiral, “mucho vicio”, decían, la droga era la cotidianeidad en su gestión política, las fiestas, las vacaciones de verano en yates de narcos gallegos, siempre sin sus católicas esposas, disfrutando de la “barra libre” y de las prostitutas que aportaban los capos, pobres chicas esclavas sexuales de aquellos criminales traficantes, buenos amigos y donantes de sobres con dinero en negro, entregados “discretamente” en Madrid al contable del corrupto partido de sus excelencias.
FUENTE: viajandoentrelatormenta.blogspot.com.es
Francisco González Tejera
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