Robert Walser
Robert Walser es un ejemplo de que no todos los suizos son ricos. Tuvo que dejar la escuela a los 14 años y ejerció los trabajos más humildes, como limpiabotas o criado, pero llevaba dentro el uranio radioactivo de la escritura. De hecho, asistió a una escuela para sirvientes donde aprender los protocolos del oficio y esa estancia acabaría trasladándose a su novela "Jakob von Gurten" donde la escuela tomaría el nombre de Instituto Benjamenta. Corría la segunda década del siglo XX cuando acabó yéndose a buscar trabajo a Berlín como repartidor o dependiente y allí empezó a publicar sus primeros textos. Nunca le importó hacer trabajos considerados de baja condición, al contrario: eso le permitía pasar desapercibido, mirar sin ser mirado. En la escritura ese muchacho silencioso e introvertido, se crece. Su manera de escribir tiene una hondura apasionada.
Cuando Jakob von Gurten cayó en los ojos febriles de Franz Kafka señaló que se trataba de una obra no sólo inquietante, sino avanzada a su tiempo. Robert Walser estaba llamado a ser uno de los grandes escritores europeos del siglo XX. Y lo fue, aunque dejara de escribir antes de los cincuenta años. En la década de 1930 su incomodidad vital, su desasosiego que hoy día habrían tipificado como depresión o cualquier síndrome con un nombre en inglés, lo llevó a ser internado en un sanatorio de salud mental. Pero si Walser estaba loco, era un loco de una cordura asombrosa.
Franz Kafka
En el libro Paseos con Robert Walser, su amigo Carl Seelig –una de las escasas visitas que recibía en su alejado sanatorio de los Alpes- desgrana las conversaciones que tenían en sus largos paseos. Los pensamientos de Walser se muestran extremos en su desapego del mundo social, pero a la vez enormemente agudos: Un ganso se tiene prohibido todo atisbo de añoranza. Un ganso tiene cosas que hacer, se exige mucho y observa con desprecio sus gansadas”. Le decía a Seelig, en sus paseos dominicales que “poder soñar en un modesto rincón, sin tener que responder a continuas pretensiones, no es ningún martirio. ¡Sólo la gente hace que lo sea!” Esa extrema humildad que se reflejaba en párrafos de Jakob von Gurten, como cuando escribe que “Si alguna mano o circunstancia lo encumbrase hasta las alturas, “donde imperan el poder y la influencia”, él mismo se encargaría de destrozar esas circunstancias para arrojarse a las “tinieblas de lo bajo e insignificante”. “Sólo puedo respirar en las regiones inferiores”.
Carl Seelig
Un autor que concede tal importancia a la humildad que dedica uno de sus textos al "Discurso a un botón". El narrador, un sastre remendón, le dice a su redondo amigo “hay mucha gente que vive acosadas por el afán del aplauso permanente y podrían derrumbarse y morir de disgusto y humillación si no se sintieran continuamente mimados, abanicados y acariciados por el afecto y la estima generales. Tú, en cambio, eres capaz de vivir sin que nadie se acuerde ni lejanamente de que existes”.
Hasta que dejó de escribir, le agradaba hacerlo a lápiz. Con una letra apretada de difícil lectura, en cuadernos y hojas sueltas apuradas hasta el último milímetro de sus márgenes, dejó más de 500 textos. Un brillante legado literario, transcrito por tras una ardua labor de espeleología por Werner Morlang y Bernhard Echte. Una parte de estos microgramas han sido publicados en publicado en España por Siruela con el título "Escrito a lápiz".
Una mañana de diciembre de 1956 salió del sanatorio a pasear entre abetos y su corazón se detuvo. Murió acostado sobre la nieve, sin hacer ruido, dejando detrás un reguero de textos que son un sonoro silencio.
FUENTE: librujula.com
Antonio Iturbe
26/07/2016
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