El presidente acentúa su viraje hacia la derecha para conquistar los votos logrados por el Frente Nacional en la primera vuelta
Mitin de Nicolas Sarkozy en Seine-Saint-Denis, un suburbio de París, hoy a mediodía. Público en un 99% joven y de raza blanca, en un barrio de aluvión, de mayoría musulmana. Visiblemente agitado y sudoroso, y con una retórica violenta, el todavía jefe del Estado francés da otra vuelta de tuerca a su viraje hacia la extrema derecha, demuestra que su esperanza de ganar pasa por dividir al país de cara al segundo turno, y redobla sus ataques contra los inmigrantes, su adversario socialista y los medios de comunicación.
Al calor de la investigación por homicidio voluntario a un policía del barrio que disparó a un hombre hace unos días, Sarkozy defiende “el derecho a la presunción de legítima defensa” para los gendarmes y los policías. Se trata de una propuesta de Marine Le Pen que no está en el programa original de la UMP.
Sobre L'Humanité, que le ha comparado con el mariscal Pétain, afirma: “Ser tratado de fascista por un comunista es un honor”.
Dirigiéndose a los electores del Frente Nacional, comenta: “Os respeto, os escucho, y en cierta manera os comprendo. ¿Me convierte eso en un compañero de ruta de FN?”.
Durante todo el mitin, no cesan los ataques a los inmigrantes. Brama contra los socialistas por querer dar derecho de voto a los residentes extranjeros en las municipales, reivindica en nombre del laicismo “el mismo menú en los comedores escolares para todos los niños” (de diversas confesiones religiosas), y afirma que François Hollande “recurre al apoyo de las comunidades” (musulmanas) y de “las mezquitas”, “porque ha perdido el apoyo popular”.
"Fue un error renunciar a escribir en el proyecto de Constitución europea que Europa tiene raíces cristianas porque muchos europeos creyeron en ese momento que Europa les quería quitar su identidad”, añade. “Durante años incluso mis amigos se han resistido a aceptar lo que es una evidencia desde hace mucho, que Francia tiene raíces cristianas. No hago apología de ninguna Iglesia”.
Y para concluir: “Sobre el territorio de la República francesa, mientras sea jefe del Estado, nunca se contestará el Holocausto ni el genocidio de los armenios. Aborrezco el racismo, detesto a los racistas, detesto a los antisemitas”.
Información tomada de EL PAÍS - INTERNACIONAL
Miguel Mora París
- "¡Tate quieto, güevón!"
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