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7/1/19

KATHI WEEKS / TEÓRICA FEMINISTA

“La explotación es el elemento vital del capitalismo”

<p>Kathi Weeks</p>
Kathi Weeks

En esta entrevista (agosto, 2017), la feminista marxista Kathi Weeks explica las relaciones entre la política anti-trabajo y la lucha contra el patriarcado analizando las identidades y jerarquías de género y su tendencia a destacar la división de género del trabajo como máquina para la reproducción de la diferencia de género y la desigualdad.

Eres marxista, ¿no? ¿Cómo ha dado forma el marxismo a tu trabajo?

Sí, me considero una marxista, entre otras afiliaciones intelectuales y políticas. Me he sentido atraída por el marxismo por su compromiso e innumerables herramientas para comprender el funcionamiento de las economías capitalistas y las formaciones sociales.



Tal vez, más que nada, estoy interesada en aquellas versiones del marxismo que se centran en el trabajo, y específicamente en la experiencia de los trabajadores en el trabajo: sus ritmos, organización, relaciones de poder, placeres y dolores, como punto de partida del estudio de las sociedades capitalistas. Entonces, para mí, el marxismo ha sido muy valioso como un lugar común para explorar el estudio crítico del trabajo.

Como feminista marxista, mi análisis de las identidades y jerarquías de género tiende a destacar la división de género del trabajo como una poderosa máquina para la reproducción de la diferencia de género y la desigualdad. No es el único motor del sistema de género, pero creo que la división de género en el cuidado de niños y el cuidado de los ancianos es una fuente particularmente potente de nuestras ideas y sentimientos sobre el género y sobre las ideologías e instituciones de género.

¿Cómo definirías el feminismo marxista en 2017? ¿Cuáles son las ideas estratégicas básicas que cree que deberían seguir los movimientos, particularmente en la era del neoliberalismo global?


Buena pregunta. Como una forma de tratar de responderlas, permítanme ofrecer una distinción burda pero útil entre dos períodos de la obra del feminismo marxista, uno pasado y otro presente.

Primero el pasado. En la década de 1970, las feministas marxistas angloamericanas se enfocaron en mapear la relación entre dos sistemas de dominación: el capitalismo y el patriarcado. Se podría caracterizar esta fase como el intento de llevar una crítica marxista del trabajo al campo del trabajo doméstico y las relaciones familiares de producción.

Al examinar el trabajo de cuidado doméstico, el trabajo doméstico, el trabajo de consumo y el trabajo de creación de comunidad como formas de trabajo reproductivo de las que depende el trabajo productivo más estrechamente concebido, y ver al hogar como un lugar de trabajo y la familia como un régimen que organiza, distribuye y gestiona ese trabajo, las feministas marxistas avanzaron un largo camino hacia la desmitificación de las llamadas prácticas, relaciones e instituciones "privadas". Por un lado, estaban preocupadas por la pregunta teórica de cómo entender la relación entre capitalismo y patriarcado: ¿se concebían mejor como dos sistemas relacionados o como un sistema totalmente entrelazado? Por otro lado, también se centraron en la cuestión práctica estrechamente relacionada de las alianzas: ¿deberían los grupos feministas ser autónomos o estar integrados con otros movimientos anticapitalistas (y a menudo antifeministas)? 



Capitalismo y patriarcado: ¿se concebían mejor como dos sistemas relacionados o como un sistema totalmente entrelazado?

Hoy nos encontramos en una situación diferente que ofrece nuevas posibilidades para la relación entre marxismo y feminismo. Mientras que las feministas de la década de 1970 lucharon por llevar una analítica marxista adaptada al estudio del trabajo asalariado a un tipo muy diferente de práctica laboral no remunerada que no se había considerado parte de la producción capitalista, hoy creo que para captar nuevas formas de trabajo asalariado necesitamos recurrir a los análisis feministas más antiguos del "trabajo de mujeres", tanto asalariado como no remunerado.

Algunos describen el momento presente en términos de "feminización del trabajo". No es mi término favorito, pero lo que entiendo es una manera de describir cómo en las economías neoliberales posfordistas, cada vez más empleos asalariados se asemejan a formas tradicionales del trabajo doméstico feminizado. Esto es particularmente evidente en el aumento de formas precarias de empleo asalariado, a tiempo parcial, informal e inseguro, y en el crecimiento de empleos en el sector de servicios que aprovechan las capacidades emocionales, de atención y de comunicación de las trabajadoras, capacidades que están infravaloradas y resultan difíciles de medir.



Para enfrentar este panorama cambiante del trabajo, en lugar de utilizar una analítica marxista no reconstruida para estudiar las formas no remuneradas de trabajo doméstico, hoy necesitamos recurrir a los análisis feministas marxistas de las formas generizadas tanto del trabajo remunerado como del no remunerado por sus ideas sobre cómo se explotan Y cómo se experimentan. La implicación práctica de esto es que, si queremos comprender y resistir las formas contemporáneas de explotación, los marxistas ya no pueden permanecer ignorantes o separados de las teorías y prácticas feministas. Como yo lo veo, la teoría feminista ya no es opcional para la crítica marxista.

En numerosas publicaciones te refieres al concepto de rechazo del trabajo. ¿Piensas que este concepto tiene algo que ofrecernos política o analíticamente?

Tomo prestado el concepto de la tradición del marxismo autonomista. Como yo lo entiendo, el rechazo del trabajo está dirigido contra el sistema de (re)producción organizado alrededor, pero no limitado a, el sistema salarial. Hay tres puntos que vale la pena destacar aquí. Una es que la negativa se dirige no a este o ese trabajo, sino al sistema más amplio de cooperación económica que está diseñado para producir acumulación de capital para los pocos y el trabajo remunerado que se supone debe apoyar al resto de nosotros.



En segundo lugar, esta noción de rechazo no privilegia ninguna forma específica de respuesta, como el paro laboral, sino que designa una aspiración a enarbolar una crítica radical del trabajo que podría incluir una lista mucho más larga de posturas y acciones posibles. Finalmente, también describiría el rechazo del trabajo como un proyecto político colectivo a lo largo del tiempo en lugar de un mandato ético individual. El objetivo es transformar las instituciones e ideologías que nos atan al mundo del trabajo existente, asalariado y no asalariado, que requiere la organización política de las colectividades. La mayoría de los individuos como tales no pueden simplemente alejarse del empleo, por lo que no es eso de lo que estamos hablando.

Pienso que el rechazo del trabajo es políticamente importante porque creo que el trabajo y las relaciones de (re)producción son sitios profundamente significativos de conciencia política y contestación. El sistema salarial no está funcionando para casi todos. La mayoría de nosotros tenemos problemas con el trabajo.

Dependiendo de dónde estemos ubicados, esto incluye todo, desde el exceso de trabajo hasta el desempleo y el subempleo, incluso si se experimentan de manera muy diferente en los sectores más privilegiados y en los sectores menos privilegiados de la economía. Es en nuestra relación con el trabajo (concebido ampliamente para incluir también la experiencia de formas no remuneradas y de ser excluido de una relación laboral en una sociedad que la prescribe) donde es más probable que desarrollemos una perspectiva crítica sobre el capitalismo y que formulemos demandas de cambio.


¿Cómo cree que el rechazo del trabajo puede ser útil en relación con el trabajo de las mujeres? ¿Podría esta negativa ser una de las tácticas del movimiento feminista actual?

Sí, creo que el rechazo del trabajo ofrece a las feministas una línea de análisis crítico y agenda de la práctica política de vital importancia. Para entender por qué este es el caso, necesitamos revisar nuestro modelo de economías capitalistas. El sistema de salarios que sigue siendo el mecanismo clave de la supervivencia económica depende de una segunda institución, a saber, la familia privatizada que sirve como el lugar principal para el trabajo reproductivo necesario para reproducir a los trabajadores de manera diaria y generacional.

Por tanto, el sistema de salario-y-familia incluye los sistemas mayores de la producción organizada en torno al trabajo asalariado y de la reproducción organizada en torno al hogar y sostenida por la institución de la familia como vía principal por la cual la mayoría de nosotras somos reclutadas en estas típicas relaciones de reproducción no asalariadas y generizadas. Entonces, como las feministas han argumentado durante mucho tiempo, necesitamos un mapeo más amplio de un sistema económico capitalista que pueda dar cuenta de todo el trabajo, tanto asalariado como no asalariado, que está involucrado en el mantenimiento de ese sistema.

El sistema de salarios que sigue siendo el mecanismo clave de la supervivencia económica depende de una segunda institución: la familia privatizada
La pregunta sigue siendo, entonces, qué podría significar "rechazar" el trabajo de reproducción social tal como está actualmente organizado y dividido. Como han aprendido las feministas, rechazar el trabajo doméstico es un proyecto mucho más difícil con efectos potencialmente de mayor alcance. En mi opinión, el rechazo del trabajo en este terreno implica, como mínimo, la crítica de la familia como el eje institucional de las relaciones sociales del trabajo reproductivo doméstico y la ética familiar como su apoyo ideológico. Como máximo, significa confrontar a toda la organización del trabajo y de la vida.

Esta es una de las muchas razones por las que he estado tan interesada en la literatura de 1970 sobre la remuneración del trabajo doméstico. Lo que intentaron estas teóricas y activistas es lo que veo como una de las maniobras más difíciles del feminismo marxista: hacer visible el trabajo doméstico como trabajo y parte del proceso de valorización, pero al mismo tiempo, insistir en que no es algo que celebrar o reverenciar. Esto es algo muy difícil de hacer: obtener su reconocimiento como trabajo socialmente necesario (que requiere, por ejemplo, más tiempo libre para realizar el trabajo asalariado), pero no sobrevalorarlo como tal, insistir más bien en su desmitificación, desromantización, desprivatización, desindividualización y, por supuesto, desgenerizado. Como trabajo, también es algo contra lo que luchar en la medida en que implica la vida entera.


A mi modo de ver, esto significa luchar contra, por nombrar solo un par de cosas, la división de género de este trabajo, las terribles condiciones del trabajo doméstico asalariado, así como formas de intensificación del trabajo como la ideología de la maternidad intensiva. También implica la invención de nuevas formas de organizar y compartir el trabajo y de hacerlo significativo.

En tu estudio, The problem with work, presentas un argumento sólido a favor de la Renta Básica Universal. Ahora parece que hay un número creciente de ensayos y reflexiones de izquierda que afirman que los proyectos de renta básica no son intrínsecamente de izquierdas y en realidad son consistentes con la lógica y reestructuración neoliberal (básicamente, arrojar dinero a un problema en lugar de proporcionar cualquier tipo de solución infraestructural). ¿Tiene alguna otra idea con respecto a la Renta Básica Universal, particularmente a la luz de estas nuevas críticas de izquierda y el aumento de la popularidad del concepto entre los conservadores?

Interpreto el creciente interés en una renta básica en todo el espectro político como un desarrollo positivo. Así es como lo veo: la demanda de Renta Básica es, según los términos de la demanda, una demanda de izquierda. Sin embargo, la política de la demanda no es, en ningún caso, sencilla. El hecho de que pueda o no mejorar las vidas de amplias capas de trabajadores depende de varios aspectos específicos, el más importante, del nivel de ingresos que se proporciona. Si es demasiado bajo, se corre el riesgo de subvencionar aún más a los empleadores de bajos salarios ofreciendo a sus trabajadores un complemento salarial.


La demanda que apoyo va dirigida a un ingreso vital vivible que, en la medida en que permite a los trabajadores optar por el trabajo asalariado, incluso temporalmente, obligaría a esos empleadores a ofrecer mejores salarios y condiciones. Dicho esto, la política en torno a esto es, en el mejor de los casos, complicada, ya que no es improbable que una vez ganada, una renta básica se instituya primero en cifras bajos. La lucha para luego elevar el nivel de ingresos requerirá esfuerzos adicionales.

Pero incluso si está asegurado en forma de una renta mínima, debe quedar claro que una demanda de Renta Básica no es una propuesta para reemplazar el sistema de salarios, sino solo para aflojarnos el cinturón un poco al proporcionar ingresos para aquellos que ahora están excluidos o son precarios en relación con el trabajo asalariado, y para aquellos cuyas contribuciones a la (re)producción social ahora no son remuneradas con salarios. También les daría a los individuos una posición más sólida desde la cual negociar contratos de trabajo más favorables y nos permitiría tomar mejores decisiones sobre qué tipo de hogares y relaciones íntimas querríamos formar. Si bien estos no son beneficios insustanciales, no se suman a una visión poscapitalista revolucionaria.

Por el contrario, creo que una renta básica es la única forma que tendría el capitalismo de sostenerse material e ideológicamente en un futuro cercano, ya que el sistema salarial y el modelo familiar continúan revelándose inadecuados para la tarea de distribuir los ingresos y organizar la cooperación productiva. En cambio, lo que un ingreso básico podría proporcionar es un apoyo material para invertir el tiempo y el esfuerzo necesarios para luchar por reformas adicionales y una apertura conceptual para pensar más críticamente sobre el trabajo y el no trabajo y más imaginativamente sobre cómo podrían transformarse aún más. En ese sentido, es una demanda bastante modesta, pero creo que permitirá más acción y pensamiento políticos.


¿Cree que el concepto de trabajo precario se centra demasiado en el contrato o los términos de empleo, en lugar de la explotación que se produce en la valoración del trabajo? ¿La teoría crítica necesita un concepto más fuerte que la precariedad, por ejemplo, la "superexplotación"?

Entiendo que los dos conceptos, precariedad y explotación, se refieren a diferentes aspectos de la organización del trabajo asalariado. El concepto de explotación describe los términos básicos de la relación de trabajo capitalista. La explotación del trabajo es el elemento vital del sistema. Se pueden explotar diferentes formas y sectores de trabajo a diferentes ritmos y bajo diferentes tipos de regímenes gerenciales, pero no es una característica opcional del sistema de trabajo remunerado bajo el capitalismo.
La explotación del trabajador es el elemento vital del sistema

La categoría de precariedad designa un cambio histórico en aspectos más específicos de la relación laboral. Creo que el término tiene más sentido cuando se usa para marcar la transformación del modelo fordista (y esto obviamente fue un modelo o ideal en lugar de una descripción empírica de todos los trabajos) de empleo seguro, permanente y de tiempo completo que podría permitir a los trabajadores servir como un suministro constante de consumidores para los productos y servicios que produjeron, hasta el aumento de formas de empleo más inseguras, a tiempo parcial y temporales en una economía más interconectada y globalizada donde los consumidores pueden encontrarse en otros lugares.

Creo que el término es más resonante para aquellos ubicados en otros países donde el modelo fordista se extendió más ampliamente y se realizó de manera más completa. El empleo fue típicamente más precario para un mayor número de trabajadores en los Estados Unidos que, por ejemplo, en algunas economías de Europa occidental. Dicho esto, creo que el concepto es una adición importante en lugar de una alternativa al concepto de explotación. Lo encuentro más convincente cuando se usa no para defender o explicar una demanda de retorno a los confines del antiguo modelo fordista, sino cuando se invoca como parte de la lucha para hacer más seguro, más sostenible, más habitable, una relación con el trabajo en la que el trabajo no domina el resto de la vida.

FUENTE: ctxt.es
AUTOR: George Souvlis (Political Critique)
TRADUCCIÓN: Sergio Vega Jiménez
07/01/2019 - Este texto está publicado en Sin Permiso.

1/11/18

LA EXPLOTACIÓN

Argumento sencillo sobre la explotación

En tiempos en que mucha gente (incluidos intelectuales de izquierda y dirigentes sindicales) se empeña en “dar las gracias” al gobierno por tal o cual concesión, y en que otra mucha gente nos llena de promesas electorales, es conveniente subrayar que la sociedad capitalista es una sociedad asentada en la explotación.


Esto significa, entre otras cosas, que lo que reciben los trabajadores como salario no es más que una parte de lo producido por ellos mismos. Por supuesto, ésta es una idea intragable para los defensores del orden existente. 

Es que si existe explotación, los explotados no tienen nada que agradecer, ya que siempre están recibiendo una pequeña parte de lo que generan. Y si esta idea se generalizara, los trabajadores terminarían considerando a sus gobernantes y a los políticos del sistema, no como almas caritativas preocupadas por el bienestar del pueblo, sino como lo que son, defensores del orden social explotador. De ahí el empeño de los ideólogos del sistema en negar validez a la teoría marxista. 

A fin de aportar elementos al debate, reproduzco (con ligeras modificaciones) una nota que escribí en noviembre de 2008. Es una argumentación sencilla a favor de la tesis que dice que en la sociedad capitalista el trabajo asalariado es explotado. Fue presentada por Marx (en El Capital) y aquí me limito a exponerla con cierto detalle, y a establecer sus conexiones con la llamada superestructura, así como sus consecuencias para lo que usualmente se enseña en economía. El argumento no sólo es lógico, sino también histórico.

Situación A: una sociedad feudal ideal


Partimos de un modelo de pequeña sociedad feudal. Hay un señor feudal que posee una extensión de tierra. Esta extensión de tierras se divide en dos partes. Una parte es tierra del señor; otra parte, de igual extensión que la del señor, está ocupada por 20 familias campesinas. Cada una de las 20 familias posee un lote de tierra. Con el trabajo en el lote, cada una obtiene (descontada la semilla para volver a sembrar) una unidad neta de cereal, que consume íntegramente, elaborando el pan.

Los campesinos no son propietarios de los lotes; pero los poseen “de hecho”, así como sus herramientas de trabajo. Legalmente los lotes son propiedad del señor. Por ese motivo los campesinos están obligados a pagar un tributo al señor, que consiste en trabajar la tierra del señor; y no pueden abandonar las tierras. Propiamente, son siervos campesinos.

Los siervos campesinos trabajan 6 días; 3 en sus lotes, y 3 en la tierra del señor; los domingos descansan. En la tierra del señor producen (también descontada la semilla para volver a sembrar) 20 unidades netas de cereal que, naturalmente, van para el señor. El señor y su familia consumen 7 unidades de cereal (están mejor alimentados que los campesinos). El señor utiliza otras 1,5 unidades de cereal para mantener a un intelectual, quien explica a los campesinos que el orden social deriva de la voluntad de dios, y no tiene sentido intentar cambiarlo.

También emplea 7,5 unidades de cereal para alimentar a 5 soldados (los soldados también consumen un poco más que los campesinos) que cuidan que los siervos campesinos no se rebelen, y cumplan con sus obligaciones.

Campesinos medievales

Por último, vende las 4 unidades de cereal restantes a un comerciante que viene de lejos. Éste le provee de armas para sus soldados; de algún libro para el intelectual; y de bienes de lujo (por ejemplo, a la señora del señor feudal le encantan las sedas).

CÓMO SE JUEGA:

Un marxista dirá que los campesinos no reciben remuneración alguna por los 3 días semanales que trabajan en la tierra del señor. El señor se apropia de un excedente por el que no ha trabajado, y del que vive él mismo, su familia, los soldados y el intelectual. Por lo tanto los campesinos son explotados. Un intelectual economista neoclásico acordará en esto.

Situación B: trabajo asalariado y capitalismo


"El modo de producción capitalista se ha instalado". El señor se las ha ingeniado para despojar –violencia mediante, pero esto apenas es un “detalle histórico”– a los campesinos de sus lotes de tierra y sus instrumentos de trabajo.

Los campesinos han dejado de ser siervos, y pasaron a ser trabajadores libres. Son libres porque han sido “liberados” de los medios de producción y de la tierra, y pueden vender su fuerza de trabajo. La tierra, los instrumentos de trabajo y la semilla son propiedad privada del señor. Pero éste ya no es “señor”, sino “empresario capitalista”.

Los 20 campesinos trabajan toda la tierra (la que antes propiamente era del señor y la que conformaba sus lotes) y producen 40 unidades netas de cereal. A cambio reciben una masa salarial en dinero, que equivale a 20 unidades de cereal. Lo suficiente para que cada familia se mantenga. El empresario lleva las 40 unidades de cereal al mercado más cercano. Los campesinos asalariados concurren a ese mercado y compran 20 unidades de cereal con el salario que han recibido. Con el dinero recibido el empresario paga el siguiente salario a los campesinos; que éstos gastarán comprando de nuevo cereal; con lo que el dinero volverá a manos del empresario, y así de seguido.

El salario es una asignación dada a los campesinos para participar del producto que ellos mismos reproducen constantemente con su trabajo. Pero además en cada ronda al empresario le queda el equivalente de 20 unidades de cereal, que realiza en dinero al vender el producto en el mercado. "Ese excedente en dinero es la plusvalía". Ahora, como antes, emplea el equivalente de 7 unidades para el consumo. Le quedan 13 para impuestos y otros gastos. Paga impuestos por una suma de dinero equivalente a 9 unidades del cereal que vendió. Con esto pueden mantenerse 5 soldados y un intelectual, que están contratados por el Estado.

Siervos pagando impuestos al señor feudal

El intelectual, que ahora es economista, explica que los campesinos reciben una paga por su trabajo, y que la ganancia se debe al sacrificio que realiza el capitalista al postergar su consumo; esto es, la ganancia proviene de su abstinencia.

Después de consumir y pagar impuestos, al empresario le queda el equivalente a otras 4 unidades. Pero en lugar de gastarlo en lujos, ahora está dispuesto a invertir ese dinero productivamente, arrendando tierras vecinas y contratando más campesinos para trabajar. Ya habrá tiempo para disfrutes. Está a un paso de convertirse en una máquina dedicada a acrecentar el capital que adelanta en cada ciclo de producción. De manera que tiene razón el economista. Su ganancia es un premio por su abstinencia. Nadie se sacrifica como él por el avance del progreso humano. Su lema pasa a ser “acumular y acumular”.

CÓMO SE JUEGA:

Un marxista dirá que con respecto a la situación A, donde la explotación aparecía de manera diáfana, sólo se modificó la forma social, esto es, la relación social. En A los campesinos producían 20 unidades de cereal que consumían directamente; y 20 unidades de cereal que entregaban al señor. En B los trabajadores campesinos siguen produciendo 20 unidades de cereal para su consumo. Y otras 20 unidades por las que no se les paga. Ahora, como antes, los productores entregan trabajo sin recibir nada a cambio. "Éste es el secreto de la plusvalía, o ganancia del capitalista". Tampoco desapareció la coerción sobre los campesinos. Antes los campesinos estaban sujetos a la tierra y eran obligados por los soldados a trabajar en la tierra del señor. 

 Soldado obligando a trabajar a campesinos medievales

Ahora son libres; pero si no trabajan como asalariados del empresario, se mueren de hambre. Por lo tanto están obligados a contratarse como asalariados. Se ve que la ganancia no proviene de que el empresario se abstenga de consumir (¿alguien ha hecho la prueba de dejar de consumir para ver si lo ahorrado crece por sí mismo?).

Muy distintas serán las conclusiones del economista neoclásico moderno. Heredero de aquel viejo intelectual que teorizaba sobre la abstinencia, dirá que aquí no hay explotación alguna. Provisto de sus correspondientes funciones de utilidad y producción, explicará que lo que gana el empresario se debe al “rendimiento marginal de la tierra y del capital” (el “capital” es el arado y demás herramientas, que parecen “rendir” sin necesidad del trabajo humano).

Y dirá también que lo que gana el campesino es igual a la productividad marginal de su trabajo. ¿Explotación? ¿Lucha de clases? ¿Relaciones sociales de producción? Palabrería marxista para confundir a los jóvenes y desviar a la ciencia de su recto camino.

Queda sin embargo por responder la pregunta clave: Si no hay explotación en la sociedad capitalista, ¿qué diferencia de fondo se establece entre la situación A y B descritas? Éste es el problema a resolver por quienes impugnan la teoría de la explotación de Marx.

Rolando Astarita

FUENTE: rolandoastarita.blog
Marxismo & Economía
Rolando Astarita
He leído con suma atención este interesantísimo artículo y lo que más me ha impresionado es el hecho de que, el señor feudal se ha transformado, por arte de birlibirloque, en empresario capitalista: "el mismo perro pero con distinto collar".

Y el obrero sigue siendo igualmente explotado.


16/1/18

EL RETROCESO DE LOS SALARIOS

Los salarios de Extremadura, Canarias y Castilla-Léon, los más bajos de España

Los 1.592 euros de media en el primer trimestre suponen un retroceso del 1,6% respecto a hace un año

Los salarios de Castilla y León son los terceros más bajos tras los de Canarias y Extremadura

Los efectos de esta ‘ultracongelación’ salarial, algo más fáciles de sobrellevar hasta el año pasado gracias a que la inflación se encontraba terreno negativo, se tornan en la actualidad más difíciles de manejar con el Índice de Precios de Consumo subiendo (en el primer trimestre) entre el 2,3% y el 3%.

Es decir, más de cuatro puntos de pérdida de poder adquisitivo en los tres primeros meses de 2017.


FUENTE: elnortedecastilla.es
Ángel Blanco Escalona
Valladolid - 20/06/2017


10/1/18

SALARIOS DE HAMBRE, PENSIONES EN EL AIRE

Si alguien piensa que su hijo debe asumir que gana menos de lo que ganó él, porque… "así es la vida", debe recordar que el dinero de su pensión saldrá de ese raquítico salario


No hace muchos días escuché en la radio un titular que advertía de los riesgos de nuestro sistema de pensiones por el envejecimiento de la población. Lo decía el último informe de la OCDE.  Se refería a las dificultades que se atisbaban para el año 2050. Está bien divisar el horizonte lejano, aun a riesgo de apreciarlo de forma confusa y casi siempre equívoca. Pero desde luego es más realista  observar lo que tenemos  delante. Ahí no hay predicción posible, son hechos ciertos.

Desde que Rajoy llegó al Gobierno, no ha pasado un año sin que lo que ingresa la Seguridad Social haya sido insuficiente para pagar las pensiones. Es la primera vez que esto ocurre de manera continuada. El 83% de lo que ingresa la Seguridad Social proviene de las cotizaciones por los salarios. Y ahora estas cotizaciones no dan para el pago de las pensiones. Cabría pensar que esto se debe a la combinación de dos cosas: Cada vez hay más pensionistas y la crisis provocó que hubiera menos trabajadores cotizando a la Seguridad Social. Es, digamos, la explicación oficial.

El 83% de lo que ingresa la Seguridad Social proviene de las cotizaciones por los salarios. Y ahora estas cotizaciones tan bajas no dan para el pago de las pensiones


Pero hay cosas que no cuadran. Por ejemplo, en 2010, el año en que se inauguraron los recortes y reducciones salariales, el número de afiliados a la Seguridad Social era muy semejante al del año pasado: cotizaban 17.660.000 personas frente a los 17.600.000 en 2016.

Sin embargo, el año pasado, ya acabada la crisis, según el Gobierno, con un claro crecimiento, la Seguridad Social recaudó 1.400 millones de euros menos que siete años antes. 

La explicación es bastante obvia: los salarios han bajado, las personas que son contratadas ahora reciben sueldos claramente menores, y por tanto cotizan menos a la Seguridad Social para pagar las pensiones.


Más evidencias: Acudimos a los datos de la Seguridad Social y nos fijamos en lo que aportan las cotizaciones de los trabajadores del llamado Régimen General. Son la gran mayoría, en torno al 80% de los afiliados. Por término medio, en los 10 primeros meses de 2017, cada asalariado aportó 4.553 euros a la Seguridad Social. En el periodo equivalente de 2010, la aportación media por afiliado había sido mayor: de 4.628 euros, por tanto 75 euros más. Pero, el dinero no representa lo mismo ahora que entonces, porque sube el coste de la vida.

Si calculamos los euros en el valor actual, la diferencia es mucho mayor: en 2010 lo que aportó cada salario fue 150 euros más que ahora. En 2017 esa recaudación por afiliado ha descendido un 3,2 por ciento. Lógico, porque los salarios son más bajos.

Esto no ha ocurrido en un año. Desde 2009 la aportación media de los afiliados a la seguridad social ha ido descendiendo, en "valor de euros de 2016", hasta llegar a ser 544 euros menos por persona, lo que supone una caída superior al 8%.


A la bajada de los salarios se añade otra cosa que resta recaudación. Ahora son más los
parados que no cobran el seguro de desempleo y por tanto el Estado no cotiza por ellos
a la Seguridad Social. En 2009,  el 75% de los parados inscritos en las oficinas de empleo
recibían una prestación. En 2017 sólo el 55% de los desempleados recibe tal ayuda. Y el
dinero que cobra cada parado, incluida su cotización a la Seguridad Social, es además menor en 2017: 807 euros al mes, mientras que en 2009 llegaba a los 994 euros mensuales. 

No han sido sólo los años malos. La bajada de recaudación por afiliado ha continuado los años que el Gobierno considera ya buenos y con la crisis superada. ¿Está superada una crisis cuando los que trabajan no ganan lo suficiente para pagar como es debido las pensiones de los que ya no trabajan?

La bajada de recaudación por afiliado ha continuado durante los años que el Gobierno considera ya buenos y con la crisis superada


Esa escasez recaudatoria persiste y puede prolongarse a largo plazo. La bajada de los salarios no es un fenómeno de poco tiempo, incluso aunque en los convenios colectivos se proceda a partir de ahora a incrementar los sueldos algo más. 

Lo más grave de los bajos salarios no es el recorte que han sufrido los que ya trabajaban cuando llegó la crisis, con ser esto negativo y empobrecedor. Lo peor ha sido y sigue siendo la sustitución de puestos de trabajo con sueldos aceptables por otros con salarios notablemente menores.

Estos todavía son minoritarios, les toca sobre todo a los jóvenes que acceden a su primer empleo, pero con el paso del tiempo aumentarán. Por ejemplo, gran parte de los trabajadores que se jubilan o prejubilan con sueldos buenos son relevados por otros con un salario mucho más bajo.


Es una rueda de sustitución continua que no para. Se da así el fenómeno perverso de que el nuevo contratado con salario mísero no puede con su cotización aportar suficiente para pagar la pensión del trabajador al que sustituyó.

Si alguien piensa que su hijo debe asumir que gana menos de lo que ganó él, porque…"así es la vida", debe recordar que el dinero de su pensión saldrá de ese raquítico salario. 

El Gobierno lo sabe, ¡cómo no! La primera solución que encontró fue pulirse el dinero que había en el Fondo de Reserva, en la hucha de la pensiones. Dinero ahorrado con lo que sobraba de las cotizaciones en los años anteriores. 


En total, casi 53.000 millones de euros, que se aportaron incluso en 2008 y 2010, cuando arreciaba la crisis y el PP consideraba la situación insostenible. A  ello había que sumar los intereses que ese dinero generaba y que alcanzaban, cuando llegó Rajoy al Gobierno, los 14.000 millones de euros.

En total 67.000 millones de euros es lo que se encontró Rajoy en la hucha. Sacó de ella en los años de recesión, cuando se destruía empleo, y la recaudación de la Seguridad Social cayó al mínimo, en 2012 y 2013. Podía parecer razonable: para eso estaba la hucha.

Pero en 2014 volvió a crecer la economía y mucho más en 2015 y 2016. Aumentaba el empleo y no había razón para sacar más dinero. Si las cosas iban bien, ¿por qué se seguía recaudando poco? 


La explicación es la política de bajos salarios implantada por el PP. Al comenzar este año quedaban 15.000 millones y ni con eso ha bastado para pagar todas las pensiones. Tanto es así que el Gobierno ha puesto otros 10.000 millones del Presupuesto del Estado. 

La otra solución es la de siempre: recortar. Ya se hizo con la última reforma de las pensiones. El argumento empleado es el que refleja también la OCDE: el envejecimiento de la población hace insostenible el sistema.

Es el mirar a largo plazo y predecir mientras se oculta lo que la realidad, no la previsión, ha dejado patente: el envejecimiento de la población no se ha producido de la noche a la mañana y sin embargo la insuficiencia para pagar las pensiones sí.


La recaudación de la Seguridad Social por cotizaciones sociales fue en 2016 un 4% más baja que en 2008, mientras que la renta total de los españoles fue prácticamente la misma.

Eso sí, la renta ha estado peor repartida. Mientras que la de los salarios ha caído un 5%, el beneficio empresarial ha subido algo más de uno por ciento. 

Para pagar pensiones dignas es necesario que trabaje más gente, reducir drásticamente el desempleo y salarios dignos. O lo que es lo mismo, un reparto más equitativo de la riqueza generada cada año.


FUENTE: ctxt.es
Emilio de la Peña 
03/01/2018

Toda la puñetera vida cotizando para que  nos dejen con el culo al aire.

Compañeros jubilados, aprovechemos ese tiempo del que ahora disponemos.

¡¡¡NO NOS DEJEMOS ROBAR LAS PENSIONES!!!



15/8/17

SALARIOS Y BENEFICIOS EMPRESARIALES

Los salarios siguen perdiendo poder adquisitivo, mientras aumentan los beneficios empresariales

Esta negativa evolución se explica por la cerrazón de las organizaciones empresariales a permitir que los trabajadores participen de la prosperidad de las empresas

 

Los salarios pactados en convenio han perdido un punto de poder de compra en los siete primeros meses del año, mientras que los beneficios empresariales ya superan su nivel previo a la crisis. Esta negativa evolución se explica por la cerrazón de las organizaciones empresariales a permitir que los trabajadores participen de la prosperidad de las empresas, por la reforma laboral diseñada para devaluar los salarios, por un modelo de crecimiento que prioriza la amortización de la deuda de las empresas a la rebaja del desempleo, y por la falta de un presupuesto público que impulse el crecimiento económico.

Los salarios pactados en convenio han crecido un 1,33% hasta julio, mientras que los precios de consumo aumentaron un 2,3% acumulado entre enero y julio, resultando una pérdida de un punto en su poder adquisitivo durante los primeros siete meses del año. Los salarios pierden, además, participación en la renta generada en las empresas en 2017: mientras que la productividad por hora creció un 1,3% en el primer trimestre del año, el salario medio por hora se recortó un -0,3%. Como se observa en el gráfico, el salario medio por hora aumenta menos que la productividad nominal desde 2012. En 2014 y 2015, con el inicio de la recuperación, esta tendencia parecía que había empezado a revertirse, pero en 2016 vuelve y en el primer trimestre de 2017 se hunde la participación de la población asalariada en la renta.

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La baja inflación estructural, que muestra el mantenimiento de la inflación subyacente en torno al 1%, es un motivo de preocupación, pues se basa en la desaceleración de la demanda interna, lo que significa menos empleo y una reducción más lenta del elevado paro. El crecimiento económico se mantiene en el 3% gracias al aumento de la demanda externa, pero las mejoras en el sector exterior se filtran poco al resto de la sociedad debido a que las exportaciones están muy concentradas en pocas empresas, que pagan pocos impuestos, son menos intensivas en trabajo e importan gran parte de sus factores productivos, lo que no genera empleo en España.

El aumento anual de los precios se mantiene en julio en el 1,5%. No obstante, consumos tan relevantes para las familias como gas, electricidad y agua (5,7%), aceite (6,1%), carne de ave (3,2%), pescado (3,5%) o carburantes y combustibles (3,7%) registran crecimientos muy superiores, lastrando el poder adquisitivo de la población.



Los precios  registraron en julio un descenso mensual del -0,7% respecto a junio, marcado por el efecto bajista de las rebajas de verano y el descenso de vestido y calzado, solo compensado parcialmente por el incremento de los precios del grupo de ocio y cultura, por la subida de los paquetes turísticos en la temporada vacacional. El Índice de Precios de Consumo Armonizado (IPCA) sube en julio una décima en España hasta el 1,7% anual, y aumenta una décima su diferencia con el de la Eurozona, que se mantiene en el 1,3% anual. El IPCA subyacente (sin energía y alimentos frescos) se situaba en junio en el 1,3% interanual en España, tras subir tres décimas, mientras que en la Eurozona el IPCA subyacente subía dos décimas hasta el 1,2%, lejos todavía del objetivo del 2% del Banco Central Europeo. 

La baja inflación y el moderado crecimiento económico europeo justifican mantener la política monetaria expansiva del BCE y aplicar una política presupuestaria expansiva en el conjunto de la UE que abandone las políticas de austeridad e impulse el crecimiento y el empleo, para reducir los 16,2 millones de personas desempleadas de la Eurozona, de los que más de la cuarta parte reside en España. Fortalecer la negociación colectiva para que los trabajadores y trabajadoras participen de los beneficios de las empresas y acabar con la precariedad en el empleo, exige reequilibrar la capacidad de negociación entre las partes, derogando las dos últimas reformas laborales
El crecimiento económico en España se situó en el 3,1% interanual en el segundo trimestre según el dato adelantado, con una previsión de crecimiento algo menor en el conjunto del año.

Mientras, los ingresos y los beneficios empresariales continúan creciendo gracias a que las empresas no trasladan a precios toda la caída del precio del petróleo y de las materias primas, al recorte de sus costes de financiación, la bajada del impuesto de sociedades y la devaluación de los salarios provocada por la crisis y la reforma laboral. Es necesario que el crecimiento y los mayores beneficios se repartan ahora en forma más justa, a través de más puestos de trabajo, de empleo más estable, y de salarios que recuperen y ganen poder de compra. La creación de empleo y el aumento del poder adquisitivo de salarios y pensiones son los dos factores que más hacen por consolidar el crecimiento y su sostenibilidad, gracias a la rebaja de la desigualdad que generan.

Los datos provisionales de 2016 indicaban que 9,8 millones de trabajadores y trabajadoras que habían dispuesto de un convenio colectivo, ganaron poder adquisitivo, gracias a una subida media (1,02%) superior a la inflación media (-0,2%). Sin embargo, en 2017, con datos hasta julio, los convenios colectivos cubren a 5,1 millones de trabajadores y trabajadoras, con una subida salarial pactada del 1,33%, un punto por debajo de la subida media del IPC entre enero y julio. Solo un 25% de esta población asalariado cuenta con clausula de garantía salarial en su convenio colectivo.


Impulsar los salarios de los trabajadores públicos y privados y la mejora de la protección social, que eviten la pobreza laboral, permitan una vida digna y contribuyan a garantizar la sostenibilidad y suficiencia de las pensiones.

FUENTE: nuevatribuna.es  
11/08/2017



El empleo creado es temporal, en precarias condiciones laborales y con unos salarios miserables. Una mierda, vaya.