La pervivencia de la cultura franquista
La versión dominante de lo que fue la transición de la dictadura a la democracia, promovida por el establishment político-mediático español, es que esta fue resultado de un consenso democrático entre los herederos de los vencedores y de los vencidos en la Guerra Civil, dando como resultado el establecimiento de una democracia –guiada por la Constitución– homologable a cualquier otro régimen democrático existente en la Europa Occidental.
He criticado extensamente esta versión señalando que tal transición, lejos de ser modélica, fue resultado no de un consenso entre iguales sino fruto de una correlación de fuerzas enormemente desigual entre, por un lado, las fuerzas ultraconservadoras que dominaban el aparato del Estado y la gran mayoría de los medios de información y, por el otro, las fuerzas democráticas (lideradas por las izquierdas) que acababan de volver del exilio, salir de la prisión o dejar la clandestinidad.
Ni que decir tiene que las movilizaciones sociales (y muy en particular las obreras) fueron determinantes para forzar el fin de la dictadura. Pero a nivel institucional, las izquierdas eran muy débiles: el resultado de aquella transición así lo ha mostrado.
Cuarenta años después de la transición, entre otros muchos problemas, España continúa teniendo:
(1) uno de los Estados del bienestar de la UE-15 menos financiados (el grupo de países de semejante nivel de desarrollo dentro de la UE) , es decir, con menos recursos para los servicios públicos del Estado del bienestar (como sanidad, educación, vivienda social, servicios sociales, escuelas de infancia -mal llamadas guarderías en España-, servicios domiciliarios y otros) y para transferencias públicas (como pensiones y ayudas familiares, entre otras);
(2) un sistema electoral poco proporcional y escasamente representativo que ha discriminado y marginado a las fuerzas políticas que lideraron la resistencia durante la dictadura, y que ha favorecido a las zonas conservadoras a costa de las progresistas;
(3) un profundo conservadurismo en muchos aparatos del Estado, como la judicatura;
(4) una escasísima diversidad ideológica de los medios de comunicación (entre los cuales no hay ni un gran rotativo de izquierdas);
(5) un sistema educativo claramente sesgado que favorece la versión conservadora de la historia de España;
(6) una permanencia del franquismo y sus símbolos: el dictador que dirigió uno de los regímenes más represivos y sanguinarios que hayan existido en Europa en el siglo XX (por cada asesinato político que cometió el régimen fascista de Mussolini, el régimen de Franco cometió 10.000, siendo España, después de Camboya, el país que tiene un mayor porcentaje de personas desaparecidas por causas políticas en el mundo) ha continuado gozando de un gran monumento de homenaje durante cuarenta años de democracia;
(7) la Iglesia Católica continúa gozando de enormes privilegios, reproduciendo una cultura franquista muy extendida en muchos y grandes sectores de la población.
(8) el debate político raramente se plantea en términos democráticos: el insulto, la grosería y la mala educación son características del debate político español, características mucho más acentuadas en los personajes de derechas que en los personajes de izquierdas, aunque algunos de estos también han terminado contagiándose.
FUENTE: publico.es
Pensamiento Crítico
Vicenç Navarro
28/01/2019
La tomadura de pelo de la Transición fue para mear y no echar gota; tanto que, a estas alturas, la inmensa mayoría de los españoles desconoce aún que todo fue un montaje orquestado por la CIA estadounidense y el gobierno alemán para darle oxígeno al régimen franquista, con vistas a la integración de España en la UE.
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