Menor extranjero sin familia y solo – (C) Ignacio Marin
Esta es una historia real. Érase una vez una familia muy humilde con un padre, una madre y un hijo de 16 años. Él murió en otro país, solo y tras 20 días en coma. Nadie avisó a los padres de que su hijo estaba hospitalizado.
Si los padres hubieran sido españoles y esto hubiera sucedido en Inglaterra, Alemania o Estados Unidos, esta historia habría sido un escándalo internacional. Pero se trata del hijo de otros, de esos ‘otros’ que no son como nosotros, o eso pensamos.
“Nadie
les avisó de que su hijo había muerto. Nadie les contactó cuando su
hijo fue enterrado tres meses más tarde en un cementerio a miles de
kilómetros de su casa”
Así que ese ‘hijo de otros padres’, cuando murió, era responsabilidad de las autoridades locales. Y si nos paramos a pensar, ese ‘hijo de otros’ era a fin de cuentas nuestra responsabilidad, ya que son nuestros impuestos los que financian a las autoridades que deberían haber cuidado de él.
Da igual de dónde fuera el niño, quiénes fueran sus padres, cómo llegó a España o cómo estaba viviendo su vida aquí. Era un niño. Ese estatus borra cualquier otro. Ese estatus confiere al individuo unos derechos, los derechos del niño, que son inalienables para asegurar que se protege a esta población tan sumamente vulnerable.
Niños durmiendo en la calle en Melilla
El entierro se ordenó un día antes de que llegara desde Guinea el poder con el que ella podía iniciar los trámites para, por ejemplo, pedir la autopsia y aclarar las causas reales de la muerte del niño o repatriar el cuerpo a su país de origen.
El juez que ordenó el entierro tenía esta información presentada por la abogada por escrito y aún así ordenó el entierro. La fiscal de menores que permitió que esto sucediera también tenía toda esta información presentada por escrito por la abogada.
Ahora, para realizar una autopsia, que sería privada y muy costosa, habría que exhumar el cadáver, lo cual, además de doloroso para la madre del niño, es carísimo.
“El juez y la fiscal de menores sabían que la abogada iba recibir el poder para representar al niño y aun así el entierro se celebró el día antes. La abogada ha denunciado el caso a la Fiscalía General de Menores y al Defensor del Pueblo, y ambos han abierto sendas investigaciones”
El Gobierno melillense lleva meses, desde la muerte de dos chavales a su cargo, una en diciembre y la otra en enero, intentando maquillar su desastrosa gestión de los menores bajo su tutela, a los que trata peor que si fueran animales. No solamente existe un notable racismo institucional que se traduce en historias como la aquí descrita, sino que además existe una enorme campaña de comunicación dirigida a demonizar y denigrar a los niños extranjeros sin familia que viven en la ciudad.
El otro día el consejero melillense de Bienestar, el señor Ventura, se jactaba de que han invertido 35.000 euros en crear una cátedra dentro de la UNED con el fin de mejorar su imagen internacional en lo relativo a la gestión de los menores extranjeros no acompañados que deambulan por la ciudad.
Estarán pensando que mezclo poderes, jueces con gobierno local. Pues sí, esto pasa en Melilla, donde todo está mezclado, lo cual criminaliza y bloquea el trabajo de las personas que intentan proteger a estos chavales.
“Esto que está pasando con “los hijos de otros” podría acabar pasándole a nuestros hijos. Los derechos no pueden ser parciales nunca. Aplicarlos de forma selectiva aboca a su pérdida”
Entiendo que Melilla puede quedar muy lejos. Y entiendo que esto al final es hablar de los hijos de otros. Entiendo que hay final de Champions, Mundial de Fútbol, moción de censura, elecciones anticipadas y políticos huidos en Suiza. Pero tenemos que darnos cuenta de que esto que está pasando con ‘los hijos de otros’ podría acabar pasándole a nuestros hijos. Los derechos no pueden ser parciales nunca. Aplicarlos de forma selectiva aboca a su pérdida.
En España están pasando cosas muy graves con los derechos que tanto nos costó adquirir. La libertad de expresión, la igualdad entre géneros, la libertad de movimiento y el cuidado de los niños son derechos reconocidos por la Carta de Derechos Humanos que suscribimos. En nuestro país no se están respetando y solo una minoría está luchando para que no dejen de existir.
Los derechos son como un bosque de robles: tardan muchisimo en crecer, pero si se les prende fuego, todo puede reducirse a cenizas en cuestión de días. Y necesitaríamos años para poder recuperarlos.
También tenemos el deber de seguir informándonos, leeyendo sobre estas violaciones para que no queden en el olvido y podamos exigir responsabilidades a nuestros representantes.
Este espacio pretende ser un altavoz de historias como esta y muchas más. No es fácil mirar de cara a la realidad, pero esa es la única manera de que empiecen a cambiar las cosas. El pasado nos enseña que con gente mirando para otro lado empiezan los episodios más oscuros de la historia. No lo permitamos. Cambiemos el mundo.
Con M de
Lucila Rodríguez-Alarcón
29/05/2018
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