22/8/17

MÉXICO: PERIODISTAS VS. NARCOS (2ª PARTE)

Asesinato de Javier Valdez

Ríodoce sufre un golpe durísimo el pasado 15 de mayo, cuando el periodista Javier Valdez Cárdenas, cofundador junto a Bojórquez y corresponsal del diario La Jornada, es asesinado por un sicario en plena calle poco después de salir de la redacción. El semanario publica el mismo día un editorial titulado “Hoy nos pegaron en el corazón” en el que afirma con rotundidad: “No tenemos ninguna duda: el origen del crimen de Javier Valdez está en su trabajo periodístico relacionado con los temas del narcotráfico”.

Javier Valdez Cárdenas

La extradición a Estados Unidos del jefe del Cartel de Sinaloa, Joaquín Guzmán Loera, el Chapo, deja un vacío que abre la espita de una violenta disputa interna. Dámaso López Núñez, El Licenciado, hoy detenido, contra José Alfredo y Joaquín Archivaldo Guzmán: el lugarteniente y los hijos del gran jefe caído, enfrentados en una guerra sin cuartel. Es una guerra no sólo por el territorio, sino por las relaciones, los nexos, el negocio con Colombia, con Perú, con Bolivia…El trasiego. Ante la falta de un liderazgo incuestionable, cualquier célula cree que puede hacer su negocio. Los narcos hoy quieren usar a los periodistas como carne de cañón en esta guerra interna, para enviar mensajes a los enemigos. Y aquí entra el asesinato de Javier.

“Nosotros entrevistamos en febrero a Dámaso y publicamos la entrevista”, explica Bojórquez. “A los hijos del Chapo no les gustó esto. Intentaron requisar la edición comprando todos los ejemplares. Eso generó un ambiente de mucha tensión y mucho nerviosismo, entre nosotros, con Javier. Se pensó en sacarlo del país, a Argentina, con ayuda del Comité para la Protección de Periodistas (CPJ). Pero era muy complicado por su familia. El día que lo mataron habíamos hablado del tema de su salida de México”. A partir de la muerte de Javier, los periodistas se hacen muchas preguntas, dónde estamos, qué hacemos, qué necesitamos hacer. “En términos periodísticos, no vamos a cambiar. Cada semana hemos estando dándole duro, sobre todo al Gobierno. Para nosotros el objetivo principal de la investigación es el Gobierno y la corrupción. Cada semana hablamos de las protestas por el asesinato de Javier”, añade Bojórquez.



El director del diario Noroeste estima, por su parte, que la repercusión del asesinato de Valdez tiene que ver con la personalidad de la víctima y con el respeto que se había ganado por su trabajo. “Ciertos asesinatos de periodistas alcanzan para unas cosas y ciertos asesinatos para otras. El asesinato de Javier sí ha dado para más, por el nivel de la protesta y la indignación, la repercusión internacional, escuchamos al secretario de Estado de Estados Unidos, a dirigentes de la Unesco, la Asociación Mundial de Periódicos...”

Han transcurrido casi tres meses --Ríodoce recuerda cada día que el crimen permanece en la más absoluta impunidad--, y la consigna “Javier Valdez vive” sigue visible en carteles y pintadas en todo Culiacán. La vida ha cambiado para muchos compañeros del periodista asesinado, según reconoce Ismael Bojórquez: “Lo que más nos mueve ahora es algo que yo en lo personal nunca había hecho en más de 25 años que llevo en el periodismo: nos estamos metiendo a hacer algo más que periodismo y a trabajar como ciudadanos también”. El mismo día del asesinato, Ríodoce convocó a la sociedad civil a movilizarse en las cinco ciudades más importantes de Sinaloa. En Culiacán salieron a la calle 600 personas, en Mazatlán unas 400, en Los Mochis 200. A pesar de estas cifras muchos de los asistentes comentaban que nunca habían presenciado una marcha de protesta tan enérgica y tan emotiva.


El punto de inflexión más importante es que ahora Ríodoce convoca la protesta. “Somos un periódico y seguiremos respetando las reglas del periodismo que para nosotros son sagradas. Pero además de este trabajo, seguiremos convocando movilizaciones y llamando a la organización en todo el país. A la verga con el rollo de que sólo somos periodistas. En este país no hay líderes, los partidos valen madre, sólo están preocupados por pillar comisiones. Hacen falta líderes y hace falta más sociedad, necesitamos mover a la sociedad. Que haya manifestaciones en otras ciudades, en Ciudad de México, Chihuahua, Monterrey, donde también han matado a periodistas. Que los crímenes no queden impunes. No queremos salir a las calles sólo a gritar y a llorar”, clama Bojórquez.

De enero a julio nueve periodistas han sido asesinados: El mismo día que era acribillado Javier Valdez, también caía bajo las balas Jonathan Rodríguez, del semanario El Costeño de Autlán, de Jalisco. El 23 de marzo, Miroslava Breach, corresponsal de La Jornada en Chihuahua y una de las periodistas más respetadas de aquel estado, recibió ocho balazos cuando llevaba a su hijo a la escuela. El 14 de junio fueron encontrados en un paraje de Michoacán los restos calcinados de Salvador Adame, director de Canal 6 TV en la localidad de Nueva Italia, que había sido secuestrado el 18 de mayo por un grupo de hombres armados. Según la  Sociedad Interamericana de Prensa, Adame, de 45 años, criticó las arbitrariedades cometidas por autoridades municipales, estatales y federales.

Salvador Adama

El impacto del asesinato de Valdez ha hecho que por primera vez los periodistas en México estén debatiendo. Por primera vez las condiciones de trabajo son objeto de discusión. Un ejemplo, el 95% de los reporteros de radio en Sinaloa no tiene seguro social. Hablo con López Ortiz de la situación de la prensa mexicana y señala, de entrada, la contradicción entre algunos “ejemplos individuales de gran periodismo”, y la escasa o nula independencia de los medios. “No hay independencia periodística si el 70% o el 80% de tu ingreso mensual sale de una oficina del Gobierno, disfrazado de publicidad oficial. Peña Nieto ha gastado cerca de 37.000 millones de pesos en publicidad oficial (unos 1.800 millones de euros) en lo que lleva de sexenio, y tiene el nivel de credibilidad más bajo de la historia. De nada ha servido todo el dinero que ha puesto en Televisa o en otros grupos de comunicación”.

La causa o el resultado, según se mire, de esta dependencia del Estado, es que los medios en México “no han construido modelos de negocio rentables que les permita hacer periodismo innovador y atractivo. No generan valor para las audiencias y las audiencias dejan solos a los medios. Y eso explica que en lo que va de año llevemos nueve periodistas asesinados y a la gente honestamente le importa un carajo. Porque no hacemos periodismo para la gente, hacemos periodismo para la dependencia, para el gobernante, el senador, el gobernador que nos mantiene”.


La violencia y el narcotráfico tiene origen y causa en Sinaloa. Como en cualquier otro lugar del mundo. El sociólogo y ensayista Ronaldo González Valdés, exsecretario de Cultura del Gobierno de Sinaloa, sitúa en las décadas de los sesenta y setenta los síntomas de una crisis social que acaba estallando en forma violenta. Por una parte, la explosión demográfica: la población se duplica en menos de 13 años, de 830.000 habitantes a 1,5 millones. Y por otra, la emigración del campo a la ciudad: en 1962, el 62% reside en comunidades rurales; en 1975, el 55% en centros urbanos. Este trasvase de población provoca un crecimiento de la economía informal ante la incapacidad de dar empleo a la masa rural emigrada, y la falta de iniciativas para los jóvenes de los barrios populares.

Todo ello, explica González Valdés, en un contexto de un Estado muy injusto y desigual, en la propiedad de la tierra, en el acceso a la vivienda, a la alimentación y a la educación (más de la cuarta parta de mayores de seis años eran analfabetos).

Ronaldo González Valdés

La entrada de las drogas en Sinaloa tiene que ver con la llegada de los chinos a principios del siglo XX, que introducen el cultivo de amapola y el consumo y tráfico de opio. El escritor y periodista sinaloense Herberto Sinagawa Montoya documenta cómo numerosos grupos de chinos llegan a Sonora y Sinaloa tras huir de las condiciones de explotación en las minas de cobre de Santa Rosalía, en Baja California Sur, y empiezan a sembrar semilla de amapola en sus huertos, para consumo personal, un vicio muy arraigado que se transmitía de generación en generación.

El también escritor, autor teatral y periodista Antonio Haas, que escribió en los principales diarios de Sinaloa, apunta que la siembra industrial de amapola se inicia en la sierra de Sinaloa durante la Segunda Guerra Mundial a instancias y con financiación del Gobierno estadounidense de Franklin D. Roosevelt, para surtir de morfina a hospitales de las tropas aliadas. La única producción legal de opio, de Turquía, había quedado en manos del Eje. Es una época dorada para los campesinos sinaolenses. Terminada la guerra, México y EEUU deciden poner fin a los cultivos de amapola, y se les dice a los gomeros, que producen y exportan goma de opio, que vuelvan a plantar maíz y frijol.

Campo de amapolas en México

El periodista Samuel Dillon, que durante más de 30 años cubrió como corresponsal México y Centroamérica, escribe que “las drogas permanecieron como pequeñas industrias hasta los años sesenta, cuando los barones de la cocaína de Colombia empezaron a contratar a traficantes mexicanos para contrabandear su producto hacia Estados Unidos”. El panorama cambia cuando Sinaloa deja de ser lugar de siembra y se convierte en entidad exportadora, de distribución, consumo y tránsito de drogas hacia el vecino del Norte. Un cambio radical en la economía de la zona y en las costumbres de sus habitantes.

CONTINÚA... 

FUENTE: ctxt.es
Francesc Relea
Sinaloa - México
16/08/2017

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