25/1/15

VIVIENDO EN LAS GRIETAS DEL SISTEMA

La comuna hippie más antigua de Europa, lista para el Apocalipsis y el colapso

 
Gosse B.

No han alcanzado aún la autosuficiencia, pero van camino de lograrlo gracias a sus talleres, a sus huertas y a su disposición de ánimo. Tan convencido está Gosse de que Occidente está abocado hacia el colapso que lleva más de treinta años preparándose para un escenario postbélico de carestía y de penuria.  “El sistema va a venirse abajo tarde o temprano", afirma. "Y mucha gente que no entiende lo que hacemos, llamará a las puertas de lugares como Bereklauw".


Hay muchas más comunidades que han sobrevivido al embate de los tiempos, pero ésta lidera holgadamente la clasificación de simpatías de las gentes de vida alternativa por diferentes cuestiones. A todos los efectos, viene a ser una de esas "zonas temporalmente autónomas" a las que se refería Hakim Bey, el creador del anarquismo ontológico. Bereklauw es lo más parecido que existe en nuestros días a una isla utopía de inspiración pirata. Al decir de uno de sus ocupantes, "fue creada a la medida de los seres humanos y se ha transformado en una especie de celebración de la diversidad, la libertad y la heterodoxia". 
 

Visto desde la distancia, tiene el aspecto de una favela brasileña o un bidonville surafricano. Alrededor de veinte personas viven actualmente en caravanas y viejos cobertizos diseminados, aquí y allá, sobre los taludes de lo que fue un dominio eclesiástico. Paradójicamente, el terreno donde se halla la huerta y los talleres linda con la propiedad de un banco belga. De un lado de la autovía de Bruselas se encuentra el ostentoso inmueble de los mercaderes del dinero y del otro, esta especie de gueto alternativo parcialmente inspirado en las premisas de un movimiento de difícil traducción al castellano: off the grid. Dios y el diablo cohabitando en las afueras de Lovaina. En honor a la verdad, hay que decir que jamás un banquero puso los pies en Bereklauw.


Buena parte de la economía doméstica de Bereklauw se sostiene sobre el trueque. La comunidad no ha renunciado por completo al dinero, pero está muy cerca de ello gracias a sus huertas y a la interesante labor de reciclaje que realizan sus miembros. Al menos la mitad de la superficie por la que se extiende se asemeja a un enorme vertedero, donde se acumulan desordenadamente lo que el común de los mortales tendría por desechos. "De alguna forma, en Bereklauw gobierna el caos; un caos organizado de acuerdo a las leyes naturales", explica Gosse. Jamás se tira nada. La basura es aquí un bien de consumo e intercambio.
 

No es un entorno libertario porque a diferencia de la mayoría de las comunidades, ésta tiene un propietario y algo parecido a un líder: el mencionado Gosse. Aun así, hay pocos lugares en Europa donde se respire una libertad mayor, o donde exista un marco de convivencia extravagantemente sostenido sobre la permisividad, la tolerancia y la creatividad. En Bereklauw, nadie está obligado a realizar ningún trabajo, ni a nadie se le asignan labores específicas. Cada miembro de la comunidad es enteramente dueño y responsable de sus acciones. A él le corresponde decidir cuándo, cuánto y de qué forma desea contribuir al grupo.


"Y por extraño que resulte, la fórmula funciona", señala uno de los miembros más veteranos de la comunidad, el africano Ali B. "No conozco otro sitio regido por principios semejantes. Y eso es justamente lo que lo convierte en único". Eso, y el hecho de que no hay directrices filosófico-políticas específicas, más allá de las que marca las fobias (pocas y aceptables) y las filias de su creador. Básicamente, los miembros de la comunidad deben aceptar una única norma innegociable: “Ni se te ocurra emborracharte hasta que la noche caiga”.
 

"Woofers", squatters, hippies, artistas, desempleados, anarquistas, perroflautas... Centenares de personas de todo el mundo han pasado por aquí a lo largo de casi cuarenta años. Españoles, por supuesto, también. Y muchos más, desde que empezó la crisis. En circunstancias normales, todo cuanto se le pide al recién llegado es cierto compromiso con el grupo y ciertas habilidades manuales. Quien quiera formar parte del proyecto debe acreditar que encaja y que es capaz de realizar una tarea útil. Vaya por delante que en estos momentos no cabe ya ni un alfiler.



FUENTE: Diásporas Revista 
Ferran Barber 
Bruselas - 13/01/2015

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