La excepción se llama Rosa Díez, una mujer que se ha desgañitado criticando conductas inmorales e impropias, que ha proclamado un ideario que se desmarcaba del naufragio ético generalizado en los banquillos del parlamento y a quien una vez más la realidad ha pillado con la boca cambiada. Díez estaba predestinada a ser la Rosa del PSOE, el anagrama floral del psocialismo en carne y hueso, pero no pudo ser. Entonces, cuando la despreciaron para ocupar el trono vacante, Rosa Díez se empeñó con todas sus fuerzas en rellenar el vacío dejado por Lola Flores.
Hay una explicación para este espectáculo bochornoso. Ocurre que Rosa Díez está enamorada, igual que la infanta Cristina, aunque no de Urdangarín sino de sí misma. La ceguera, la sordera, la ignorancia son los efectos secundarios del amor, no digamos ya del amor al dinero. En el único acto de coherencia posible, Willy Meyer ha presentado su dimisión, mientras que Rosa Díez, en su involuntario estriptís ético, ha preferido presentar un argumento irrebatible: lo que ella ha hecho es legal. Asqueroso, cínico e hipócrita, pero cien por cien legal, no hay vuelta de hoja. Para rematar la operación de márketing, le falta pedir a los españoles que colaboren uno a uno con un euro a forrar su fondo de pensiones, como hizo Lola Flores en su día. Aunque, en estricta legalidad, los españoles ya hemos contribuido a que esta buena mujer y sus tristes compañeros de naufragio disfruten de una vejez tranquila y próspera. A la postre va a resultar que lo único decente que ha hecho UpyD es sacar a Toni Cantó de los teatros.
FUENTE: publico.es
Punto de Fisión
David Torres
27/06/14
A nivel político, Rosa Díez no es ni carne ni pescado, ni chicha ni "limoná". Me parece el personaje más peligroso de toda la política nacional: una ególatra de tomo y lomo.
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