2/6/14

"¡QUÉ PENITA Y QUÉ DOLOR...!"

¡¡¡Ay, qué desgracia!!!


¡Huérfanos!... nos hemos quedado huérfanos al perder, de repente, al timonel que, con su borbónica mano a la caña, durante casi 40 años ("¿qué me recuerda a mí esto?") ha guiado este navío secular, con múltiples y oligárquicas ratas anidando felizmente al amparo de las tablas reales, aprovechando para saquear con sigilo la gambuza común y dejar a los más débiles de la tripulación al borde de la astenia.

No ha sido una sencilla travesía, máxime cuando las aves de rapiña ("creí que eran gaviotas") se aliaron con las ratas, con los piratas y con los tiburones, y no dejaron títere con cabeza. Bueno... las suyas sí y las de sus amigos y allegados, como sucede siempre. Y él… a la caña.


Hay que agradecerle al timonel que, cuando las provisiones  escasearon, compartiera sus víveres con los necesitados ("¿cómo que no?") Si hasta los quiso alimentar con carne de elefante. Con que rapidez se olvidan los favores. ¿Ya no recuerdan el tremendo padecimiento que sufrió, desembarcando él solo con una amiga en aquellas tierras inhóspitas para ir a la caza de semejante bestia, a fin de que sus súbditos no murieran de hambre; y todo ello poniendo en riesgo su imagen como defensor a ultranza de la naturaleza? ¿O cuando se enfrentó él solo a través de la ventana catódica, con dos bastones, a bastonazo limpio con una realidad que no se sostenía? ¿O cuando le gritó al máximo dirigente de otro país, mandándolo a callar, y no sintió vergüenza?

Sin llegar a ser el rey de copas, a lo sumo se le podrían recriminar algunos traguitos de más y alguna que otra real canita al aire, pero muy de vez en cuando ¡eh!. Así que no entiendo cómo podemos ser tan desagradecidos. Con todo lo que ese hombre hizo por nosotros. Con lo muchísimo que se sacrificó, con lo que luchó a brazo partido contra el antiguo régimen para reinstaurar aquello… (“¿cómo se llamaba aquello que queríamos restaurar?: ¿la mamocracia?... ¿la corrupcracia?... ¿la pococracia?...”) Con todos lo que repartió de su fortuna personal entre los necesitados…Si hasta creo que llegó a pegarse con  su yerno en su afán de salvaguardar el honor y los cuartos de sus súbditos. ¡Qué hombre, Señor, qué hombre!... ¿Qué integridad!... ¡Qué grandeza de corazón¡… ¡Qué espíritu!...  ¡Qué  ejemplo para la posteridad!

 

No sé si ahora que ha abdicado se le debe tratar todavía como Su Majestad, pero por si fuera así, quiero dejarle este mensaje:



- Majestad, mis amigos y yo queremos agradecerle, de todo corazón, los ímprobos esfuerzos que ha realizado en los últimos tiempos a favor de la república.

¡¡¡Salud!!!

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