El pediatra que descubrió el fármaco causante de las deformaciones en los bebés
El radiólogo infantil Claus Knapp reveló que el culpable era la talidomida, un sedante de la farmacéutica alemana Grünenthal usado para evitar las náuseas de las embarazadas
Doctor Claus Knapp
Empezaron a nacer niños raros. Bebés a los que les faltaban los brazos y las piernas. Criaturas a las que les brotaban piececitos de las rodillas, manos de los hombros. Malformaciones que eran expuestas a primera hora de la mañana en la mesa donde se reunían los especialistas de la Clínica Universitaria de Pediatría de Hamburgo. El radiólogo infantil Claus Knapp (nacido en Madrid en 1928), que recopilaba aquellos extraños casos que iban llegando al hospital con la frecuencia de un goteo, comenzó a visitar a las madres para tratar de encontrar una explicación. En vano, pues todas se callaban el nombre de un medicamento que habían tomado entre la quinta y la séptima semana de embarazo. Un psicólogo concienzudo, sin embargo, les reveló que su mujer había tomado talidomida, un sedante usado para contener los vómitos durante la gestación. Lo fabricaba la farmacéutica alemana Grünenthal, cuyo eco aún resuena medio siglo después en los peores ensueños de las víctimas.
"Nos venían con esto", recuerda el doctor mientras muestra la fotografía de un crío con gafas aparatosas, jersey de lana y una extremidad que debería ser pierna pero se quedó en muñón. "Al principio pensamos que era una epidemia, aunque había algo que no nos gustaba. Por eso nos pusimos a trabajar a un ritmo frenético y, cuando descubrimos la causa de las anomalías en las extremidades, difundimos nuestra investigación", añade Knapp, que la firmó junto a Widukind Lenz, pediatra especialista en dismorfología y genética. "Un científico un poco patoso para la vida normal, pero la persona más inteligente que había conocido". La embriopatía por talidomida, publicada en el Deutsche Medizinische Wochenschrift del 15 de julio de 1962, desvela que la sufrían el 0,17% de los recién nacidos en Hamburgo el año anterior. "En la mitad de los casos sólo han quedado afectados los brazos, en una cuarta parte los brazos y las piernas, mientras que la sexta parte no tienen orejas", concluía el estudio.
Allison Lapper (escultura de Marc Quinn expuesta en Trafalgar Square - Londres)
El pediatra madrileño calcula que en Alemania hubo 10.000 víctimas, de las que hoy podrían quedar vivas apenas ochenta. "Los bebés tenían una esperanza de vida menor, hasta el punto de que seis de cada diez murieron pronto". La farmacéutica, en cuanto recibió los resultados, puso el asunto en manos de sus abogados. "Al hospital vinieron tres para ver qué podían hacer para matarnos. Luego nos presionaron todo lo que pudieron a través de detectives, periódicos y hasta congresos, en los que nos ponían verdes. Tardaron tres semanas en retirar el medicamento y en ese tiempo hubo catorce nuevos casos", rememora Knapp. "El dinero tira mucho". Tanto que los boticarios de otros países siguieron despachándolo sin receta, como si nada hubiera ocurrido. En España, por ejemplo, fue retirado dos años después, aunque las víctimas sospechan que pudo seguir vendiéndose hasta 1967.
"El fabricante evitó el juicio en Alemania, pagó a los afectados y nunca reconoció la culpa. El sumario español resulta muy importante porque es la primera vez que un juez le atribuye la responsabilidad", explica Klaus en el salón de su casa, donde ha desplegado fichas médicas, álbumes de fotos y recortes de periódicos de la época. "Habla el hombre que descubrió los fatales efectos de la talidomida", anunciaba en portada el diario Pueblo. "Gracias a los doctores Knapp -ahora en Compostela- y Lenz, no habrá más niños monstruos", titulaba El Ideal Gallego, subyugado por el morbo que había suscitado aquella "droga maligna". A sus espaldas, una placa que le regalaron en su 85 cumpleaños reza: "Sólo los grandes hombres se preguntan el porqué de las cosas". En la foto, lo flanquean José Riquelme y Rafael Basterrechea, dirigentes de la asociación de víctimas Avite, quienes han visto recompensadas cinco décadas de lucha con la sentencia que dictó en 2013 un juzgado de Madrid, que obligó a Grünenthal a indemnizarlos.
Allison: todo un culto a la superación personal
El recurso de la farmacéutica no se hizo esperar. Esgrimió que el supuesto delito había prescrito y alegó que los perjudicados no presentaron pruebas suficientes. "La empresa espera que la gente se muera para no tener que pagar", cree el radiólogo infantil, que se ha prestado para afrontar la siguiente batalla judicial. "Todo el mundo piensa que ganamos la causa, cobramos el dinero y nos lo gastamos en el Caribe, pero nada más lejos de la realidad", dice con pesar Riquelme, quien necesita una prótesis para poder caminar. "Esto va a ir para cuatro o cinco años", se queja. Demasiado tiempo para algunos de los 24 beneficiarios, un número escaso teniendo en cuenta que la entidad que preside representa a dos centenares de personas. Son la escueta lista a la que se ha reducido aquel misterio que sembró España de 3.000 niños con malformaciones, según Avite. La cifra la marcó el anterior Gobierno, que concedió unas ayudas sociales solamente a esa veintena de afectados.
"No es lógico que un juicio se celebre más de cincuenta años después de los hechos", opina Klaus, que para recalcar su españolidad ha terminado firmando Claus. Nieto de un ingeniero alemán que había llegado a Madrid con el propósito de surtir a la capital de ascensores, nació en José Abascal con Zurbano y tuvo una infancia felicísima, tan plácida como un paseo en barca por el estanque del Retiro, hasta que cumplió ocho años. "Entonces vino la guerra y se acabó todo. Me llevaron como refugiado a Alemania, donde estuve hasta 1939. Sobrevivimos gracias al care norteamericano, porque allí no había nada", evoca Knapp, quien estudiaría Medicina antes de partir de nuevo a Alemania, esta vez para trabajar como médico en Hamburgo, donde vivía su madre. Todavía guarda el anuncio por palabras que publicó para encontrar una habitación. "Cuando llegué, mis dos jefas eran mujeres, porque los hombres habían muerto o estaban presos". Encadenando posguerras.
Allison y su hijo Parys
Allison Lapper nació el 7 de abril de 1965 en Burton , Staffordshire,
Inglaterra, carente por completo de brazos y con unas piernas semiatrofiadas más cortas de lo normal, producto de la maldita talidomida, que tantos estragos causó en la época. Fue abandonada por sus padres cuando apenas contaba cuatro
meses de edad, por lo que pasó su infancia en un colegio para disminuidos físicos.
En diversas ocasiones intentaron implantarle brazos y piernas artificiales. Pero ella misma afirmaba que aquello era pesado y poco útil. “Con esos aparatos me sentía más torpe aún. Desde que supe hablar pedí que me los quitaran".
Cuando cumplió 12 años comprendió realmente que era minusválida. “Hasta entonces estuve demasiado ocupada siendo niña“, pero no se resignó a ser diferente, y a los 19, con un afán de superación increible, viajó sola a Londres donde terminó diplomándose en Bellas Artes, llegando a convertirse en una pintora de prestigio. Más adelante quedó embarazada, pero al igual que lo hicieran sus padres, su novio también la abandonó; pero ella decidió seguir adelante con el embarazo a pesar de las dudas y el temor de que el bebé heredara su deficiencia. Por suerte, Parys nació perfectamente sano. Aunque la vida se lo puso harto difícil, su voluntad y su constancia permitieron a esta admirable mujer criar a su hijo con total naturalidad.
En diversas ocasiones intentaron implantarle brazos y piernas artificiales. Pero ella misma afirmaba que aquello era pesado y poco útil. “Con esos aparatos me sentía más torpe aún. Desde que supe hablar pedí que me los quitaran".
Cuando cumplió 12 años comprendió realmente que era minusválida. “Hasta entonces estuve demasiado ocupada siendo niña“, pero no se resignó a ser diferente, y a los 19, con un afán de superación increible, viajó sola a Londres donde terminó diplomándose en Bellas Artes, llegando a convertirse en una pintora de prestigio. Más adelante quedó embarazada, pero al igual que lo hicieran sus padres, su novio también la abandonó; pero ella decidió seguir adelante con el embarazo a pesar de las dudas y el temor de que el bebé heredara su deficiencia. Por suerte, Parys nació perfectamente sano. Aunque la vida se lo puso harto difícil, su voluntad y su constancia permitieron a esta admirable mujer criar a su hijo con total naturalidad.
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