El escritor zamorano presenta 'Mirlo blanco, cisne negro', una ficción a medio camino entre el ajuste de cuentas con el mundo editorial y sus demonios particulares.
Juan Manuel de Prada durante su entrevista con Público.- JAIRO VARGAS
Los protagonistas de Mirlo blanco, cisne negro simbolizan dos tentaciones de mi vida. Por un lado está Alejandro Ballesteros, que representa la tentación del éxito juvenil y, por otro, está Octavio Saldaña que un personaje muy turbio, un hombre que por sus actitudes vitales y posiciones ideológicas se ha convertido en un apestado en el mundo literario, lo que le lleva a la autodestrucción. Conozco bien esa tentación porque yo también estuve en un momento de mi vida de quiebra muy profunda, un periodo en el que me dediqué a las tertulia y dejé a un lado la literatura. Evité caer en la autodestrucción y en la posibilidad de convertirme en un escritor pelele, de tal manera que ahora me apetecía reflexionar sobre ello. Como telón de fondo sitúo el desnorte que vive el mundillo cultural de nuestro país.
Algunas descripciones en la novela recuerdan irremediablemente a autores como Umbral, Cela o Trapiello. ¿Estamos ante un ajuste de cuentas?
Sí, pero en todo caso he de decir que no he tratado de escribir una novela en clave, acercarse a ella con esta intención creo que es una equivocación. Más allá de que puede hacer referencia a nuestro mundo y fauna literaria, lo cierto es que son referencias vagas. No me interesa tanto esa identificación como que hubiera tipos humanos o literarios que tuvieran ciertos rasgos. Es obvio que en la figura de Saldaña hay rasgos de Umbral, pero no ha sido mi intención ensalzar ni denostar a ningún escritor, más allá de mostrar una feria de las vanidades literarias y de reírme de sus vicios y lacras. De cualquier forma, la persona que más sale golpeada en este libro soy yo mismo, es un libro feroz conmigo mismo, he sido inclemente con mis errores, mis neuras y mis excesos.
Supongo que estará al tanto de la polémica suscitada por la novela de Elvira Navarro, Los últimos días de Adelaida García Morales y del debate sobre los límites morales de una novela basada en vidas reales. ¿Dónde sitúa usted el límite?
El límite yo creo que es la moral. A veces se confunde el arte moral con un arte buenecito, ñoño o políticamente correcto. Pero yo creo que no tiene nada que ver con esto, sino con la conciencia del escritor con lo que está haciendo. Si tienes como escritor la convicción de que fulano es un bellaco tienes que decirlo, lo peligroso es que des ese paso sin tener claras tus convicciones morales o cuando utilizas a un persona como perchero para otro tipo de elucubraciones. En el caso concreto que me preguntas no tengo elementos de juicio.
Dibuja un mundillo literario despiadado. ¿Cómo sobrevivir en él?
La mejor manera de sobrevivir es apartarte. Tuve la suerte de triunfar desde provincias, ya que cuando gané el Planeta vivía en Zamora y no tenía apenas relación con este mundo. Fue una vez instalado en Madrid cuando me llevé una visión bastante penosa de esta camarilla. Creo que lo mejor para el escritor es huir de la feria de las vanidades literarias.
Se ceba con los nocilleros y con las "viejas glorias". Tiene usted para todos…
Cuando hablo de los nocilleros lo hago sin afán de despotricar contra esa llamada, e inexistente, generación. Date cuenta que este es un género que acuña un suplemente literario y la mayoría de los escritores que engloba reniegan de esa acuñación. Algo que entiendo porque, siendo honestos, es un poco ridícula, aunque al mismo tiempo es muy significativa de nuestro tiempo. No hay en mi novela una auténtica elaboración contra estos escritores, más allá de evidenciar su afán de cobijarse bajo el abrigo de una generación que hizo tapón.
¿Cuál es su génesis?
A la muerte de Franco, surge una necesidad de inventar un mundo nuevo, un mundo en el que nadie ha sido franquista y todos somos fantásticos. Había que crear un nuevo canon literario porque reconocerte en un canon consagrado por el franquismo era una cosa muy fea. Es entonces cuando El País coge esa bandera y crea de la nada un nuevo canon, una nueva cuadra de escritores que el día anterior eran desconocidos y cinco minutos después se conviertes en celebérrimos. Esta generación de literatos, que se ha convertido en hegemónica, ha hecho las veces de tapón porque al parecer estos tipos han considerado que la literatura española se acaba en ellos.
Juan Manuel de Prada.- JAIRO VARGAS
Estos señores han posado durante muchos años como los prescriptores progresistas y lo cierto es que cenan todos los días con magnates de la prensa, esos que sojuzgan a sus trabajadores salvajemente mientras cobran 10 millones de euros al año. Son habituales en las cenas con los banqueros, tienen excelentes relaciones con fundaciones plutocráticas judías y maravillosas relaciones con universidades yanquis. Estos señores son muy progresistas, en cambio yo soy un facha porque soy amigo de seis curas pobres. Pues bien, yo creo que los fachas son ellos, que conviven con el poder plutocrático político, que son amigos de ministros que les llevan en volandas por todos los institutos cervantes del extenso mundo, mientras los demás estamos aquí comiéndonos los mocos. Me parece higiénico señalar la creación de una mafia cultural bajo la falsa bandera progresista.
¿No cree que han perdido gran parte de la influencia que tuvieron antaño?
Sin duda, es una mafia terminal, aunque creo que ellos no se dan cuenta, es más, yo creo que son estrellas muertas, lo que pasa es que nos sigue llegando su luz a través del vacío sideral, como si de una fosforescencia ultraterrena se tratara.
Coincide de alguna forma con la decadencia del PSOE…
Los "barones" del PSOE
De modo que si somos intelectualmente honestos hemos de admitir que el PSOE ha estado sirviendo a la plutocracia internacional desde la Transición. ¿Qué ocurre ahora? Pues que el sistema de alternancia inspirado en la restauración se ha bloqueado con la emergencia de nuevos partidos de izquierdas y ante esta nueva situación, el PSOE, en una pamema, trata como de borrar su historia y se pone digna y no se abstiene con el PP en flagrante contradicción con lo que ha sido su historia política.
Creo que se puede entablar un diálogo sobre determinadas cosas con Podemos, en cambio es imposible hacerlo con un liberal o un pseudoprogresista. A mí esa demonización que se hace de Podemos para meterle miedo a los católicos me parece que no va a ninguna parte. Por otra parte, creo que en Podemos falta un poco de inteligencia emocional para desvincularse de toda esa propaganda anticristiana. Iglesias debería aclarar que no tiene intención de fusilar a ningún católico o de quemar ninguna iglesia. Me gusta, por ejemplo, cuando Pablo dice que el Papa rema en la misma dirección que él porque las razones por las que Podemos cautiva a mucha gente no es por su pensamiento marxista, de hecho hay mucha gente que no sabe lo que es el materialismo dialéctico, sino porque empieza a hablar de cosas de sentido común.
Creo que cuando el partido se organiza más estructuralmente ha perdido esta capacidad transversal de interpelar a los no marxistas. Ahora creo que debería entablar un diálogo con sectores sociales que han sido excluidos o expulsado del diálogo político, estoy convencido de que un católico puede encontrar más nexos en común con el discurso económico de Podemos que con el del PSOE o el PP.
FUENTE: publico.es
Juan Losa - Madrid
06/10/2016
06/10/2016
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