A pesar de que por la megafonía alguien se empeñaba en que allí había un lago, yo, lo confieso, por mucho que miré y remiré, no conseguí verlo; a lo sumo intuí un charco o el redondel de una plaza de toros, pero claro, con la edad, uno ya no tiene la misma perspectiva de las cosas.
Los que me conocen bien saben que no soy creyente (creyente en pamplinas, se entiende) pero en mi conciencia bullen las cósmicas realidades que la razón agitan y, ayer, sin querer-queriendo, ante la ingente cantidad de artículos, fruto de la solidaridad de nuestro pueblo, apilados en el reseco vaso, se me escapó en voz alta:
- ¡Que venga dios y lo vea!
Así somos los canarios: solidarios, consecuentes, magnánimos. Todo ello me parece ejemplar, pero ¡ciudadanos! aunque las crudeza de las circunstancias nos empuje a colaborar de todo corazón, ésta es labor del gobierno, no nuestra; porque ya contribuímos suficientemente, vía impuestos de todo tipo y color, como para que nadie pase hambre en nuestra tierra, pero "ellos" no lo hacen; porque no quieren, no saben o ambas cosas a la vez.
Aunque la reacción de nuestro pueblo ante esta apremiante llamada de ayuda, sea merecedora de todos los calificativos encomiables del mundo, tal postura, moralmente correcta y solidaria, no viene a ser la solución del asunto, no. Sólo genera pan para hoy y hambre para mañana. De lo que se trata es de obligarlos, "a ellos", por las buenas o por las malas, a cumplir con su obligación, que no es otra que gestionar, correcta y equitativamente, los recursos que los contribuyentes ponemos en sus manos, y que no son para que los despilfarren o se los "mamen", como creen y hacen. Para que luego tengamos que llegar nosotros y sacarles las castañas del fuego.
Lo más gracioso es que el Ayuntamiento, el Cabildo y el Gobierno Canario, muestran su pollo... digo, su apoyo.
Hoy, penúltima manaña de mayo, "Día de Canarias", he vuelto a acercarme a la Plaza del Charco-Bis, donde un grupo de ciudadanos había convocado una concentración de rechazo a la política del actual gobierno canario, encabezado por la figura de Paulino Rivero y, cómo no, a esta efemérides sin sentido.
Posteriormente, la manifa, con las pancartas y banderas de rigor, ascendió por la calle del Castillo, entre gritos y consignas, hasta llegar frente a la puerta del Parlamento de Canarias donde, vía megáfono, se expusieron razonamientos y verdades como puños que, aparte de los presentes, no oyó nadie más, porque el edificio se hallaba totalmente vacío. "Ellos" no estaban. De todas formas, aunque estuvieran... les entra por un oído y les sale por el otro.
Aún así, quedó flotando un eco que quizá nos obligue a preguntarnos:¿Qué es lo que lo canarios tenemos que celebrar?
¿Qué significado tiene esta fiesta?
¿Qué conmemora?
¿Qué reivindica?...