Don Éste y Don Aquél habían decidido aprovechar la soleada mañana de primavera y salir a dar un paseo por la ciudad, con una condición: ¡no hablar de política! Y es que siempre terminaban enzarzados en una interminable disputa, dada la disparidad de sus pareceres. Así lo acordadron y así lo hicieron, pero eligieron mal día, justo cuando empezaba la pegada de carteles para las elecciones autonómicas y locales. Y por mucho empeño que pusieron, la avalancha de pancartas, vallas, pasquines... con caras harto conocidas (salvo excepciones), bajo las siglas de costumbre, con los manidos mensajes y la misma machaconería de siempre, terminó haciéndoles mella y faltaron a su promesa (¿De qué me sonará esta frase?).
- ¿Tú crees que yo me puedo fiar de un individuo con esa cara de ave de rapiña?
- Pues mira que de ése con cara de buena persona, que lleva toda la vida chupando del bote.
- Sí, pero ha sido elegido democráticamente por los ciudadanos. Y mientras lo voten...
- ¿Y va a estar ahí hasta que se muera, sin darle cancha a otros para chupar del bote?
- No. En un momento dado, si está muy mayor o se encuentra enfermo, será sustituído, posiblemente por algún amigo o familiar.
- Claro, claro... y así "in eternum"; beneficiándose siempre los mismos en nombre de la democracia.
- ¿Y qué vamos a hacer?
- Pues cambiar las leyes. Conseguir que nadie pueda ocupar un cargo público, en ninguna institución, por más de dos legislaturas. Ocho años y punto. Es la forma de evitar, en cierta medida, la corrupción y el nepotismo que generan las estancias interminables en dichos cargos, porque sí no, vamos a terminar votando por la momia de Tutankhamón.
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