Pablo Iglesias
En un mismo día, y prácticamente en el transcurso del mismo acto público en Barcelona, el secretario general de Podemos Pablo Iglesias reconoció una mayor dificultad para el Presupuesto y la obligación política, casi ineludible en caso de no lograr su aprobación, de convocar elecciones. Contradictoriamente, también reconoció que estas elecciones podrían no cambiar nada en la relación de fuerzas parlamentarias, incluso que podrían significar una oportunidad favorable para la vuelta de la derecha.
Más recientemente, las ambiguas declaraciones del ministro Ávalos y del propio presidente del Gobierno han marcado el último domingo de Mayo, previsto para Municipales, Autonómicas y Europeas, como objeto de la especulación de elecciones generales anticipadas. El Superdomingo electoral.
Que la aprobación de los Presupuestos se ha puesto cuesta arriba es evidente. Sobre todo después de la desmesurada calificación de rebelión y bárbara petición de penas de la fiscalía del Tribunal Supremo para los políticos del Procés y el fallido gesto de la rebaja mínima a secesión por parte de la abogacía del Estado. Pero sobre todo a raíz del impacto político en el mundo independentista que por boca del president Torra no ha tardado en anunciar a su veto a cualquier negociación presupuestaria.
Lo que no lo es tanto es que la prórroga presupuestaria aboque, ni formal ni políticamente, a ningún gobierno a una convocatoria anticipada. Nada supone, salvo una dificultad aún mayor para gobernar, lo que no es poco. Tampoco es el caso de los ayuntamientos, donde la derrota del Presupuesto conlleve la presentación automática de la moción de confianza.
Porque, en definitiva, la mencionada moción de confianza, como la disolución de la Cámara en el ámbito del Estado, es prerrogativa exclusiva del presidente del Gobierno, como se ha encargado de recordar Pedro Sánchez como réplica al debate abierto por su ministro Ávalos sobre elecciones anticipadas. Por eso, entre otras cosas, han sido, son y seguirán siendo tan difíciles las investiduras en minoría.
Esa es la razón por la que el propio Gobierno ha anunciado, por boca de su ministra de Economía, que si finalmente no hubiera presupuestos, también Sánchez podría compensar el efecto de la prórroga del presupuesto actual de la derecha, con decretos ley, incluso con proyectos de ley, algunos de estos ya en marcha. Con ello gestionaría el día a día, incorporaría parte esencial de lo pactado entre el Gobierno y Podemos y se daría el tiempo necesario para convocar en el momento más oportuno o incluso para agotar la legislatura.
Resulta por eso extraño el argumento, aparentemente contradictorio, esgrimido por el principal dirigente de Podemos. Contradictorio con los procedimientos legales y aún más con el papel de aliado exigente que, aunque tardío, tuvo su inicio con la censura a Rajoy y luego se consolidó con el acuerdo de Presupuestos. Una exigencia, la de la convocatoria anticipada, que desde el triunfo de la moción de censura y la conformación del nuevo Gobierno ha sido la marca de la casa y la consecuencia lógica del argumentario deslegitimador de la moción de censura por parte de las derechas de PP y Ciudadanos, hasta el punto de convertirlo en una obsesión.
Por otra parte, las encuestas, que siguen dando como ganador al partido del Gobierno, no contemplan una mayoría suficiente para las izquierdas y las obligarían a seguir contando con el apoyo de nacionalistas e independentistas. Aunque tampoco descartan lo peor: la posibilidad de una mayoría conservadora, pero que muy conservadora.
No es la primera vez que se da esta aparente contradicción por parte de Unidos Podemos. Ya en el momento de la moción de censura anunció, casi sin solución de continuidad, el apoyo a la moción, la condición previa de un gobierno de coalición, y la posibilidad de una moción instrumental con Ciudadanos para forzar la convocatoria de elecciones, se dice que para disuadir a los nacionalistas vascos.
Todo esto, sin embargo, no concuerda con el trabajo posterior desplegado por Podemos para lograr el apoyo independentista a la moción de censura, más recientemente para conseguir un pacto presupuestario, y ahora para conseguir una mayoría parlamentaria para sacarlo adelante. Las visitas a la prisión de Lledoners han sido una muestra palmaria de la magnitud de ese empeño.
La pregunta es ¿por qué entonces quemar etapas esgrimiendo la necesidad de la convocatoria anticipada y sus peligros cuando no se han agotado los tiempos ni del Presupuesto, ni de la prórroga?
Podría interpretarse como fruto del ritmo político acelerado, agitado, casi frenético, que nos ha tocado vivir, lleno de avances, rectificaciones y retrocesos que corremos el riesgo de que caractericen, o lo que es peor, caricaturicen al nuevo tiempo, al nuevo Gobierno y al parecer también a sus apoyos. También pudiera ser la expresión de una estrategia política por parte de Podemos de apoyo y al mismo tiempo de marcaje exigente a un Gobierno que, aunque en minoría, puede dejarse llevar por la inercia, heredada del bipartidismo, de acomodarse y actuar al margen de sus socios de legislatura y de sus compromisos. Aunque no parezca probable por ser tan mutuamente dependientes y competitivos.
Sin embargo, para que esta disuasión del marcaje sea efectiva, necesitaría ser convincente, y a primera vista no lo es, ni formal ni políticamente. Porque, ante todo, nada obliga a un gobierno en minoría a someterse a una moción de confianza, que por otra parte corre el riesgo de perder, y mucho menos a renunciar a una de sus principales prerrogativas, como es la de disolver la Cámara y convocar elecciones en el momento que más le convenga.
Pero, sobre todo, porque el más interesado en la continuidad del Gobierno, por razones políticas de influencia y también por razones electorales, y por tanto en que éstas maduren concretando las medidas acordadas en más apoyos sociales, es el propio UP, y por supuesto también el PSOE. Sobre todo, si a renglón seguido se trasmite a los independentistas que ahora vinculan los Presupuestos y el destino de los políticos presos la presión de que tal convocatoria significaría que nada cambie o que la derecha pueda ganar.
Pudiera ser, sin embargo, que el mensaje implícito sea el de una legislatura demediada y de transición hacia un gobierno de coalición, en coherencia con la nueva representación plural, el fin del bipartidismo y la declaración del propio Iglesias de que el tiempo de los gobiernos monocolores se ha terminado. Pero también pudiera ocurrir que Podemos se limite solamente a conjurar la posibilidad electoral o a interpretar las señales de una convocatoria anticipada, que sea antes o después, acompañará hasta el final a un gobierno en minoría y por tanto se limite a prepararse para tal eventualidad.
En todo caso, mejor sería aplicarse el dicho de que cada día tiene su afán, sobre todo en tiempos tan revueltos.
FUENTE: publico.es
Otras miradas
Gaspar Llamazares
22/11/2018
¿Más turbación?
No hay comentarios:
Publicar un comentario