Los dioses deben estar locos (The Gods Must Be Crazy) es una comedia cinematográfica
escrita y dirigida por Jamie Uys en 1980, filmada íntegramente en Botswana.
Argumento: Xi y su tribu de bosquimanos viven felizmente en el desierto del Kalahari. Un día, una botella de Coca-Cola cae desde una avioneta que sobrevolaba el lugar. Inicialmente, la tribu de Xi cree que este extraño artefacto es otro "regalo" de los dioses y le dan múltiples usos. A diferencia de lo que poseían antes, esta vez hay una sola botella y deben compartirla. Esto comienza a causar continuos conflictos entre los miembros de la tribu y Xi anuncia a los ancianos que hará un viaje hacia los confines de la Tierra para deshacerse de la botella, a la cual han llamado "la cosa maligna".
Tras múltiples peripecias, Xi llega a la cumbre de una escarpadura bajo la que se extiende un mar de nubes. Creyendo que ha llegado al fin de la Tierra, arroja la botella al vacío y regresa con su tribu.
Al actor principal le pagaron 300 dólares por aparecer en la película,
mientras que el presupuesto de la misma ascendió a más de 60 millones.
Citizen Plof
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