La gangrena y Pedro Sánchez
Frenar una comisión de investigación que ponga negro sobre blanco la actividad de Juan Carlos I durante la larga etapa postfranquista en este país implica poco respeto a los ciudadanos y paraliza a muchas expectativas.
Frenar una comisión de investigación que ponga negro sobre blanco la actividad de Juan Carlos I durante la larga etapa postfranquista en este país implica poco respeto a los ciudadanos y paraliza a muchas expectativas.
La gangrena es el mal por
excelencia de los tejidos que conforman a humanos, animales y árboles.
La falta de riego o una infección a la que se puede llegar por varias
causas acaba pudriéndolos y extendiendo inexorablemente la corrupción de
los órganos si no se amputa a tiempo, por encima de la putrefacción.
Aun con eso, la gangrena puede sobrevivir a una primera mutilación si se
deja algún resto entre el tejido sano, por imperceptible que sea, y hay
que seguir cercenando la podredumbre hasta garantizarse que lo que
resta del cuerpo queda sano.
Eso no impide, claro está, que la gangrena
vuelva a instalarse por la misma o distintas causas que la primera,
aunque la prevención que pondrá en marcha el sujeto que sufrió este mal
-que puede llevar a su muerte- y los controles de aquéllos que le rodean
deberían impedir una posibilidad remota en la inmensa mayoría de los
casos si los órganos quedan completamente libres de la descomposición y
todas las alertas activadas.
"La gangrena devorando al Estado"
Original: Saturno devorando a sus hijos, de Francisco de Goya.
Compareció el máximo responsable del CNI ante la comisión de Gastos Reservados del Congreso, es decir, a puerta cerrada y bajo la prohibición con pena de contar lo que allí se dijera.
Félix Sanz,
que habla ante la comisión como si lo hiciera ante el Pleno porque solo
se fía de sí mismo y tiene una misión (intentar minimizar los daños de
la gangrena al Estado), ha estado mucho más tiempo del previsible y es
probable que haya dejado satisfechos/as a los diputados.
“Satisfechos” -digo- en cuanto al papel del jefe de los espías entre el
rey emérito y su amante alemana: no amenazó, no chantajeó y ni siquiera
elevó la voz a Zu Sayn-Wittgenstein.
“Salimos con más dudas de las que teníamos”, dijo la portavoz de Podemos, Ione Belarra, a la puerta de la comisión de los secretos.
Sanz Roldán no pretendía despejar ninguna incógnita más que la que le
atañe directamente en el carajal ‘cloaquero’ de Juan Carlos I, rey y
amigo. Pretender algo más de esta comparecencia o es una ingenuidad o es
pretender tomarnos por ingenuos al resto de ciudadanos/as, lo cual
resultaría más peligroso para todos.
General Félix Sanz Roldán
Las “dudas” de Belarra y de tantos otros deben ser
resueltas satisfactoriamente por los tres poderes de este Estado
gangrenado gracias al infecto oficio de unas estructuras paralelas
en demasiados casos y confluyentes de forma obscena en otros (medallas y
altos cargos incluidos) desde el inicio mismo de esta democracia
postfranquista.
Las conversaciones grabadas a Zu Sayn-Wittgenstein
por el excomisario Villarejo confirman, por un lado, lo tantas veces
comentado en barras de bar: que Juan Carlos de Borbón tuvo varias
amantes y sacralizó así la rancia acepción del concepto “guardar las
formas” en las instituciones, muy enraizado en la Familia Real
menguante, y que -también hablado entre cañas- el rey emérito tiene
mucho dinero porque los negocios ‘marca España’ son muy lucrativos, sobre todo, para él. Y lo son más aún si se llevan a paraísos fiscales y no pagan impuestos.
Tejido gangrenado del Estado número uno: la monarquía.
La monarquía española es la peor valorada de toda Europa
Hay que investigar al emérito, las finanzas de la Familia Real y
extirpar la infección, que aunque no es mortal, exige pulso firme para
una precisión máxima en la amputación del tejido corrupto. Pulso
judicial, pulso ejecutivo y pulso parlamentario.
El enfermo está muy
debilitado, además, y para recuperar su credibilidad se requiere máxima
transparencia y un referéndum
sobre su salud. Puede que haya llegado la hora de darle la incapacidad
permanente para evitar la proliferación de nuevas bacterias en forma de
chantajes, entre otras.
Tejido gangrenado del Estado número dos: el resto de
órganos vitales del cuerpo.
Es decir, las altas instituciones. Los focos
de infección están por todas partes: niveles máximos de los gobiernos
de cualquier signo (PSOE o PP), partidos, parlamentarios, jueces,
fuerzas y cuerpos de Seguridad, funcionarios de toda escala,... La
cirugía debe ser milimétrica, casi exquisita y, a veces, puede obligar a
los responsables de ejecutarla a cortar tejidos de su propia anatomía
para evitar la propagación.
La metáfora -habrán visto- es muy sencilla. La complejidad de la sanación, no tanto.
Es ahora el presidente del Gobierno quien tiene en
sus manos la posibilidad de llevar a cabo, de una vez por todas, la
operación que este país necesita para seguir avanzando tras 40 años de
estructuras paralelas y/o entremezcladas al o con el Estado, que, si
bien no han impedido al país progresar gracias, sobre todo, a un capital
humano tenaz y curtido, están frenando su realización y amenazan con
llevarlo a un retroceso insoportable. O a algo peor.
Frenar una comisión de investigación que ponga negro sobre blanco la actividad de Juan Carlos I
durante la larga etapa postfranquista en este país implica poco respeto
a los ciudadanos y paraliza muchas expectativas.
No intentar siquiera
abrir una investigación judicial sobre el ex jefe del Estado es
insultante: no basta con dignificar a los muertos que lo merecen, hay
que tratar a los vivos como adultos maduros y capaces de abordar un
proceso de regeneración plena de nuestro pasado, presente y futuro.
Los periodistas podemos hacer mucho del trabajo de denunciar, destapar e informar a la gente, pero nuestros
seguidores se merecen que quienes -se supone- trabajan y velan por su
bienestar lo hagan mirándoles de frente, de igual a igual (no solo en
los mítines o en primarias internas), con transparencia y sin cobardía
para afrontar la evolución (e involución, en su caso) de un Estado que
nos pertenece a todos/as. Que no es ni del rey emérito, ni del jefe de
ese Estado, ni del presidente y su Gobierno, ni del resto de poderes al
servicio de los ciudadanos. Al servicio, insisto.
El estado español no es solo de unos pocos
Un Estado que es nuestro y de nuestros hijos/as; con
sus luces y sus sombras; con su historia y su intrahistoria; con su
pasado, su presente y, sobre todo, su futuro mejorado gracias también a
la educación, el conocimiento y la madurez de sus ciudadanos/as.
Suerte, pues, al cirujano que emprenda la limpieza. Nos tendrá al lado.
FUENTE: publico.es
Ana Pardo de Vera
Madrid - 25/07/2018
¡A este ciudadano también !
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