José María Aznar
Desde que dimitió de su bigote, Jose Mari Aznar anda bastante perdido. Primero se quitó de presidente, luego se quitó del PP y al final se afeitó de sus más firmes convicciones, algo que desorientó a muchos de sus seguidores y muy especialmente a José Manuel Soria, al que sólo faltaba amputarse las piernas a la altura de las tobillos para parecérsele más. Soria ya era como esos grupos tributo de U2 o de Yes, que ni siquiera esperan que se disuelvan las bandas originales y que no se salen del repertorio ni un milímetro, dejando en evidencia a los integrantes que a esas alturas no se acuerdan de las canciones y que ni siquiera han tenido la decencia de morirse. Así, Jose Mari comprendió que no podía competir con su pasado, por mucho que se empinara y se subiera sobre los hombros de Rupert Murdoch y de J. E. Robert. Cuando empezaba su ascenso lo habían fotografiado disfrazado del Cid Campeador (aunque en realidad a quien se daba un aire era a Superlópez) y ahora que iniciaba su declive lo confundían en plena calle con José Manuel Soria de rodillas.
José María Aznar y José Manuel Soria
Jose Mari se refugió entonces en FAES, cuyas siglas no significan Fascismo Español, como todo el mundo piensa, sino Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales, aunque esto sólo lo piensa Jose Mari. Desde allí decidió que su tarea principal iba a ser chinchar a Mariano y a toda su ralea por no continuar su estela de grandeza y dejar que España se les fuese rompiendo a cachos. Mientras tanto, no dejaba de escribir libros en los que recordaba lo importante que había sido en la historia de España, cuyo vértice llegó en el momento en que apoyó los pies en una mesa delante de su amigo George Bush Jr.: el equivalente contemporáneo a Colón descubriendo América y a Cortés conquistando un imperio. Sin embargo, temía acabar igual que Cortés, al que en vida nunca se le reconocieron sus méritos, o peor, igual que Colón, que ya tiene varios clones y colones: uno portugués, uno vasco, uno genovés, uno mallorquín, uno ibicenco, uno gallego, uno corso y hasta uno catalán, horror de horrores.
George W. Bush y José María Aznar
Como un personaje de Pirandello, Jose Mari ha descubierto que ya no puede volver a ser él mismo. Intentaba trepar una y otra vez al timón de su gloria y se lo encontraba ocupado. Principalmente por Mariano, a quien no le perdona el hecho de que él mismo lo pusiera a cargo de la nave. Durante un tiempo rumió la ocurrencia de fundar otro partido de derechas para hacerle la competencia al PP, incluso derribando la pared para ponerse todavía más a la derecha, pero ya se le habían adelantado desde Vox; y cuando tiró la toalla, advirtió enfurruñado que antes ya lo habían hecho Gallardón y Aguirre. Aun así, no piensa callarse y va a seguir dando la tabarra desde FAES, según él, “la fábrica de ideas más influyente de España”. Nadie ha dicho que fueran buenas ideas, ojo, porque lo que suele salir de ahí son ideas de mierda o una mierda de ideas, pero influir, influyen lo suyo. Jose Mari es que no para de pensar. Puede que incluso esté pensando en dejarse otra vez el bigote, aunque ahora el peligro sería que lo confundan no con Soria sino con Bigote Arrocet.
Bigote Arrocet y Augusto Pinochet
Punto de fisión
David Torres
13/01/2017
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