Pablo Iglesias estaría dispuesto a peregrinar al Vaticano y pedir protección al papa Francisco para que le salve de la famélica jauría de cristianísimos lobos que le persiguen. No es paranoia; es que a los de Podemos les persiguen a uña de caballo y pezuña de burro y a Pablo se le van cerrando todos los refugios mediáticos. La Sexta, que le acogió primero como opinador y luego como político, parece que se ha unido a la campaña de acoso, tal vez forzada por las altas instancias planetarias que mantuvieron en su órbita al rebelde de la coleta como protagonista, o principal antagonista, en una tertulia plural en la que no faltaban políticos de casta y periodistas encastados y encastrados en el ejército enemigo, con el ubicuo Paco Marhuenda en cabeza. El sábado pasado, el canal que aupó a Iglesias con sus frecuentes convocatorias y le permitió foguearse y batirse con éxito, La Sexta, se pasó al lado oscuro.
Al frente de la maniobra Eduardo Inda, experto en las guerras más sucias del mundo. Y como munición la entrevista de Ana Pastor en El Objetivo (esta vez el objetivo no era la objetividad sino Pablo Iglesias). Una entrevista troceada y manipulada, trufada de incisos malévolos y subrayada por subtítulos que incidían en calificar las respuestas del “objetivizado” como “evasivas”. Los subtítulos permanecían en pantalla incluso cuando en el plató ya se hablaba de otra cosa, la orquesta desafinaba y Eduardo Inda, sonrisa más falsa que un billete de dos euros, remilgado, melifluo y avieso repetía como mantra su calumnia, sin escuchar más voz que el eco de la suya, ni más opinión que la propia. El calumniado no estaba presente pero cada vez que su nombre, o su idea, salían a relucir en la conversación, Inda metía su miserable cuña.
Tedetesto
Moncho Alpuente
26 nov 2014
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