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27/9/18

FEMENINO PLURAL

Mujeres Libres, las anarcofeministas que Franco no logró doblegar


El centro Marienea de Basauri (Bizkaia) acoge una exposición sobre la lucha del histórico movimiento ligado a CNT. “Fueron unas auténticas pioneras”.
Una exposición homenajea a Mujeres Libres, precursoras de un mundo nuevo
Primero tocó huir. Luego, volverse invisible. Nada más instaurarse el reino del horror franquista, Lucía Sánchez Saornil tuvo que escapar primero y hacerse clandestina después. Nunca, pero nunca, dejó de ser quien era: una militante anarcofeminista comprometida hasta su última célula con el cambio social. Por eso huyó y por eso tuvo que pasar varios años de forma desapercibida ante los ojos asesinos del régimen. Por eso, también por eso, fue una de las fundadoras de Mujeres Libres.

En este final de verano, el rostro de Sánchez Saornil forma parte de una exposición que acaba de abrirse en el centro Marienea de Basauri (C/Kareaga Goikoa, 54), a pocos kilómetros de Bilbao. 

Su perfil aparece en una de las salas del centro Marienea que hasta el próximo 27 de septiembre acogerá la muestra “Mujeres Libres (1936-1939). Precursoras de un mundo nuevo”, organizada por la Fundación de Estudios Libertarios Anselmo Lorenzo (FAL), el sindicato CNT y la agrupación Emakume Askeak de Bilbao.


“No fue fácil: todo lo relacionado con las mujeres anarquistas resulta difícil de encontrar”, dice a Público Carmen Gutiérrez, Roki, una de las responsables de Emakume Askeak que ha trabajado para montar esta muestra y que conoció de cerca el proceso seguido por la FAL para hacer posible esta exposición en homenaje al histórico movimiento anarcofeminista ibérico, que llegó a convertirse en el más importante a nivel mundial.

No en vano, la historia de Mujeres Libres es parte indisoluble de la lucha feminista en este país y, al mismo tiempo, de la resistencia antifranquista. Sus antecedentes se remontan a finales de 1935, cuando “se crea el Grupo Femenino Cultural de Barcelona con la finalidad de promover la cultura, la educación y las relaciones de solidaridad entre mujeres”, puede leerse en uno de los paneles que componen la muestra inaugurada esta semana en Marienea.

“Hacen frente así a la situación de desigualdad que tenían como obreras –continúa-, tomando parte activa en las decisiones laborales y sociales en fábricas y talleres”.

Trabajadoras saliendo de una fábrica

Algunos meses después hubo noticias desde Madrid. Al calor de los acontecimientos que impregnaban toda la geografía, militantes de CNT en la capital española decidieron crear un grupo similar, “formado por Amparo Poch y Gascón, Mercedes Comaposada y Lucía Sánchez Saornil”. “Serían ellas quienes, en abril de 1936, empezaron a preparar una revista dedicada a la cultura y la documentación social”, subraya la muestra. El germen de Mujeres Libres ya estaba en el ambiente.

El paso clave llegó en el convulso 1936, cuando los grupos de Barcelona y Madrid decidieron unirse para formar, ahora sí, el pionero movimiento anarcofeminista.

El grupo, denominado Mujeres Libres, empezó a crecer rápidamente por barrios y ciudades. La respuesta parecía imparable: en 1937, cuando se estructuró la Federación Nacional de Mujeres Libres, ya había 28 mil afiliadas.


“Si analizamos el feminismo moderno, veremos que está completamente vinculado a lo que fue este grupo”, dice Gutiérrez unos minutos después de que la exposición abriese sus puertas. Con las salas de Marienea aún vacías, esta integrante de Emakume Askeak se emociona al recordar a quienes les antecedieron en la pelea feminista. “Ni siquiera durante la guerra abandonaron sus objetivos de instrucción y liberación de las mujeres”, reivindica.

En tal sentido, la pelea de este colectivo anarcofeminista estuvo dirigida a “concienciar a las obreras para emancipar a la mujer de su triple esclavitud: la ignorancia, la producción y el ser mujeres”. Para tratar de conseguirlo, “se basaron en la capacitación, con programas de educación cultura y formación, y en la captación, con programas para animar a las mujeres a unirse al movimiento libertario”, dice otro de los paneles. 

Perseguidas y fusiladas


Todo eso ponía de los nervios al régimen franquista, que persiguió con saña a las militantes de Mujeres Libres. “Sufrieron represión, cárcel y asesinatos”, dice Gutiérrez. En ese último capítulo se encuentra el caso de Encarnación Magaña, la única mujer fusilada por los franquistas en Almería. Otras consiguieron huir al exilio, donde algunas décadas después lograron volver a poner en circulación la revista Mujeres Libres.

“Cuando llegó la denominada ‘transición’, algunas de ellas reorganizaron el movimiento en lugares como Barcelona o Madrid, adaptando los objetivos históricos a la situación del feminismo moderno”, relata Gutiérrez, quien hoy forma parte precisamente del grupo de Mujeres Libres en Bilbao, uno de los tantos que existe en el Estado.

Una casa feminista


La elección del sitio para realizar esta exposición tampoco parece casualidad. El edificio Marienea acoge habitualmente distintos actos ligados al movimiento feminista, e incluso ha promovido distintas investigaciones sobre el papel de la mujer en esta localidad vizcaína. 

“Marienea es un espacio que busca reconocer la historia y la memoria de las mujeres”, contó a Público el concejal de Igualdad, Asier Iragorri. Con los paneles de Mujeres Libres de fondo, el edil reconoció la importancia de “recuperar la memoria histórica” de las feministas “antes y durante la guerra”, algo que ha sido “tapado e invisibilizado”. La exposición recién inaugurada busca, precisamente, acabar con ese silencio.

FUENTE: publico.es
Danilo Albin
Bilbao - 19/07/2018

23/1/18

CASO SCALA

La guinda de la guerra sucia posfranquista contra el anarquismo


Se cumplen cuarenta años del incendio que puso en marcha el caso Scala, un tortuoso proceso judicial contra varios jóvenes anarquistas durante los años convulsos de la Transición.  Se abrió la cacería contra el movimiento libertario mientras los acusados señalaban las incongruencias de la versión oficial y apuntaban a la mano negra de los servicios secretos.

Los bomberos de Barcelona sofocando el fuego en la sala de fiestas Scala, en enero de 1978.

En aquellos primeros días de 1978, los nuevos consensos de la Transición habían alcanzado una solidez inesperada. Hacía apenas dos años de la muerte de Francisco Franco y España ya había olvidado la inquietud sucesoria, había celebrado elecciones a Cortes y se encaminaba hacia el refrendo popular de una flamante carta magna. Por un lado, los altos mandos franquistas se vistieron de demócratas en una vertiginosa operación de camuflaje. En el otro extremo, el Partido Comunista de España, que acababa de conocer la legalidad en abril, reclamaba en julio un gobierno de concentración junto a formaciones como UCD y Alianza Popular.

No hubo gobierno unitario pero en octubre se firmaron los Pactos de la Moncloa, que garantizaban al presidente Suárez una paz romana entre partidos y anticipaban la fotografía del gran pacto constitucional. La CNT no solo arruinaba aquel consenso expres, sino que sobre todo, promovía huelgas, convocaba mítines multitudinarios y ejercía un influjo inconveniente sobre las secciones catalanas de CCOO y UGT.


El 15 de enero de 1978, alrededor de quince mil personas se manifiestan en Barcelona convocadas por la CNT para protestar contra los Pactos de la Moncloa. La marcha recorre la Avenida del Paral·lel (por entonces Marqués del Duero) y se disuelve a la una de la tarde en la Plaza de España. A la una y cuarto comienza a arder la sala Scala.

Inaugurado en 1973, aquel local de los hermanos Antonio y Ramón Riba ofrecía un restaurante con espectáculos de revista y un espacio festivo donde se divertía la gente bien de Barcelona. Los periódicos sostienen, en un primer momento, que cinco jóvenes han arrojado cócteles molotov contra la fachada y el fuego ha derrumbado las siete plantas del edificio. Cuatro trabajadores de la sala mueren en el incendio. Se llaman Ramón Egea, Juan López, Diego Montoro y Bernabé Bravo.

Los bomberos de Barcelona sofocando el fuego en la sala de fiestas Scala, en enero de 1978.
Los bomberos de Barcelona sofocando el fuego en La Scala, en enero de 1978.

El 18 de enero, la prensa anuncia nueve arrestos. La Dirección General de Seguridad asegura haber neutralizado un comando terrorista vinculado a la CNT, la FAI y las Juventudes Libertarias. Serían, dicen los periódicos, una célula de vocación insurrecional, el brazo armado del sindicalismo anarquista. La Policía atribuye el incendio a tres afiliados de la CNT. Son Xavier Cañadas, Arturo Palma y José Cuevas.

Nada más conocerse las detenciones, la CNT difunde sus primeras inquietudes. Es absurdo pensar, dice Enrique Marcos, que la CNT haya incendiado un local cuya mayoría de trabajadores están afiliados a la CNT.

Recorte de prensa sobre el incendio en la sala de fiesta Scala, de Barcelona
Recorte de prensa sobre el incendio en la sala de fiesta Scala, de Barcelona

En diciembre de 1980 se celebra el juicio contra seis militantes anarquistas. La Fiscalía reclama un total de 309 años. Para entonces, un juez ya ha ordenado la liberación de María Teresa Fabres, que ha permanecido dos años encarcelada sin que se haya demostrado su relación con los hechos. Los acusados denuncian haber firmado sus declaraciones bajo tortura y dos médicos enumeran las lesiones que advirtieron en dos de los detenidos.

Por otra parte, los abogados recriminan que los restos de la sala Scala hayan sido derribados sin orden judicial y que se les haya vetado el acceso a la zona. La ausencia de un peritaje independiente alimenta las hipótesis de la defensa, que señala a un confidente policial llamado Joaquín Gambín, alias El Grillo.


Joaquín Gambín Hernández, alias "El Grillo"

El confidente rondaba la cincuentena y lo llamaban "el viejo anarquista" a pesar de que no se le conocía ninguna trayectoria en el entorno anarquista. En enero de 1977, la policía lo detiene en Murcia en una redada contra la FAI en la que se intervienen dos maletas con armas y explosivos.

En su libro Caso Scala: terrorismo de Estado y algo más, Xavier Cañadas sostiene que aquel arsenal había sido un cebo policial para incriminar a la FAI, y al mismo tiempo, una atajo para infiltrar a Gambín en el movimiento libertario de Barcelona. El incendio de la sala Scala supuso, según Cañadas, la guinda de la guerra sucia posfranquista contra el anarquismo.
Portada del libro 'Caso Scala: terrorismo de Estado', de Xavier Cañadas

Gambín, que había instigado a los acusados a portar cócteles molotov durante la manifestación, se esfuma una vez comienza a arder la sala Scala. En marzo de 1979, aprovecha la muerte de su tío (también llamado Joaquín Gambín) para hacer creer que es él quien ha muerto y desembarazarse así de cualquier posible represalia anarquista. En octubre de 1979 es detenido en Elche por un delito de estafa y encarcelado en Murcia. A pesar de que la Policía de Elche conoce la orden de busca y captura que pende sobre él a causa del caso Scala, es puesto en libertad en febrero de 1980.

En pleno juicio, el diario El País confirma que Gambín lleva una vida apacible en Murcia y que la policía conoce su domicilio. En diciembre de 1981, la policía lo detiene en Valencia después de un tiroteo. Estaba cerrando una operación de compraventa de armas. En diciembre 1983, en medio de la presión mediática y las sospechas de amaño policial, el caso Scala vive un segundo juicio, esta vez contra Gambín.

Manifestación en Barcelona por las detenciones y el juicio por el incendio de la sala de fiestas Scala.


Joaquín Gambín confiesa haber trabajado para el servicio de información. Es el policía de Murcia José Gregorio López, quien lo habría reclutado para infiltrarse en el movimiento anarquista de Barcelona.

Gambín señala además a José María Escudero, hombre de confianza del comisario Roberto Conesa, y le acusa de haber organizado un montaje en la sala Scala. Escudero, curtido en el placaje contra la disidencia política durante el franquismo y la Transición, permanecerá como alto mando policial incluso bajo la presidencia de Felipe González.

 
Roberto Conesa Escudero* (1917 - 1994)
Antiguo jefe de la Brigada Político-Social y posteriormente,
encargado de la lucha antiterrorista contra ETA y  GRAPO

En el juicio contra los seis anarquistas, el juez condena a 17 años de prisión a Xavier Cañadas, Arturo Palma y José Cuevas. A Luis Muñoz y María Rosa López les impone penas menores y absuelve a María del Pilar Álvarez. En la segunda parte del juicio, Joaquín Gambín obtiene una condena de siete años de prisión menor por la elaboración de seis cócteles molotov.

Ninguna de las dos sentencias involucran al Estado ni toman en consideración las protestas de la CNT, que apuntaba al ministro Rodolfo Martín Villa.

Rodolfo Martín Villa

Cuarenta años después, es inevitable recuperar algunas incertidumbres. La duda de que unos cócteles molotov pudieran desatar un incendio de tamañas dimensiones. Los testimonios de que el edificio había comenzado a arder por el extremo opuesto a la fachada atacada. La noticia de que los bomberos habían hallado material militar inflamable dentro de la sala. La inmediata localización y detención de los sospechosos gracias a una delación.

Cuarenta años después, en definitiva, desconocemos el verdadero protagonismo del Estado en una operación que acarreó la muerte de cuatro trabajadores, el encarcelamiento de varios jóvenes activistas y una campaña feroz de desprestigio contra el pujante movimiento anarquista.



(*) Sinónimo del policía "caza-rojos", Roberto Conesa fue durante muchos años un personaje temible para los grupos políticos de oposición al régimen franquista, siendo uno de los más destacados protagonistas de la represión policial. Desde la Brigada Político-Social había actuado con dureza contra intelectuales de izquierda y obreros del PCE y de CC OO. Muchos de ellos aún recuerdan los terribles interrogatorios a los que los sometió Conesa, que recibió diversas denuncias por malos tratos y torturas. Fue un especialista en la infiltración y en la captación de confidentes en partidos políticos de la oposición. También trabajó en Santo Domingo con la policía del dictador Leónidas Trujillo. Conesa se hizo famoso para el gran público cuando en 1977 dirigió la liberación de Oriol y Villaescusa, secuestrados por los GRAPO. Conesa era jefe superior, de Policía de Valencia cuando fue repescado por Rodolfo Martín Villa, entonces titular de Interior, para aclarar aquellos secuestros.
Wikipedia - La enciclopedia libre

FUENTE: publico.es
Jonathan Martínez
Madrid - 14/01/2018

El Estado tiene una verdadera mina con el movimiento anarquista para echarle la culpa de todos sus marrones y salir impune. 

Recuerden que CNT fue la única organización político-sindical que no firmó los Pactos de La Moncloa, entre cuyos funestos acuerdos se hallaba el despido libre. 

¡Doblada! ¿O no?



1/8/17

EL EXPOLIO FRANQUISTA

Lo que la dictadura robó y la democracia nunca devolvió


Distintos documentos permiten conocer el sistema elaborado por la dictadura para “legalizar” los robos de bienes a sus enemigos. Para ello, el franquismo ordenó dividir a la población entre “afectos, desafectos y dudosos”. Alcanzaba con haber sentido simpatía hacia un partido político para perderlo todo.

Documento del Ayuntamiento del Concejo del Sestao del año 1937. / D.A.

Domingo Epalza pagó muy caro su compromiso con la libertad. Los franquistas no sólo le robaron el derecho a seguir soñando con una Euskadi libre, sino que también le arrebataron todas y cada una de sus pertenencias. Cuando este veterano nacionalista vasco ya había huido a Francia, los hombres de Franco en la pequeña localidad vizcaína de Orozko entraron a su casa y la vaciaron. En un detallado inventario, los verdugos apuntaron cada uno de los objetos apropiados. Las camas, las sillas, los espejos… Ya nada, absolutamente nada, volvería a ser suyo.

Fechada y sellada el 11 de julio de 1938, la detallada lista de los bienes robados a Epalza resume una de las prácticas favoritas del franquismo: la “incautación” de las pertenencias de sus “enemigos”, un concepto que el régimen utilizó de manera muy amplia. Así queda constatado en las órdenes elaboradas por la dictadura para perpetrar ese expolio contra un amplio sector de la población. Un robo de proporciones gigantescas que aún hoy, ochenta años después, continúa: los particulares expoliados por la dictadura nunca pudieron recuperar sus bienes.

Republicanos dejados en la miseria

Según consta en distintos documentos obtenidos por Público, el franquismo organizó meticulosamente este proceso. Las órdenes eran elaboradas desde altas instancias del régimen, y posteriormente llegaban a los municipios para que las “juntas locales de incautaciones” hicieran el trabajo sucio: serían sus miembros quienes se encargarían de decretar quiénes debían perderlo todo, e incluso cuál sería la dimensión de ese “todo”. El paripé dictatorial incluía un supuesto “juzgado especial de incautaciones” que jamás impartió justicia, sino que se limitó a coordinar el expolio para que se hiciera de manera ordenada.

De esta manera, las comisiones locales debían asumir la “realización de ficheros de presuntos responsables” y la “adopción de medidas precautorias para evitar la desaparición de los bienes abandonados por los rojos y separatistas, organizando la administración provisional de los mismos, así como preparándose para en su día poder administrar los bienes embargados”, tal como puede leerse en un documento de la Comisión Provincial de Incautación de Bienes de Bizkaia, en la que participaba el gobernador civil de turno y el abogado del Estado.

Escritos de documento encontrado del Ayuntamiento del Concejo de Sestao de 1937. / D.A.
Escritos de documento encontrado del Ayuntamiento del Concejo de Sestao de 1937. / D.A.

Tres categorías

Siguiendo las directrices del régimen, las comisiones de incautación clasificaron a los “vecinos y afincados” de los municipios en tres grupos: “afectos al Movimiento Nacional, desafectos y dudosos”. Se considerarán "afectos" los que por su actuación y patriotismo deban ser considerados como oro de ley”, señalaban. Por su parte, la categoría de “desafectos” abarcaba a “todos los que hayan incurrido en cualquiera de las causas de responsabilidad civil aunque tengan a su favor atenuantes o eximentes”, mientras que el término “dudosos” sería aplicado a “todos aquellos que no pueden ser incluidos en ninguno de los otros dos grupos, incluso los desconocidos si los hubiere”.

Presos del franquismo

En ese documento también se detallaba quiénes serían identificados como “responsables políticos por su intervención en la preparación o desarrollo de la revolución rojo-separatista”. En primer lugar estarían "todos aquellos que acordaron levantarse en armas contra nuestro Ejército, hayan llevado o no a la práctica su proyecto”, así como “todos los que antes o después de haber estallado el Movimiento Nacional hayan hecho propaganda de cualquier clase en favor del Frente Popular o del Partido Nacionalista Vasco”, incluyendo a “los que formaron parte de dichos partidos políticos o hubiesen cedido u arrendado locales a dichas organizaciones”.

Del mismo modo, el régimen ordenaba expropiar “a todos los que por cualquier otro medio hayan colaborado con actos u omisiones que revelen su ánimo de favorecer el triunfo de la revolución rojo-separatista” o “hubieran servido u obtenido cargos o comisión en empresas comerciales o industrias que hayan trabajado para el Gobierno de Euzkadi o rojo (sic)”. Tampoco escaparían los que “a partir del movimiento revolucionario de octubre de 1934 hayan desempeñado cargos directos o de asesores políticos en los partidos que luego integraron el Frente Popular o el Nacionalismo Vasco o desempeñaron cargos similares en asociaciones inspiradas en dichos partidos o simplemente figuraron como afiliados de los mismos”. Ese último concepto, el de “afiliados de los mismos”, figura subrayado en rojo.
Beneficiarios de casas baratas según el documento consultado. / D.A.

"Pedestales de oro"

Tal como se detalla en uno de los documentos obtenidos por Público, el franquismo identificaba el robo de bienes como un asunto de “suma trascendencia, porque la Justicia de la Nueva España ha de administrase de arriba abajo, empezando por los grandes y poderosos plutócratas que aprovecharon sus pedestales de oro para manejos turbios en contubernio con los personajes rojo-separatistas”.  Asimismo, se dejaba claramente escrito cuáles serían las “medidas precautorias y de administración” sobre los bienes expoliados a las víctimas de la dictadura. “Tan pronto como la Junta tenga conocimiento de la existencia de bienes de cualquier clase que hayan sido abandonados, mereciendo por tal motivo la calificación de bienes presuntamente incautables, procederá con la mayor urgencia formar con los mismos un inventario y adoptar las medidas precautorias que estime la Junta Local necesarias para su conservación y mejor rentabilidad y evitar su desaparición”. En esa línea, ordenaba realizar “una exacta contabilidad de los ingresos que por tal concepto puedan obtenerse”.


De manera paralela, el régimen franquista fijó las bases para el denominado “servicio de recuperación de muebles y enseres”, dirigido a dar vía libre a todas aquellas personas afines a la dictadura que quisieran hacerse con los bienes de sus enemigos. Tal como se detallaba en una resolución del 3 de julio de 1937,bastaba  con alegar que una pertenencia era de su propiedad para que un “español de bien” se hiciera con objetos de los denominados “rojo-separatistas”.

Esas órdenes estuvieron seguidas de las “investigaciones” efectuadas por los integrantes de las comisiones de “recuperación civil”, las cuales se encargarían de materializar este robo generalizado. En otras palabras, ya nadie podría escapar. “Esta comisión se propone practicar investigaciones domiciliarias por medio de sus agentes al objeto de la imposición de las severas sanciones que procedan”, advirtieron sus responsables en Bizkaia mediante una nota enviada a los ayuntamientos en julio de 1937. A partir de entonces, los grupos locales iniciaron sus tareas de “incautación”, lo que derivó en horrendos inventarios que detallaban los bienes robados.

El Estado actual se niega a devolver a sus legítimos propietarios miles de bienes incautados por el franquismo,
tales como el edificio de la presente fotografía, hoy en dia ocupado por dependencias municipales.

Las víctimas jamás recuperarían sus pertenencias ni serían recompensadas. No ocurriría durante el resto de la dictadura, pero tampoco en la actual "democracia".

FUENTE: publico.es 
Danilo Albín 

11/1/17

FALLECE EL FILÓSOFO GARCÍA RÚA

José Luis García Rúa, libertario “pordiosero social”

“Sin presión social es inútil la participación política”

José Luis García Rúa (1923 - 2017)

“Durante el estado de excepción de 1970 me llevaron a comisaría y allí estaba el comisario Claudio Ramos. No llegó a pegarme nunca; lo más que hizo fue ponerme el puño en la cara, sin atreverse a descargar, con lo que yo sentía los pelos de sus nudillos. Pero me dijo: ‘Es usted un pordiosero social’. Me dio mucho que pensar y me dije: ‘Coño, tiene razón este hombre”. La ironía doliente define bien al libertario, filósofo, filólogo clásico, maestro de la antipedagogía y secretario general de la Confederación Nacional del Trabajo, José Luis García Rúa (Gijón, 1923).

Sabe lo que es la lucha desde crío, cuando la Guerra Civil lo dejó huérfano y le obligó a hacerse cargo de la familia. En alguna ocasión dijo que sólo la muerte le impediría seguir en el combate social y antipolítico. Hoy está en otra pelea, en la cama de un hospital de Granada al que le han llevado –intuye su hijo Héctor- “los palos que le ha dado la vida”. Mucho más duros que los del comisario Ramos, seguro. Hace cinco años José Luis perdió a su compañera, su esposa, Gisela. Después se fue su primogénito, el catedrático Emilio José García Wiedemann. La puñalada más profunda fue la de la muerte, diez días después de nacer, de una de sus nietas.

Emilio José García Wiedemann (1959 - 2012)

Pero a golpes se hizo anarquista que, con sólo 13 años, tuvo que contemplar el cadáver de su padre, destacado militante cenetista y uno de los fundadores del POUM, el Partido Obrero de Unificación Marxista, en Asturias. Una bala de la Guardia Civil mató a su padre, Emilio José García, durante el cerco a Oviedo en 1936. “Le entró por la parte inferior del cuello y le salió por la parte alta de la cabeza” narraba José Luis en las memorias que escribió hace unos años para el diario La Nueva España. “Subí a verlo y rompí a llorar. Un compañero me dijo: ‘No llores; cuando seas grande ya le vengarás’. Quizás la manera de vengarle haya sido la fidelidad a la causa obrera”.

Indeleble aquella cicatriz, otro episodio que marcó al chaval durante la contienda tuvo lugar en la escuela del pedagogo anarquista Eleuterio Quintanilla, cuando los fascistas estaban cerca de Gijón. “Nos estaba examinando de francés cuando sonaron las sirenas de la aviación. ‘El que quiera marchar, puede hacerlo’, dijo. Nos quedamos cinco en la clase y él siguió examinando sin inmutarse, como si no estuviera pasando nada. Aquello fue para mí una gran enseñanza: la necesidad de no dejarse invadir por el miedo”.

Eleuterio Quintanilla Prieto (1886 - 1966)

Valiente, como una madre que se negó a embarcar a los niños rumbo a Rusia, escapó a Cataluña con sus dos hermanos a los que alimentaba robando cebollas. Con 15 años, durante la ofensiva franquista, huyó con el mayor a La Provenza donde protagonizó su primera revuelta. “Se comía muy mal. Yo había leído en el periódico L´Aube que el gobierno de Negrín daba a Francia 15 francos diarios por refugiado. Traduje aquella noticia y hubo una revolución. Me esposaron y me llevaron a Barcarés, a un campo de concentración de soldados en una playa inmensa”. 

Recuerda García Rúa las conversaciones de barracón con destacados socialistas, comunistas, republicanos y, especialmente, con un anarquista al que Franco había mandado fusilar en Gijón; un chaval de las Juventudes Libertarias que sobrevivió a las ametralladoras y a la caída por el acantilado al que arrojaban los cuerpos porque cayó sobre un montón de cadáveres. “Aquellos debates me dieron muchísima luz y quizás fue allí donde comencé a tener alguna tendencia política”.


La embolia de su hermana, que le paralizó medio cuerpo, le obligó a volver a España para ayudar a su madre. En Gijón vendió botellas, fue almacenista de estraperlo, construyó tejados, fabricó baldosas, hasta que, “encabronado” con un salario de siete pesetas, decidió volver a estudiar. Hizo el bachillerato mientras sacaba carbón de La Camocha. Quería ser médico, pero las prácticas no le permitían seguir alimentando el hogar. Así que comenzó Filosofía y Letras en Oviedo. Y, con una beca de 500 pesetas, de las que daba 200 a su madre, se doctoró en Filología en la Universidad de Salamanca.

Allí trato con Zamora Vicente, José María Ramos y Loscertales, Lázaro Carreter o Manuel Alvar. Estoy hasta 1955 en Salamanca, que me cansa. Mi forma de obra abiertamente chocaba con esquemas muy cerrados”, cuenta. Emigró a Alemania con un lectorado. Y Alemania, y una mujer, Gisela Wiedemann, cambiaron también la anarquista vida amorosa del libertario que puso una condición para convertirse en esposo de la germana: la de casarse para dedicarse a los demás.
José Luis García Rúa (centro), en la charla 'Más de 100 años de anarcosindicalismo' en Candás. / CNT

La escuela obrera de la calle Cura Sama

En 1958, la familia García Wiedemann volvió a Gijón “con una mano delante y otra detrás”, confesaba José Luis en sus memorias. En el Ateneo Jovellanos, el filólogo comienza a relacionarse con el grupo de teatro ‘La Máscara’ al que propone crear una escuela obrera. “Estaba convencido de que la clase obrera carecía de medios auténticos de ilustración”. Con tres requisitos para el alumnado -que supiera leer y escribir, que tuviera una edad prudente, no menos de 10 años, y que llevara una banqueta- nació, sin sillas, la Academia Obrera de la calle Cura Sama.

“Enseñábamos de todo, siempre con vistas a la vida cotidiana. Mediante el diálogo, no había distancia entre el alumno y el profesor, la enseñanza estaba encaminada a a producir otra mentalidad. Era hacer una casi antipedagogía. Dar a conocer textos científicos, literarios o políticos desde la crítica y desde la propuesta de la opción contraria”. La policía enseguida se interesó y a José Luis lo llamaron no en pocas ocasiones de comisaría para animarlo a que lo dejara. Dice que sorteó unos cuantos interrogatorios hasta que intervino Oviedo, el comisario Claudio Ramos, y “la cosa fue mucho más dura”.

Claudio Ramos Tejedor 

En ese momento, con la tradición familiar y las cicatrices de la vida, García Rúa vuelve a tener contactos con la CNT clandestina que se acerca también a la academia. “Un día, en Oviedo, Ramos se sentó al lado mío en un café. ‘No sé quién es usted’, le dije, y fue como si le hubiera insultado. Se levantó y gritó: ‘¡Acompáñeme!”. Salió de comisaría 24 horas después con la prohibición de regresar a Oviedo. En el 65, tras infringir el precepto, fue Ramos quien se acercó a Gijón: “Le voy a cerrar la academia”. Y se la cerró.

En 1969 fundó las Comunas Revolucionarias de Acción Socialista (CRAS) de las que se separó cuando un grupo se declaró organización marxista para afiliarse definitivamente a la CNT. García Rúa era un indeseable –“un hombre de dudosa conducta”, según su informe policial- que daba tumbos académicos, expulsión tras expulsión, entre Oviedo, la Universidad Laboral de Córdoba, o la Universidad de Jaén. Hasta que, muerto el dictador, le concedieron plaza en la facultad de Filosofía de la Universidad de Granada. “Y allí me jubilaron con 65 años y 65.000 pesetas. Pero me hicieron profesor emérito y lo fui hasta 2003”.


Hombre modesto, apenas dedica una línea de sus memorias a sus responsabilidades políticas: secretario regional de CNT Andalucía desde el 77 y máximo responsable del sindicato entre 1988 y 1990, seis años director del periódico CNT, y secretario general de la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT) entre 1997 y 2000. Es titánica la tarea de reunir sus artículos, sus ensayos o las conferencias que, hasta hace dos años, todavía impartía en su academia obrera, en la actualidad Aula Popular García Rúa. 

A la que volverá pronto, cuando salga del hospital en el que pelea contra su achaque. Como regresará a su piso de la barriada granadina del polígono de la Cartuja, ese en el que se va la luz por culpa de los cultivos de marihuana. Y a la lucha, convencido de que “sin presión social es inútil la participación política”. Describe Héctor, su hijo, “la ilusión que le transmitió el 15M” y la desolación que le produjo “la aparición de los grupos que se apropiaron de aquella expresión social”. Movimientos que según García Rúa –termina el heredero del libertario, que se despide con un “¡salud!”- “serán devorados por las propias reglas del juego”.

 José Luis García Rúa, el primero de mayo de 2013 en Granada. / CNT
 José Luis García Rúa, el primero de mayo de 2013 en Granada. / CNT

FUENTE: publico.es
Cris S. Barbarroja
26/01/2016

21/11/16

CHAPUZA POLICIAL

Caso 14-N: un montaje policial para encarcelar a dos militantes de la CNT

Jorge y Pablo se enfrentan a penas de cárcel por incidentes durante la huelga general del 2012 en Logroño. Un vídeo desmonta la versión policial en un proceso sin fecha de juicio que se alarga ya cuatro años y en el que también está encausado un sindicalista de UGT

Jorge Merino y Pablo Alberdi, sindicalistas de la CNT

Pablo Alberdi es carpintero y Jorge Merino trabaja en una cooperativa de repuestos agrícolas. Los dos son militantes de la CNT de Logroño, La Rioja, y sobre ellos planea la sombra de una condena de varios años de cárcel desde hace cuatro años. La Policía y la Fiscalía les hacen responsables de los disturbios que tuvieron lugar en la ciudad durante la huelga general del 14 de noviembre de 2012 contra la reforma laboral del PP. A ellos se sumó posteriormente otro acusado, militante de UGT.

Ninguno de los procesados recuerda una movilización tan grande en la ciudad como la de aquella huelga. Hay que tirar de hemeroteca hasta los años 70, en pleno conflicto de los metalúrgicos, para encontrar disturbios en Logroño en los que la Policía disparase pelotas de goma. Pero en 2012 volvió a pasar, un claro reflejo del retroceso en derechos sociales y laborales que ha sufrido España desde que se anunció la crisis económica. La represión de la protesta es otra muestra. Más de 300 sindicalistas han sido o serán enjuiciados por la vía penal por participar en piquetes y huelgas desde 2010. El de Pablo y Jorge es un caso más. Mejor dicho, un “no-caso”, como la plataforma Stop Represión La Rioja ha bautizado este “montaje policial” en el que hay en juego más de doce años de prisión y multas por valor de 5.000 euros.


“Es la chapuza más grande que la Policía ha hecho en Logroño*”, explica Jorge a Público. Los cambios que tanto la Fiscalía como el abogado del Estado han realizado durante la fase de instrucción son su prueba más clara. Primero le acusaron de atentado y lesiones a un agente y de desórdenes públicos. “Cuando se dieron cuenta de que, cuando pasó todo, yo estaba en Navarra, trabajando, cambiaron y me acusaron de inducir a los desórdenes”, relata. La petición sobre él ha bajado de nueve a dos años de cárcel. Jorge era el que llevaba el megáfono. Nadie le identificó. Cuando terminó la manifestación, se despidió de sus compañeros y se fue a la fábrica de Navarra en la que trabajaba en el turno de noche. Allí no se había convocado huelga y tenía que asistir al trabajo.

Pablo cree que lo que le han quitado a Jorge tienen que encasquetárselo a otro para que les salgan las cuentas. Que por eso a él le pedían cinco años de cárcel y, ahora, seis años y nueve meses más una multa de 4.000 euros. Se le acusa de ser el “autor material de desórdenes públicos, de atentado con medio peligroso y de lesiones a un agente”. Él, explica, fue detenido mientras levantaba una pancarta durante la primera de las tres cargas policiales que hubo en Logroño el 14-N de hace cuatro años. “No tiré ninguna piedra, como dice la policía y la Fiscalía. De hecho, en los escritos nadie me identifica a mí. Cuando se empezó a tirar piedras fue en la última carga, y respondieron disparando pelotas de goma, yo ya estaba esposado en el furgón policial”, apunta.


El tercer procesado ni siquiera fue detenido esa noche. El abogado del Estado lo sumó al proceso en febrero de 2013. Su nombre es Iñaki y está acusado de atentado con medio peligroso y de desórdenes públicos, aunque su defensa va a cargo de UGT y no ha sido una cara visible en la campaña por la absolución que se puso en marcha desde 2013. “Le procesan porque pensaban que era de la CNT. Cuando dijo ante el juez que pertenecía a UGT se quedaron todos sorprendidos”, dice Pablo.

Pablo y Jorge están relativamente tranquilos. Han presentado todas las pruebas y testigos que les exculpan con claridad. En el caso de Pablo, un vídeo muestra claramente cómo es golpeado y detenido por el jefe de los antidisturbios mientras tenía los brazos en alto. Un vídeo de los manifestantes, porque casualmente, los vídeos que grabó la Policía fueron borrados esa misma noche, pese que a se iba a abrir una causa penal al día siguiente. Las imágenes de las cámaras del Palacete de Gobierno, donde sucedieron los hechos, tampoco están disponibles. “Dicen que la Policía disolvió la manifestación cuando le lanzaron piedras. En el vídeo se ve claramente cómo empieza la carga. Fue cuando un globo con pintura se estrella en el escudo de un policía”.

“Me pusieron fino a ostias en el calabozo”
 




Según denuncia Pablo, sufrió malos tratos y agresiones por parte de los agentes una vez que estaba en comisaría. “Me dan de hostias, me ponen bien fino en comisaría. Y sobre todo en el sótano del juzgado, antes de declarar, entre dos policías”. No ha denunciado los hechos por recomendación de su abogado. “Si lo hubiera hecho, me habrían denunciado en masa los policías”, dice. Prefiere esperar a que pase el juicio, para el que cuatro años después sigue sin haber fecha. Pero sabe que es imposible probar que fue golpeado.

Su único testigo es el propio Jorge, que pasó con él varias horas en los calabozos y vio una de las palizas que relata Pablo. “Parecía una película de carceleros. Estaba acojonado, nunca había estado detenido. Tuve que gritar para que bajaran otros policías a parar al agente que le estaba pegando”, añade.

 
Jefatura Superior de Policía de Logroño

Pero, ¿cómo acabó Jorge detenido si estaba en otra ciudad? “Cuando acabé mi turno me fui a casa y me acosté. Llevaba un día casi sin dormir con la huelga. Sonó el teléfono y era un abogado del sindicato. Me dijo que me estaban buscando, que me presentara en comisaría o que me fuera al extranjero”.

Un montaje contra la CNT
 

Decidió entregarse. Sabía que no había hecho nada. “La primera pregunta que me hicieron fue si era dirigente de la CNT. Miré la mesa y vi una ficha con una foto mía. En rotulador gordo ponía ‘CNT’, en letras grandes. Mi abogada les dijo que eso dejaba claro que había listas negras de sindicalistas”, explica Jorge con indignación. “Está claro que iban a por la CNT. Habíamos conseguido movilizar mucho, sobre todo después del 15-M. Se estaba trabajando muy bien con otras organizaciones y la prueba es que la huelga fue un éxito en Logroño”, añade Pablo.

Más que preocupado Jorge está “muy cabreado”. “Llevamos cuatro años defendiéndonos de algo que no hemos hecho. Los medios locales nos han puesto de terroristas para arriba”, dice. Para Pablo, estos cuatro años han sido “un especie de militancia obligada que no deja tiempo para nada más. Hasta mis conocidos creyeron que había tirado piedras”, lamenta.



Endika Zulueta, uno de los abogados de la defensa, afirma a Público que las peticiones de pena “se haya cometido o no el delito, son desproporcionadas” y recuerda que, en un juicio penal “es la acusación la que tiene demostrar que hay delito. Basta con sembrar la duda para que sean absueltos”. Y precisamente son muchas las dudas que deja a la vista este eterno proceso. “La vista oral tiene que ser absolutoria”, apunta Zulueta con los testigos y las pruebas ya presentadas. "Hay un sufrimiento causado por el Estado por la futurible posibilidad de ingresar en prisión. El proceso se está dilatando mucho y no hay una explicación racional para ello”, añade el letrado.

Pese a todo, Pablo y Jorge ponen de relieve la “solidaridad” que están recibiendo desde organizaciones y colectivos sociales, celebran la creación de la plataforma Stop Represión La Rioja a raíz de su caso y creen que el proceso está mereciendo la pena por la unidad que ha generado en torno a la represión de los movimientos sociales. 


FUENTE: publico.es
Jairo Vargas - 18/11/2016 
 


(*) ¡...oño! En Logroño.

26/6/16

CHRIS EALHAM / HISPANISTA

"No creo que Podemos ofrezca gran cosa nueva"

 
Chris Ealham, un hispanista raro
(Fotografía cedida por el autor)

Chris Ealham (Kent, 1965) es un historiador e hispanista raro. Su obra parte de reconstruir las mentalidades, las cosmovisiones y la autopercepción de los sujetos que estudia. En ese sentido, explica conflictos reconstruyendo la cultura que los verbaliza. Especializado en anarquismo español y catalán, es autor del importante La lucha por Barcelona. Clase, cultura y conflicto 1898-1937 (Alianza Editorial, 2005), una explicación del conflicto social en Barcelona a través de varias culturas en colisión, entre ellas, la anarquista. Vuelve a incidir en la cultura como instancia de conflicto en España fragmentada. Historia cultural y Guerra Civil Española (Comares, 2010), volumen colectivo del que es coeditor, junto a Mike Richards. Recientemente ha aparecido su Vivir la anarquía, vivir la utopía. José Peirats y la Historia del Anarcosindicalismo Español (Alianza Editorial), una biografía de José/Josep Peirats y, por lo tanto, una biografía del anarquismo catalán del siglo XX.

En esta entrevista hablamos de su obra, de su tema de estudio y, a través de ambas cosas, intentamos extrapolar algo de todo ello a la actualidad reciente.


Una constante, muy atractiva, de su trabajo, consiste en trabajar con la autopercepción de sus investigados. Las culturas barcelonesas de inicios de siglo, el anarcosindicalismo. Esto, que tiene resultados muy sexis, no es muy frecuente. ¿Cuál es el origen de esta manera de trabajar suya? ¿La psicología social?

Para entender a los actores sociales es muy importante analizar el pasado con un sentido antropológico. Concretamente, con el anarcosindicalismo catalán estamos hablando de un movimiento social muy extendido, con raíces profundas. Hay mucha literatura dedicada a realizar un discurso sobre su pasado, su naturaleza, que cae en el negacionismo. Hay una literatura muy política que muchas veces aparenta otra cosa, aparenta estudios académicos y externaliza el anarquismo. Mi idea es analizarlo desde dentro. En algunos casos pude hacer entrevistas, también he utilizado autobiografías de militantes para entrar en su mundo e intentar reconstruir el significado de su actuación. No soy el único que lo hace –tenemos los ejemplos de Anna Monjo y Dolors Marín--. También eso forma parte de la escuela histórica británica de historia social. Tenemos el ejemplo de Edward Palmer Thompson. Leer sus trabajos cuando hice la carrera fue muy inspirador para mí.


Su último libro es una biografía de Josep Peirats, el autor de La CNT en la Revolución Española. ¿Dónde le nació el interés por la persona?

Conocí los trabajos de Peirats cuando estuve preparando mi libro sobre Barcelona y siempre me ha fascinado la lucha por la cultura de los obreros barceloneses. Me parecía muy valiente. Dentro del anarcosindicalismo está la historia negra del anarquismo. Pensamos que no son más que bombas, pistolas y violencia. Siempre me ha llamado la atención que por cada anarquista violento hay tres o cuatro más: educadores, obreros...


Vegetarianos...

Sí, hay de todo dentro del movimiento. Y dentro de ese movimiento de masas, los violentos, entre comillas, han sido una minoría. Pero la lucha por la cultura, por extender la cultura a los mismos obreros, y también dentro de la sociedad catalana, eso me ha llamado mucho la atención. La relación o el papel de los intelectuales, de nuevo entre comillas, de lo que era un sindicato, pero también un movimiento social. Hay pocos intelectuales de clase media, existen, pero en general, cuando hablamos de los intelectuales de la CNT, del movimiento anarquista, estamos hablando de obreros autodidactas en su mayoría, gente como Salvador Seguí, que fue pintor, Ángel Pestaña, relojero, o Peirats, que está en la misma línea: un obrero que con ocho años se convierte en ladrillero y, después, en el ladrillero más publicado en la historia de los ladrillos. Y eso me llama mucho la atención. ¿Cómo es posible que haya gente que, naciendo en un mundo muy hostil, llega a tener tal nivel de cultura?


Corríjame: Peirats es el emisor del punto de vista oficial de la CNT de posguerra. ¿De ahí también radica su interés?

Mmm... No tanto. Porque, bueno, en el primer momento yo pensé que Peirats era como un portavoz del movimiento, pero al investigar para el libro me di cuenta de que en la mayoría de los casos era disidente. Antes de la Guerra Civil, antes de la polémica sobre la entrada de los anarquistas en el Gobierno, ya Peirats estaba criticando lo que él vio como el rumbo reformista del movimiento, apoyando la candidatura del Frente Popular en febrero del 36. Y después, a lo largo de la guerra es uno de los más críticos con los líderes del movimiento libertario. Después, en el exilio, es dos veces secretario general. Pero eso no necesariamente significa que sea un conformista dentro del movimiento, porque su gran obra a nivel organizativo, su gran trabajo, fue intentar unificar las dos partes de la CNT tras una escisión brutal después de la II Guerra Mundial. Al final, por su oposición a los sectores más influyentes de la CNT --efectivamente, estamos hablando del matrimonio Federica Montseny y Germinal Esgleas--, le expulsan de la CNT...


Oficialmente, por ladrón, como señala en su libro...

Sí, bueno dijeron lo mismo sobre Cipriano Mera, otro disidente que fue, como Peirats, un obrero honrado con una moralidad muy estricta. Claramente fue por otro motivo --por su oposición a lo que era el control burocrático de un movimiento que siempre había resistido la burocracia--. Pero en el exilio la CNT se convierte en otra cosa. Pero en general, no sé si se puede considerar el libro de Peirats, La CNT en la Revolución Española, la visión oficial de la Guerra. Buena pregunta... Hmm... Ahora lo estoy pensando. Evade ciertos temas, esto es seguro. Habla de los ministros anarquistas, pero por ejemplo evade toda la crítica a los amigos de Durruti, que era la crítica más profunda dentro del anarquismo, del rumbo del movimiento durante la Guerra. Pero en general, yo diría que a lo largo de su vida Peirats fue un rebelde, una persona muy crítica.


Desde la guerra hasta los setenta el movimiento anarquista español desaparece o disminuye perceptiblemente. La represión y la infiltración son evidentes, pero ¿es responsable de esta dinámica también el propio movimiento, que no sabe practicar un aggiornamento, que no sabe desprenderse del cenetismo oficial de Toulouse? ¿Qué falla? ¿Cuál es el fracaso personal, no necesariamente policial?

El punto de partida es que el franquismo constituye la represión más brutal. Muchos militantes no estaban preparados. La gente conocía la dictadura de Primo de Rivera y no se puede comparar el nivel de la represión. Los miles de militantes que murieron en el Camp de la Bota en Barcelona --una zona de la playa, en la que se practicaron fusilamientos cotidianos en la postguerra--... Estamos hablando de un contexto muy duro, la represión franquista siguió a un ritmo tremendo en los primeros años de la postguerra. Constituyó un trauma monumental para los militantes. Hicieron lo que pudieron dentro del contexto. Hay que tener en cuenta que el anarquismo español no fue nada sin la CNT, que es, principalmente, un sindicato. La guerra del Estado franquista contra la CNT efectivamente lo dejó muy difícil. Reconstruyeron la CNT en el Estado Español y tuvo éxito, tuvo miles de afiliados y atrajo a militantes clandestinos, activistas en un contexto muy difícil, pero la represión era cruenta. La resistencia de los maquis es otra cosa. Hay quien dice, y a lo mejor tiene razón, que fue un error reconstruir la CNT en Francia, porque siempre había funcionado como un sindicato de lucha, y en Francia se convirtió en un centro social para los  exiliados. Quizás hubiera sido mejor crear un movimiento anarquista exiliado en Francia sin tener CNT. Porque la CNT jamás funcionó en Francia como en España. Viendo el contexto me parece difícil criticar demasiado a los líderes en el exilio, la gran crítica que tengo es que en el exilio, y a lo mejor es una condición de vivir en el exilio, poco a poco se alejaron de las realidades españolas. Un gran ejemplo de eso está en los años sesenta, con el nacimiento de una nueva clase obrera en España debido al boom económico. Con esa nueva clase obrera tenemos el surgimiento de CCOO. En muchos casos --en la zona barcelonesa y otras zonas de la geografía del Estado español-- las primeras Comisiones tenían mucha influencia en las zonas de tradición anarcosindicalista, y en muchos casos --en L'Hospitalet, por ejemplo--, los militantes, creadores de Comisiones eran cenetistas. Los líderes de Toulouse, con una visión muy alejada de lo que estaba pasando en España, no eran capaces de concebir un nuevo movimiento que no era necesariamente de la CNT, y estaban muy preocupados con el control burocrático, querían controlar lo que estaba pasando en España y el flujo de información de España a Francia. Hubo mucha censura de Montseny y Esgleas, no querían saber nada de lo que era el movimiento sindical más poderoso que ha conocido el franquismo. Fue un gran error de los líderes de Toulouse porque el cenetismo podía haber estado representado dentro de Comisiones. Hubiera llegado así a una nueva generación de obreros, en cambio, dejaron el campo abierto para los comunistas. Hay que tener en cuenta que CCOO no se convierte en un sindicato comunista hasta mucho más tarde, pero los anarquistas, los anarcosindicalistas, dejaron el campo abierto.


En los setenta los mítines más concurridos de Barcelona son anarquistas, las Jornadas Libertarias y el mitin de la CNT en Montjuic registraron asistencias aún no superadas. Había no sólo curiosidad, sino cierta predisposición o interés hacia un movimiento que de alguna manera existía en la calle o en la memoria. ¿Qué pasa cuando el exilio vuelve, y se produce un choque bestial entre ese exilio y ese movimiento de la calle? ¿En qué consiste ese choque? ¿Qué ocurre? ¿Qué es lo que les recibe aquí?

A nivel emocional fue muy importante lo de Montjuic. Decir hemos estado fuera, pero hemos vuelto y todavía somos un movimiento de masas.


¿Se lo creían?

Sí, pero creo que el gran problema que tiene la CNT en aquel momento es una cuestión de renovación. En vez de captar las nuevas energías, gente como Montseny no quiso dejar el liderazgo. Hay un tipo de timelag y un conflicto de generaciones. Muchos de los viejos no entendían los nuevos movimientos sociales, como el feminismo. Pero con el Caso Scala hay un antes y un después: antes del Caso Scala la CNT, el anarquismo, tenía un gran poder de convocatoria, en Barcelona y en otras zonas del Estado español. Después del Caso Scala –un asunto muy oscuro con la participación clave de un infiltrado vinculado a la policía--, los medios no paraban de identificar el anarquismo con la violencia. Y bueno, no vamos a saber esto, pero es posible que si no hubiera pasado el Caso Scala, la CNT hubiera estado en primera línea para organizar las protestas contra los pactos de La Moncloa y el ataque contra la clase obrera que vino con ellos. Y es posible, en otras circunstancias, que la historia de la Transición hubiera sido bien distinta.


Permítame extrapolar sus conceptos de cultura. Estamos en un momento de crisis de Régimen. ¿Percibe un choque cultural o sólo es un choque político?

Yo lo veo más como un choque político. Estamos con la crisis de la visión de la democracia que ha sobrevivido desde la Transición. Supongo que hasta cierto punto esto es una cuestión de la cultura política. Pero sobre todo lo veo como una cuestión política: cómo llegar a una nueva estructura capaz de captar los deseos de cambio. Yo creo que hay un gran rechazo, desde la crisis, hacia los políticos que han llevado las riendas del Estado español desde la Transición. Y la cuestión es ¿después qué? Pero lo veo todo, lo dicho, más bien en términos políticos que en términos culturales.


Hay una cierta pugna, aplazada, no verbalizada, en el interior de Podemos, entre quien quiere crear un gran partido y gente que quiere crear un gran movimiento. A veces se utiliza como ejemplo la CNT, para explicar algo que tuviera una funcionalidad política, que en el caso de la CNT era sindical, pero que sirviera para hilvanar políticas y acciones no institucionales. ¿Cree que existe una cultura antiautoritaria suficiente para llegar a esta idea?

Yo creo que Podemos ha captado muchas de las energías y las críticas del 15M, y ha utilizado a veces estructuras más relacionadas con el anarquismo, como la democracia directa y el asamblearismo. Yo veo el gran problema de Podemos en que, efectivamente, ha expuesto las críticas sobre la política actual y ahora están dentro del mismo sistema político de antes. No sé qué va a aportar Podemos, sinceramente. Ahora está con Izquierda Unida, y estamos hablando de una política bastante gastada. Si no recuerdo mal, en algún momento los de Podemos consideraban a IU como una parte de la casta. Por ejemplo, Lola Sánchez, “la camarera del gin tonic”, y después eurodiputada de Podemos, ha contado las amistades en Cartagena de los concejales del PSOE, del PP y del IU, y ella se indignó por su sobremesa. Para mí en el primer momento fue refrescante esa crítica de la casta política y su corrupción, pero ahora me parece que Podemos ha llegado a tener un pacto con una parte de la casta, o lo que era la casta de antes. Y, sinceramente, no creo que Podemos ofrezca gran cosa nueva, hay muchos elementos dentro de Podemos así que es difícil generalizar, pero Podemos me parece que se está convirtiendo en otro partido político.

Pablo Iglesias

¿En las confluencias ve las mismas dinámicas?

Sí, más o menos. Pero no vivo tanto en el presente, vivo más en el pasado, eso lo reconozco. Hasta cierto punto es nostalgia, pero sigo pensando que algo mejor es posible y muy preferible.

Me sorprende que haya dicho que el conflicto es más político que cultural cuando hemos tenido un 15-M que ha sido mucho más cultural que político. Ha cambiado, en cierta manera, paradigmas culturales inamovibles.

Creo que depende de lo que consideres la política. Ocupar una plaza es otra forma de hacer política, es una política más bien callejera, es una política que está fuera de las instituciones, pero para mí es todavía política.


En el siglo XXI parece que el punto de choque no va a ser el Estado y que la política se deslocaliza hacia la empresa. 

Hay una cultura política más general en el Estado español que encaja con el anarquismo en España si tenemos una visión larga, por ejemplo, desde el siglo XIX hasta ahora. Los españoles siempre han tenido un fuerte rechazo a los políticos por motivos obvios. La cuestión es si los anarquistas serán capaces de moverse para aprovechar una crisis que tiene muchas facetas. Hasta ahora los teóricos, los estrategas de Podemos, han sido mucho más hábiles en captar las energías del 15M, pero no hay ningún motivo que impida que los anarquistas pudieran organizarse, para captar esas mismas energías del rechazo de la política actual. Yo creo que un gran problema que tiene el anarquismo son sus divisiones. En cuanto al anarcosindicalismo, estamos hablando de un anarcosindicalismo muy fragmentado, hay tres sindicatos anarcosindicalistas en Barcelona. Hay CNT y CNT Joaquín Costa, CGT, no sé si Solidaridad Obrera. En Madrid hay Solidaridad Obrera, que es una escisión de la CGT. Los proyectos de los anarquistas desde el 15M no han tenido mucho éxito. La iniciativa del Apoyo Mutuo ha topado con divisiones entre los de Madrid y los de fuera de Madrid, si bien ahora se ha reconstituido como un grupo madrileño sobre todo. No veo ningún impedimento “natural”. La cuestión es si los militantes y los activistas pueden llegar a canalizar esas energías. Hasta ahora, no han podido captarlas, no han sido tan eficaces como han sido los militantes de Podemos. Bueno, hay que ver lo que pasa, si Podemos se convierte en un partido político más, o si pueden llevar consigo a los círculos de Podemos, que me parece cada vez más que es un movimiento muy burocratizado.


No sé si lo comparte pero, paradójicamente, cada vez hay más iniciativas ciudadanas y sociales que, sin denominarse anarquistas o libertarias, recurren a esa tradición al asociarse para garantizar ayuda mutua, cooperación, cultura o consumo. ¿Eso es anarquismo sin recurrir a ese nombre?

Pues a Tomás Ibáñez --militante libertario, profesor de Psicología Social en la UAB-- le cito en el libro sobre Peirats: a todo eso le llama “anarquismo extramuros”. Yo creo que depende mucho de la habilidad de los activistas. Volviendo a los años 30 yo creo que la gran fuerza que tiene el anarcosindicalismo son sus propios militantes, sus capacidades para crear vínculos entre seres humanos en situaciones donde no tienen mucho poder a nivel cotidiano, en su vida cotidiana. Y luego entrelaza esa gente, y crea un movimiento, sabe cómo relacionarse con los explotados, por llamarlos de alguna manera. Y sabe relacionarse con la gente sin teorías, pero con palabras que son capaces de movilizar y mover a la gente. Yo veo muchos problemas en las calles que son iguales que antes, como el tema de la vivienda, y los anarquistas de antes eran capaces de movilizar muchísima gente por esos temas.

Tomás Ibáñez García

En su libro La Lucha por Barcelona se identifican varios mecanismos y conceptos que parecen fosilizados en la ciudad. Existen exactamente como el mismo conflicto y la misma estructura de conflicto.  Por ejemplo, usted habla de atracos de la FAI, magnificados por la prensa del momento, que luego, como usted demuestra, no existieron en esa calidad e intensidad.  ¿Sucede un poco eso actualmente con, pongamos, el Banc Expropiat? ¿Ha habido más violencia comunicada que efectiva? ¿Sucede eso con los grupos violentos anarquistas, que nadie conoce, pero que salen periódicamente en la prensa y en los discursos políticos?

No puedo calcular lo que ha pasado con lo que se ha representado en la prensa, solo digo que desde antes de Espartaco, con las primeras rebeliones en la historia humana, los medios, las autoridades han ido muy lejos en desprestigiar a los que protestan, e identificar la protesta con la violencia es algo muy cómodo para intentar aislar a “los violentos”, a “los malos” de la “buena gente” que podría tener una queja justificada. No niego que hubo atracos ni violencia en Barcelona en los años treinta. Lo que analizo es cómo los medios amplificaron la violencia para, efectivamente, plantar su propia visión del orden público. O para sostener el estado de las cosas. Creo que ahora sí se puede comparar. Hace poco una periodista de El País saca un artículo, sin hacer ningún trabajo periodístico, basado exclusivamente en informes policiales y habla de oscuros complots de griegos y extranjeros que han pasado por Barcelona. Hay un discurso que sigue vigente, que Barcelona es como el campo de experimentación del anarquismo extranjero. Que es lo mismo de los años 30, un nuevo intento de externalizar los conflictos internos, conflictos de marca barcelonesa. Decir que han venido griegos, que hay una casa okupada que tiene muchos extranjeros, es como si el anarquismo barcelonés, que tiene una larga historia, haya dependido siempre de extranjeros. También, en los años 30, existe la figura del murciano anarquista salvaje; entonces existe esa cultura política que forma parte de la cultura catalana de externalizar los conflictos domésticos.


Al inicio del Procés, se habló mucho de la FAI. La CUP y otros fenómenos, críticos o no partidarios del Procés, de izquierdas, eran la FAI, eran bárbaros que podían repetir barbaridades. Siempre eran opciones con algo de inmigración dentro, que no eran del todo catalanas…

Son nuevas distorsiones. Hay muchos mitos sobre la FAI, que fue utilizada como un cuento de miedo y seguro que pasa lo mismo hoy con la CUP. Es el mismo proyecto de externalizar a ciertos grupos. En los años 30 hablaron del faísta inmigrante, cuando hubo muchos catalanes dentro de la FAI. Pero la FAI nunca fue tan poderosa como nos han contado. Hay muchos militantes de la FAI que se han reído de lo que contaron en la prensa en los años treinta, porque a veces eran cuatro gatos, pero supongo que es una ideología para desprestigiar a ciertos movimientos y es un argumento muy conveniente.


Otro paralelismo, entre los 30 y la actualidad, descrito en su libro, es la venta ambulante. Hubo una tensión inusitada porque parados vendían, sin licencia, alimentos u otros productos por la calle. ¿Se está reproduciendo ahora con la venta del top manta?

Veo bastante histeria sobre el tema de la venta ambulante actual. Es diferente, claro, porque en los años 30 los vendedores ambulantes vendían, sobre todo, comida, pero la prensa de los años treinta, igual que la prensa de hoy, se fijó en los mismos temas. Como si la venta ambulante fuera el fin de la civilización existente, que los vendedores eran una mafia y que la comida estaba podrida. Es curioso porque cuando cogieron la comida de los vendedores ambulantes después llegó a los hospitales de la ciudad. Y si fuera comida podrida es un poco fuerte envenenar a los pacientes de los hospitales. Creo que es lo mismo hoy, un discurso oficialista y clasista para desprestigiar a los que no tienen otros recursos para sobrevivir.


En su libro explica el choque de culturas en la Barcelona del primer siglo XX como un campo de batalla que, en parte, se formalizó en el urbanismo. ¿Cuál cree que puede ser el choque de culturas, si lo hay, en Barcelona?

La gran tensión es si el ayuntamiento actual es capaz de hacer algo duradero para los barceloneses. Alguien me ha hablado de un proyecto del ayuntamiento de llevar la ciudad a los barrios, pero eso me suena un poco cosmético. Reconozco que no conozco bien la política pero creo que sería mucho mejor hablar con la gente de los barrios para ver exactamente lo que necesitan, lo que quieren, y actuar sobre la base de los deseos colectivos de la gente de los barrios, no dividir el presupuesto del ayuntamiento repartiéndolo un poco a este barrio, un poco al otro. Pero, efectivamente, analizar y estudiar lo que quiere y necesita la gente de los barrios. Un buen ejemplo sería el caso del Ateneu Enciclopedic Popular, una institución clave en la cultura y la historia de Barcelona y que perdió todo con el franquismo. Desde la Transición, ayuntamientos de política de varios colores han ignorado su petición para un local digno. A ver lo que hace el ayuntamiento actual.


FUENTE: ctxt.es
Política - 15/06/2016
Guillem Martínez