La historia judía es una cadena de desastres: inquisiciones, holocaustos y pogromos. Una y otra vez, a lo largo de su historia, los judíos son objeto de discriminación, perseguidos y expulsados. Y este continuo de tragedias es en gran parte un misterio para los mismos judíos. Sin embargo cabría esperar que ellos, pueblo inteligente a ciencia cierta, miren su pasado, lo comprendan y tomen las medidas necesarias para cambiar su destino.
Nací y crecí en Israel y muchos años antes tomé conciencia de que Israel era Palestina. Cuando era un joven muchacho israelí, el Holocausto y el sufrimiento de los judíos eran, de alguna manera, extraños para mí y mis compañeros. Era la historia de un pueblo diferente, los judíos de la diáspora y a nosotros, los jóvenes israelíes no nos gustaba mucho ese pasado judío. No queríamos identificarnos con esa gente, tan odiados por tantos pueblos, tantas veces y en tantos lugares diferentes. Borrando dos mil años de "exilio" imaginario, no nos veíamos a nosotros mismos como los hijos e hijas de nuestro bíblicos "antepasados". Éramos jóvenes orgullosos y sentíamos asco por las víctimas.
De manera que el sufrimiento de los judíos ha sido, en muchos sentidos, un enigma para mí. Pero ayer, en la London School of Economics (LSE), fui testigo de un espectáculo de fanatismo judío tan increíble, que mucho de lo que hasta ahora había sido poco claro, de repente se volvió tremendamente diáfano.
Ayer, en una conferencia pronunciada por uno de los más grandes humanistas de nuestra generación, el profesor Richard Falk, un conocido "defensor" de Israel, Jonathan Hoffman apenas necesitó sesenta minutos de puro vandalismo para ser expulsado de la sala. Mientras Hoffman y sus cómplices eran echados fuera del edificio, la sala entera expresó sus sentimientos gritando "Fuera, fuera, fuera". Hoffman no era más que un auténtico matón. Agitando los símbolos nacionalistas judíos, estaba actuando abiertamente como un activista étnico-judío. Más tarde supe que está asociado a muchas instituciones judías y sionistas: el comité de parlamentarios judíos de Gran Bretaña, la Federación Sionista y otras.
Richard Falk
El comportamiento de Hoffman fue de una total falta de respeto a una institución académica como la LSE a la que confundió con un local de yeshiva o una sinagoga local. Así me lo parece. Mi conjetura es que Hoffman sólo supone que, como tantos espacios en nuestro país hoy en día, la LSE fue simplemente "ocupada". Parece que la mera presencia en un recinto de un solo sionista es suficiente para transformar esa habitación en territorio ocupado.
Nunca en mi vida he visto un recinto entero tan unido en su indignación y si alguien dentro de la comunidad judía cree que el vandalismo a lo Hoffman y compañía va a hacer populares a los judíos, se equivoca. A juzgar por la reacción que he visto ayer en la LSE, en la actualidad la fatiga del control sionista del pensamiento, la quema de libros y la brutalidad, es total.
Jonathan Hoffman
Pero también me gustaría aprovechar esta oportunidad para emitir una disculpa sincera. Ayer, en la presentación del libro de Falk, sugerí a un partidario palestino que en lugar de leer al historiador judío David Cesarani sobre el Holocausto, quizás querría intentarlo con David Irving.
Algunos estudiantes judíos se mostraron indignados por mi comentario, así que me gustaría corregir aquí mi comentario, para que sea más inclusivo y categórico. No se limite a leer a David Irving. Si realmente quiere entender el mundo a su alrededor, asegúrese de escuchar todas las voces que esta gente quiere suprimir y lea todos los textos que estas personas tratan de quemar.
Si quieren quemarlo, ¡debe leerlo!
Una vez que lo haya leído, decida si el texto debe llegar a sus estantes o a la pira.
Así que para los controladores de pensamiento judío y quemadores de libros, tanto sionistas y "anti": ustedes han iniciado claramente una guerra contra la libertad académica conectada con el control del pensamiento y la quema de libros. Ustedes han comenzado una pelea contra los valores occidentales fundamentales: la apertura, la tolerancia y la creatividad. Todas esas cosas afines, no con Jerusalén, pero sí con Atenas. No tengo ninguna duda de que en esta guerra ustedes pueden ganar algunas batallas, pueden arreglárselas para cancelar una charla aquí y allá, incluso alguna quema de un libro o dos. Pero perderán la guerra.
La libertad prevalecerá, porque las ansias de libertad
están grabadas en el alma humana.
Insto a los judíos y a las instituciones judías a considerar cuidadosamente si su comportamiento realmente sirve a los intereses judíos. Como el autor del libro más leído en la política de identidad judía, puedo ver un desastre en el camino de la realización de esos objetivos.
Tengan cuidado.
Gilad Atzmon
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