De todo este guirigay de la investidura, a mí quien me da más penita es el rey. Vaya trabajos y desvelos. Todo el invierno proponiendo candidatos. Su bisabuelo arreglaba esto con un general Primo de Rivera, pero es que ahora los generales se han vuelto de Podemos, y eso sí que no. La monarquía española al fin ha encontrado su razón mágica de ser, y es la de buscar a un señor que no existe. O sea, a un candidato. En los tiempos en que las monarquías habitaban lo extraordinario, esto lo arreglaba Letizia besando sapos hasta que uno se le convirtiera en presidente. Pero tampoco es posible. El monopolio de los batracios lo tienen hoy Esperanza Aguirre y Rita Barberá, con todos los íntimos saliéndoles rana gurteliana, taulesca, clepsídrica y tal. No es que España no tenga solución.
Es que ya no le quedan ranas.
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Me asombra escuchar estos días a mis colegas barajar la opción de que nuestro atribulado rey acabe proponiendo a Albert Rivera como posible candidato muñidor del gran pacto, previa depuración de Mariano Rajoy y de lo que quede de Pedro Sánchez después de su cabriola aritmética. Todo es posible, salvo Podemos. Ni se le nombra. El tercer partido de España, que debería ocupar en la baraja espacios de gran comodín, ha sido degradado por decreto a la categoría de jocker batmaniano. Felipe VI y el viejo orden cortan el traje de España intentando desnudar de las costuras a casi siete millones de votantes (P´s, IU, ERC, PNV, etcétera). Pero, como en todos los cuentos, es el rey el que se queda desnudo.
España ha cambiado. Pobre Felipe VI. Ya no le quedan ranas para besar, y se ha puesto a besar tortugas. Cuanto más lento sea el futuro, más futuro tendrá lo viejo, señor Borbón, señores del Ibex, viejos partidos negadores del ahora. Pero no nos pongamos pesimistas y psicosomáticos: como esto tiene fácil arreglo, ya nos esforzaremos en estropearlo del todo. A Thomas Jefferson, Felipe VI tampoco lo propondría como candidato. Jamás. Ni siquiera como vicepresidente, no fuera a meter las narices en el CNI o en el Banco de España. Difícil arranque tiene el motor, si olvidamos encajar la única pieza con vocación de carburar que nuestra descocada democracia se ha inventado.
FUENTE: publico.es
Rosa y espinas
Aníbal Malvar
02/03/2016
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