8/12/10

JOHN LENNON, IN MEMORIAM


El 8 de diciembre de 1980 John Lennon fue asesinado por un joven estadounidense, cuyo nombre quedará grabado para siempre en la funesta lista de los magnicidas; se llamaba... se llama aún: Mark David Chapman, y le descerrajó cuatro tiros por la espalda al ex-Beatle, cuando éste, acompañado por su esposa Yoko Ono, regresaba a su residencia en el Edificio Dakota de la ciudad de Nueva York, después de una ajetreada jornada de trabajo.


John Lennon falleció camino del hospital, a bordo de una patrulla policial, cuyos miembros, al ver la gravedad de las heridas, decidieron no esperar siquiera la llegada de la ambulancia y  trasladarlo ellos mismos, pero todo fue  inútil. Músico, poeta, transgresor, pacifista confeso, con un gran ascendiente sobre los jóvenes de todo el mundo, era un grano que le había salido al Sistema y que no sabían como extripar, hasta que de repente "un loco", "un desequilibrado", "un idealista", "un... pongan ustedes lo que quieran",  aparece de la nada para hacer el trabajo sucio; al igual que hizo James E. Files, asesinando en Dallas, el 22 de noviembre de 1963, según propia declaración (aunque "el cabeza de turco" fue su cómplice Lee Harvey Oswald), al presidente norteamericano John Fitgerald Kennedy, al que disparó con un fusil equipado con munición especial rellena de mercurio y con punta de cera, como resultado de un complot establecido, al parecer, entre la CIA y la Mafia de Chicago. Los asesinatos posteriores del senador Robert F. Kennedy y del reverendo Martin Luther king apuntan hacia unos poderes fácticos sobre los que los ciudadanos no tenemos control alguno, aunque se nos llene la boca con esa palabra: democracia.


En el asesinato de John Lennon no hay pruebas que apunten a un complot, pero está claro que su actitud transgresora lo convertía en un personaje bastante molesto para el Sistema, y ¡qué casualidad!... de repente aparece Chapman, con una pistola en una mano y la obra de Salinger "El guardián entre el centeno" en la otra, y les resuelve el problema.

Hace ya 30 años, pero recuerdo con total nitidez la cantidad de jóvenes, y no tanto, que nos concentramos en la Plaza de España de Santa Cruz de Tenerife, donde, de la mano de Caco Senante, director ocasional de aquel acto no programado (y ante la atenta vigilancia del coronel Arencibia, como no podía ser menos), entre abundantes lágrimas, cantamos como pudimos los éxitos míticos de aquel gigante de la música al que... Dios, o quién quiera que maneje este cotarro, tenga para siempre a su lado para que lo ayude a afinar el universo.

Ciudadano Plof
 

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