Durante siglos se habló del ‘innombrable’ para referirse a Satán. El objetivo era no llamarlo por su propio nombre porque ello podría significar invocarlo con las nefastas consecuencias que ello traería consigo. Si miramos el pasado reciente del PSOE y, más concretamente, la última maniobra de su secretario general, Pedro Sánchez, para no ser defenestrado, veremos que allí también existe una innombrable.
Sánchez concedía ayer su primera entrevista tras tres meses de silencio. Durante toda la conversación,a pesar de evidenciar la soledad que en el fondo siente como una losa en su propia casa y la traición de que se siente víctima, no se atrevió a referirse a Susana Díaz por su nombre. Quizás no quería invocarla, en un gesto absolutamente ingenuo o desesperado, porque lo cierto que es ella es la principal causante de que Sánchez deambule como un zombie político desde hace meses.
Susana Díaz
Como indicaba en uno de las últimas entradas, Díaz se ha convertiro en la Rivera del PSOE, cambiando su discurso a conveniencia con tal de consumar su traición a Sánchez, al que ella misma contribuyó decisivamente a llevar a la cima para, después, empujarlo al precipicio. Ayer, cuando la innombrable se postuló para ser la nueva secretaria general del PSOE volvió a hacerlo, manipulando la realidad.
Felipe González
Desde que asumió la secretaría general de un PSOE que ya agonizaba, Sánchez ha estado siempre en campaña, saltando de elección en elección mientras la hemorragía de votos no cesaba. Y gente como Díaz, en lugar de ayudar a realizar torniquetes, se ha encargado más de seguir apuñalando por la espalda. Así que, dado que Sánchez no tiene ya nada que perder, debería armarse de valor y nombrarla, invocar a Díaz y poner cara a la traición socialista.
Pedro Sánchez
Pozos de Anarquía
David Bollero - 28/09/2016
Está claro que cuando PP y PSOE se refieren a España hablan solo de la "suya", la de sus propios negocios e intereses que, por lo visto, priman mucho más que los del resto de la ciudadanía.
Señores socios-listos, recuerden aquella histórica frase del cónsul romano Escipión, cuando los asesinos de caudillo lusitanoViriato fueron a reclamar su recompensa: ¡Roma no paga a traidores! y a continuación ordenó ejecutarlos. Así que aplíquense el cuento.
Aunque, en buena lid, a este ciudadano le viene a la boca otra frase más contundente:
¡Mierda para los traidores!
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