Felipe VI de Borbón
Estos tiempos borrascosos nos han aventado la evidencia de que la monarquía no es solo un adorno y un negociete. Tiene la potestad de encargar la formación de gobierno a quien dicte su capricho. Y ahora ha degradado su imagen y su memoria otorgándole ese honor a Mariano Rajoy y a lo que representa. Supongo que todos estamos de acuerdo en que no se trata solo de sospechas. Bajo las alfombras que ha ido pisando Rajoy durante toda su carrera política hay tanta basura y tantos hilillos de plastilina que hiede Moncloa.
Palacio de la Moncloa, residencia oficial del presidente de gobierno
El caso es que, gracias al hediondo (alfómbricamente hablando) Mariano Rajoy, nuestros más izquierdistas intelectuales están dispuestos a aceptar a Albert Rivera como intermitente derecho del motor de España. Un político tan de derechas que propone que los obreros, a través de sus impuestos, se paguen a sí mismos un complemento salarial que permita al empresario ofrecer sueldos de miseria. Es pelín esperpéntico, mis queridos intelectuales. Salvando distancias poliédricas, es como sugerirle a Azaña un gobierno de salvación con Primo de Rivera.
José Antonio Primo de Rivera y Manuel Azaña
Con la incorporación de Ciudadanos a su gran pacto, nuestros más o menos fehacientes intelectuales cierran la puerta al diálogo con vascos, catalanes, gallegos y esos españoles que quieren refundar, de una u otra manera, este griterío de jirones al que llamamos España.
De la Monarquía a la intelectualidad, la gran victoria de Rajoy es habernos dejado a todos en ridículo. Es perverso y eficaz, siguiendo una larga tradición de nuestra derecha. "Nosotros somos quien somos, basta de historia y de cuentos". Gabriel Celaya se refería a lo que nunca nos atrevimos a ser. Mariano Rajoy, sin haber leído a Celaya, es quien mejor lo ha entendido.
FUENTE: publico.es
Rosa y espinas
Aníbal Malvar
31/08/2016
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