Se ha muerto Blas Piñar. Disculpad cierta tristeza. Cuando yo era niño, mi padre me ponía en el coche cintas de Blas Piñar. Nos hacía escuchar en la casette los discursos de Blas Piñar. No es broma. Eso pasaba.
-¡Españoles!
Es lo único que recuerdo del entramado intelectual de aquellos discursos extravagantes y muy gritados.
-¡Españoles!
Y yo creo que es bastante recordar.
La primera vez que entrevisté a Blas Piñar, se lo conté. Lo de la casette de mi padre. Se rió algo. Y las varias veces que volví a entrevistar a Blas Piñar tras algún suceso, cuando algún neonazi destripaba a un chaval o alguna otra menudencia fascista, yo siempre me identificaba antes: “No sé si se acuerda de mí. Soy el periodista que escuchaba sus discursos en la casete del coche de mi padre. Quería preguntarle por lo del chaval destripado, si tiene un minuto”. Y Blas Piñar se acordaba de mí, arma al brazo y en lo alto las estrellas. Y me daba la entrevista.
Mi tristeza no es por añorar demasiado a aquellos desaparecientes fascistas joseantonianos. Mi tristeza es por los fascistas que nos quedan ahora. Qué vulgaridad de fascistas los de ahora, que llevan camisas de rayas y no azules, que votan en democracia y que les votamos.
Comprended, compañeros y compañeras, mi nostalgia de Blas Piñar.
Antes de la democracia, al fascista no le hacía falta que le votáramos para que nos fusilase. Ahora tenemos que dilapidar una mañana de domingo cada ciertos años para dar nuestro voto a los fascistas. Me parece una pérdida de tiempo. Yo creo que mi querido Blas Piñar estaría de acuerdo con eso: la democracia solo ha conseguido que perdamos unas cuantas mañanas de domingo en el colegio electoral, en lugar de estar en misa, con el peligro para el alma que tal desubicación intelectual conlleva. Leyendo la historia de España desde la Transición, nos damos cuenta de que en misa se pasa mejor que en democracia, ya que las homilías y las penitencias de la misa son más cortas. No me extraña que ni siquiera el PSOE haya nunca derogado el Concordato.
Cierto es que el fascismo se ha civilizado mucho en estos 40 años de democracia, y que ahora los parias la palmamos con más garantías. Con Franco luchábamos para que no nos matasen en mogollón, y ahora peleamos para no morirnos solos. La diferencia es palmaria. Human Rigths Watch siempre contabilizará con más asquito a los fusilados políticos que a los suicidas desahuciados. Aunque estos últimos sean hoy mucho más frecuentes que los fusilados tardofranquistas.
El fascismo de antaño, con su verbo claro y su garrote vil, aquilataba más encanto que el de hogaño. No tengáis la politología de negarme la evidencia. Ahora los fascistas disimulan tanto que ya ni dan golpes de estado ni se follan a la servidumbre salvo en contadísimas excepciones, lo que dice poco en favor de la hombría o la feminidad de la derecha nueva.
- ¡Que se jodan! -dijo Andrea Fabra.
- ¡Que se vayan a tomar por el culo! -dijo De Guindos.
Todo de boquilla.
Blas Piñar hubiera sido mucho más elegante. Y a micrófono descalzonado. Y nos hubiera jodido con mucha menos insinceridad. Comprended que lo añore un poco. Era una derecha a la que nos podíamos enfrentar como héroes. Ésta solo nos concede combatirla como mártires. Blas Piñar ha muerto y yo estoy triste. Descanse, y mucho rato, en paz.
FUENTE: Público.es
Rosa y Espinas
Aníbal Malvar
29/01/2014
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