Me acuerdo de tu rostro que se fijó en mi días,
mujer de saya azul y de tostada frente,
que en mi niñez y en mi tierra de ambrosía
vi abrir el surco negro en un abril ardiente.
Alzaba en la taberna, honda, la copa impura
el que te apegó un hijo al pecho de azucena,
y bajo su recuerdo, que te era quemadura,
caía la simiente de tu mano serena.
Segar te vi en enero los trigos de tu hijo,
y sin comprender tuve en ti los ojos fijos,
agrandados al par de maravilla y llanto.
Y el lodo de tus pies todavía besara,
porque entre cien mundanas no he encontrado tu cara
¡y aun te sigo en los surcos la sombra de mi canto!
mujer de saya azul y de tostada frente,
que en mi niñez y en mi tierra de ambrosía
vi abrir el surco negro en un abril ardiente.
Alzaba en la taberna, honda, la copa impura
el que te apegó un hijo al pecho de azucena,
y bajo su recuerdo, que te era quemadura,
caía la simiente de tu mano serena.
Segar te vi en enero los trigos de tu hijo,
y sin comprender tuve en ti los ojos fijos,
agrandados al par de maravilla y llanto.
Y el lodo de tus pies todavía besara,
porque entre cien mundanas no he encontrado tu cara
¡y aun te sigo en los surcos la sombra de mi canto!
Gabriela Mistral
(1889 - 1957)
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