A mí, la verdad, como buen hereje que soy, me la "refanfinfla" bastante lo que la institución haga o deshaga, pero siempre (aún cuando creía en ella) me pareció de lo más machista; una sociedad en la que el varón ostenta todo el poder, condenando a la mujer a un papel segundario, dónde a lo máximo que puede aspirar es a ser madre abadesa de alguna congregación, cuando en origen, era ella, la mujer, como sacerdotisa, el vínculo directo con la "divinidad". De hecho, la más famosa de la antigüedad, la Pitia del Oráculo de Delfos, que efectuaba sus predicciones sentada sobre un trípode en el interior de una gruta, fiel sucesora de la Sibila o primera pitonisa, siempre fue una mujer.
No sé en que momento de la historia, el hombre rapiña ese "sagrado" puesto.
Es opinión de este hereje que, a la iglesia, si quiere seguir subsistiendo, no le va a quedar más remedio que suprimir el celibato e implantar el sacerdocio femenino. No le queda otra.
Recuerden aquella frase que tanto revuelo armó, pronunciada por monseñor Albino Luciani, el efímero papa que, con el nombre de Juan Pablo I, apenas ocupó durante 33 días el solio pontificio, y cuya extraña muerte nunca fue esclarecida del todo:
"Dios, más que padre, es madre"
Esta frase que levantó una enorme polvareda entre las facciones más retrógradas de la iglesia, entronca a la perfección con la idea primigenia de la diosa madre en múltiples y diferentes culturas: Astarté, Artemisa, Afrodita, Cibeles, Dione, Gea, Ishtar, Maya, Oryana, Pachamama... un vientre fecundo del que la vida brota.
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