Esta nueva contribución del PP a la literatura popular señala la dificultad de escribir un relato coherente cuando no se tiene muy claro ni el estilo ni el género. Demasiados cambios de timón, demasiadas perspectivas, demasiadas incoherencias narrativas. Lo que empezó como novela negra, muy negra (con sospechas, con trajes, con regalos, con bodorrios, con cuentas suizas) se ha contagiado del tono de una novela rosa hiperbreve certificada en varios mensajes de móvil. Ya era bastante difícil mantener la ficción de que Bárcenas no es más que un supervillano que tenía engañada a toda la directiva del partido sin contar con la excusa de una deficiencia mental colectiva. Al final el ingenuo lector, el votante pasmado, el españolito de pie atropellado por la peor crisis de la democracia no sabe qué es peor: que lo haya timado una mafia política al completo o un solo delincuente con gomina. Ni a qué novela quedarse: una banda de ladrones corruptos y embusteros o una ganadería de tontos faulknerianos al frente del gobierno.
Además del género policíaco y de Faulkner, Mariano también ha recurrido a Cela: “Sé fuerte, Luis”. “Resiste”. El que resiste, gana, epitafio del único premio Nobel gallego. Claro que no es lo mismo resistir fumando habanos en La Moncloa que fumando Farias en el trullo. Ahora, como en los malos culebrones, surge de golpe una solución de compromiso, una historia de amor pimpinelesco que hay que desentrañar entre líneas, como los cuentos de Chéjov. Decía Hemingway que un buen cuento debe ser como un iceberg, con cuatro quintas partes sumergidas. Pero el iceberg se va descongelando y lo que sale a flote no es ni cuento ni hielo. En su lento deshielo, Mariano al menos ha demostrado cierta coherencia narrativa, un dolce far niente, no hacer nada, no decir nada y cambiar de canal cuando dan las malas noticias. Como si, en vez de referirse al presidente del gobierno y a su vergonzosa implicación en una trama infecta, estuviera asistiendo a una película. Como si, en vez de hablar de política nacional, hablaran del tiempo. No esperábamos más, pero tampoco menos, del hombre que definió una marea negra como “unos hilillos”. Entonces el petróleo anegaba a mejillones y percebes y diez años después ahoga a las gaviotas.
FUENTE: Público.es
David Torres
15/07/2013
En este país, que ya no sé si se llama España o Apaña, no dimite nadie. ¿Saben por qué?... Porque la casta política está convencida de que el respaldo obtenido en las urnas, los autoriza a hacer todo lo que les venga en gana; así que, sin cortarse un pelo, nos engañan, nos roban, nos mean y nos cagan.
Pero la culpa no es suya... ¡¡¡LA CULPA ES NUESTRA!!!... que lo permitimos.
Como pueblo soberano, tendríamos que echarle cojones y empujarlos a la puta calle por la fuerza, por el mero hecho de haber faltado a sus promesas electorales. Fíjense que ni siquiera digo por todo lo demás.
Creo que deberíamos votar a partidos minoritarios. Lo apunto porque así acabaríamos con la alternancia en el poder de los de siempre, lo que nos daría la oportunidad de modificar la actual ley electoral (injusta a todas luces), que PPSOE se niega a tocar porque les favorece descaradamente. También acabaríamos con la posibilidad de esas mayorías absolutas que desvirtúan la esencia de la democracia, transformándola en unas solapadas dictaduras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario