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25/11/16

"EL HONOR DE DIOS"

Lidia Falcón: "Perdimos la guerra y la transición. No podemos perder también la democracia"

La desaparición de Lasa y Zabala, la guerra sucia, los gobiernos de Felipe González y el feminismo se entrecruzan  para dar forma a la última novela de la abogada y escritora Lidia Falcón titulada 'El honor de Dios'.

"Parecía que importara más el dinero que se gastó de los fondos reservados para la guerra sucia", lamenta la histórica feminista Lidia Falcón, durante la presentación de su último libro.

"Maldigo la poesía de quien no toma partido, partido hasta mancharse", canta el poema de Gabriel Celaya. "Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren y canto respirando. Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas personales, me ensancho", sigue, y parece que habla de alguien parecido a Lidia Falcón. Era Margarita Robles la que recordaba la poesía, incluida en la novela que acaba de publicar la abogada, escritora e histórica dirigente del Partido Feminista y de presentar en una librería del centro de Madrid. Allí la han acompañado, entre otros, la magistrada y ex secretaria de Estado de Interior, quien ha definido a la presidenta del Partido Feminista como "un icono de mujer luchadora, feminista y sin miedo".

Este último capítulo de su vida la ha conducido a novelar una parte significativa de la historia de España, de las más vergonzosas según sus palabras. Una época que conoce bien Margarita Robles puesto que fue una de las que más peleó por hacer justicia diez años después de que desaparecieran, sin dejar rastro ni huellas, dos jóvenes en Bayona la noche del 16 de octubre de 1983.  A José Antonio Lasa y José Ignacio Zabala no les dio tiempo a estrechar vínculos con ETA porque las cloacas del Estado que capitaneaba Felipe González los torturaron, les pegaron un tiro en la nuca y los enterraron en cal viva antes de cumplir los veinte.

José Antonio Lasa y José Ignacio Zabala

Más de una década pasó hasta que identificaron sus restos. "Esto no podía quedar impune", pensó Robles, entonces secretaria de Estado de Interior. "En un Estado de Derecho no vale todo. La sociedad no puede tener miedo a denunciar lo que no es justo: Antes lo llamábamos Gal, ahora Ley Mordaza", critica la magistrada. Ese sentimiento de impotencia ante una situación de injusticia como  la desaparición de un ser querido fue lo que espoleó a Lidia Falcón a escribir El honor de Dios (El Viejo Topo, 2016) y dar voz a los personajes femeninos, auténticos protagonistas envueltos en la búsqueda de los dos chavales desaparecidos desde distintos ámbitos, como son la abogacía, la izquierda abertzale o el periodismo.

Hagiografías de la transición

Su blog en PÚBLICO lleva por título La verdad es siempre revolucionaria, no solo como homenaje a Gramsci sino también para mantener vivo el recuerdo de un panfleto clandestino de los años setenta en el que Falcón participaba y por el que pasó varios meses en la cárcel. "Ninguna posesión vale nada si no defendemos la dignidad, si somos indignos de ser llamados ciudadanos y no peleamos por la verdad".


Y en España buscar esa verdad es complicado porque el polvo de las cunetas todavía escuece en muchos de los ojos que se niegan a mirar. "¿Pero qué tipo de transición se hizo?", se preguntaba el escritor y periodista Fernando López Agudín. "¿Por qué nos siguen vendiendo una hagiografía de aquellos años?", criticaba, durante la presentación de El honor de Dios. Y se acordaba de la laureada serie de televisión pagada con dinero público Cuéntame cómo pasó, "un cuento de hadas falso de arriba a abajo". El libro de Falcón, según López Agudín, es una versión bien distinta de la oficial. "Ni siquiera quienes la vivimos sabemos la mitad de lo que en realidad ocurrió", sentencia. Quizá por ello siempre vuelve el fantasma de la Transición bajo distintas apariencias. 

De aquellos años Falcón lamenta la falta de respuesta popular. "Parecía que importaba más el dinero que se gastó de los fondos reservados para la guerra sucia", lanza, e invita a seguir en pie porque cuestionar el régimen del 78 significa cuestionar el actual:

Momento de la presentación de 'El honor de Dios'
Momento de la presentación de 'El honor de Dios'

"Perdimos la guerra y la transición. No podemos perder también la democracia".

21/11/2016




¿"Cuála" democracia, cristiana? 


4/3/15

LIDIA FALCÓN DENUNCIA

Billy el Niño, mientras torturaba a Lidia Falcón: "Ya no parirás más, puta"

 
La política y escritora feminista se adhiere a la Querella Argentina con una denuncia en la que describe las torturas sufridas en la Dirección General de Seguridad. 

Lidia Falcón fue torturada hasta la saciedad en el otoño de 1974. Fue golpeada, insultada y humillada. Pero no sólo en prisión. También en los medios de comunicación del régimen. El diario ABC no dudó en publicar su foto en portada y relacionarla con el atentado que ETA había cometido en la cafetería Rolando de la calle del Correo, muy cerca de la Puerta del Sol, el 13 de septiembre de 1974. Falcón no tenía nada que ver con aquella masacre. Pero para la Policía, para el régimen y para sus adeptos todo daba igual. Fue detenida en Barcelona y trasladada a Madrid tres días después del atentado. Llegó a pensar que no saldría de la cárcel. Que la matarían antes. Franco estaba a punto de morir y el odio de su Brigada Político y Social andaba suelto por todos los rincones del Estado. Tortura hoy que mañana ya no se podrá, debieron pensar.

La abogada, escritora, y fundadora del Partido Feminista ha tardado 40 años en recuperar aquel dramático episodio de su vida. Aquellos nueve meses que pasó en prisión y los nueve días que sufrió los interrogatorios de Billy el Niño y Roberto Conesa (fallecido en 1994). Lo ha mantenido oculto, en la medida de lo posible, no sabe muy bien por qué, dice. Cada víctima maneja como puede el trauma de la tortura. Cada persona tiene un mecanismo de defensa. El silencio y el disimulo fue el método elegido por Falcón.

Billy el Niño

Ahora, cuarenta años después, se ha decidido a poner estas torturas por escrito y presentar una denuncia ante la embajada de Argentina en Madrid para adherirse a la llamada Querella Argentina, la única causa judicial que investiga en estos momentos los crímenes de la dictadura franquista y de la Guerra Civil. 

"Me detuvieron hasta siete veces en 1960 y 1974, pero lo que viví durante aquella detención no lo he contado a nadie. Ni a mis hijos. ¿Por qué? No lo sé. Tendré que hacerme un psicoanálisis, no lo sé", relata a Público Lidia Falcón, que señala que finalmente se ha decidido a dar el paso y presentar la denuncia para "ayudar a los compañeros que tanto esfuerzo están realizando para terminar con la impunidad del franquismo". 

Nueve días en la DGS

 Antigua sede de la Dirección General de Seguridad

El 16 de septiembre de 1974, tres días después del atentado de ETA, la Brigada Político Social (BPS) acudió al despacho de Lidia Falcón para detenerla y trasladarla a Madrid acusada de participar en el atentado realizado con una carga explosiva en la Cafetería Rolando de la calle del Correo de Madrid, lugar frecuentado por policías de la BPS de Madrid. No tenían pruebas. Probablemente, incluso conocían que Falcón no estaba implicada. Pero daba igual. La subieron a un coche y la trasladaron a Madrid. También a su hija y a su compañero, Eliseo Bayo. No la dejaron ni ir al baño en las 12 horas del viaje.

Lo peor, obviamente, estaba por llegar. Falcón pasó nueve días en aquellas dependencias del terror franquista. "Allí tiraron a Grimau por la ventana. Han torturado hasta inutilizar. Una piensa que es posible que no lo cuente, que no salga", relata Falcón frente a la Embajada de Argentina en Madrid, único rayo de esperanza para acabar con el escudo de la impunidad franquista. "Estaban rabiosos y deseosos de venganza. No hay que olvidar que acababan de morir 13 policías y había 84 heridos", prosigue Falcón.


Un médico la auscultó nada más llegar. "¿Padece usted alguna afección?", le preguntó. "Acabo de sufrir una hepatitis", respondió la mujer. Billy del Niño y Conesa ya tenían el blanco perfecto para destrozar a su víctima: "Me golpeaban en el estómago y en el hígado sobre todo y me tiraban de los brazos que parecía que se salían". Así durante tres días. Sin dormir, ni comer, ni beber. Entre golpe y golpe, además, le hablaban de su hija. "Está en los calabozos. Quizá se eche novio", le dijo un policía.

Pasados las 72 horas del plazo de detención, se personó en la celda donde estaba presa la denunciante el juez instructor, el comandante del Juzgado Militar nº 1 de Jueces y Oficiales de Madrid, y después de un largo interrogatorio, Falcón firmó una declaración en la que no reconocía su participación en el atentado ni relación alguna con los terroristas. "Me llegó a preguntar que cual era la implicación de la CIA en el atentado", rememora Lidia Falcón, que describe cómo el juez se daba golpes en el pecho mientras exclamaba: "No acepto traiciones a este uniforme". 

Lidia Falcón

Después el oficial se fue y la dejaron nuevamente en su celda. Y al día siguiente Billy el Niño y Conesa volvieron a por ella. La colgaron con dos pares de esposas a dos ganchos que estaban en el techo, pero las muñecas de Falcón eran demasiado pequeñas. Sus 50 kilos de peso no daban para llenar aquellas esposas. Falcón caía una y otra vez. Finalmente, la ataron con cuerdas y comenzaron a propinarle nuevos puñetazos en abdomen, estómago e hígado.

"¿Recuerda alguna frase que le dijera Billy el Niño durante el interrogatorio?", le pregunta el periodista. "Sí. Claro. Hay una que no se me olvidará. Nunca. Mientras me golpeaba en el estómago me dijo: 'Ahora ya no parirás más, puta'", responde Falcón, que recuerda que tras aquellos interrogatorios ha tenido que operarse hasta cinco veces para tratar de paliar las consecuencias de aquellas torturas en hombros, estómago y matriz.

  Antonio González Pacheco, alias "Billy el Niño" en la actualidad

Como otras víctimas de Antonio González Pacheco, alias Billy el Niño, Falcón recuerda bien aquella cara. Esos ojos que chispean ante el dolor ajeno, que disfrutan infundiendo terror y ejerciendo la superioridad que otorga tener a la víctima atada y vía libre para torturar. "Era un sádico. Le gustaba. Se veía que disfrutaba de esos momentos", prosigue Falcón, que reconoce que en la mayor parte de las sesiones terminaba perdiendo el conocimiento.

Cuando de desmayaba la desataban y la tendían en el suelo. La despertaban con un cubo de agua. Después el médico la reconocía, miraba el blanco de los ojos y le tomaba la tensión. "Dejénla descansar", solía recomendar. Ella quedaba en el suelo, mojada, durante horas, hasta que la bajaban a la celda. Al día siguiente, las torturas continuaban. Al sexto día los torturadores no pudieron seguir con las mismas sesiones. Ya no podían colgarla de la pared porque perdía el conocimiento rápidamente a causa. Entonces, cuando despertaba, seguía recibiendo puñetazos y patadas tirada en el suelo.

Pacto de silencio


Al noveno día la trasladaron a la Prisión de Mujeres de Yeserías en Madrid. Tenía rotos los tendones supraespinosos de los dos brazos y rasgados la matriz y los músculos del abdomen. Estuvo nueve meses en aquella prisión. Hasta el 11 de junio de 1975 cuando le concedieron la libertad provisional bajo la fianza de 30.000 pesetas. A pesar de estar acusada, nunca fue juzgada. De hecho, nadie fue juzgado por aquel atentado de ETA. Ni ella, ni los otros 21 procesados. 

Falcón acudió años más tarde al Archivo Histórico a buscar aquellos expedientes. El de esta estancia en prisión, la anterior y las siete detenciones. No existían. Su nombre sólo aparece en documento que recoge una conversación mantenida por dos policías. "Todo ha sido eliminado. Es parte del pacto de silencio de la Transición. Todo aquello queda atrás. No hay culpables. No hay condenados. No hay investigaciones. España es un país único y el bipartidismo tiene gran parte de la culpa", sentencia Falcón.  


FUENTE: publico.es
Alejandro Torrús
26/02/2015

7/1/15

LA TRANSICIÓN FUE UNA TRAICIÓN


Cayo Lara dice que su generación que vivió la dictadura sabe lo que es la Transición. “Yo soy de los que defiende que se hizo lo que se podía, los sindicatos y la izquierda conquistaron lo que pudieron. Y fue un pacto no de élites. Algunos lo califican de pacto de élites… Fue un pacto de élites que estaban en la cárcel y en el exilio y otros que estaban en el poder y en la dictadura. Se habría podido avanzar mucho, pero la ruptura de ese pacto por parte de la derecha política y económica es lo que nos ha llevado a esta situación de deterioro. El no haber desarrollado España como Estado federal y plurinacional nos ha llevado a la situación actual respecto a Catalunya.

No sólo Cayo Lara y su generación vivieron la dictadura y la Transición. Otros como yo, que pertenecemos a la generación anterior, y todavía la de mis padres, que muchos estaban vivos, las vivimos también. Y estuvimos en pie de guerra durante largos años para que no se ratificaran los pactos que nos traicionaban. La Transición fue la gran Traición. De los que estaban en el exilio, como Carrillo. y de los que habían estado en la cárcel. como Camacho. Solé Tura y otros redactores de la Constitución ni habían estado en la cárcel ni en el exilio, y pronto se vio el beneficio que obtuvieron. Por supuesto los grandes beneficiados fueron los que estaban el poder y que no lo abandonaron.


Es falso que se hubiera podido avanzar mucho con los pactos de la Transición, la prueba es el camino que hemos andado. Y no únicamente por culpa de la derecha, a menos que creamos que las derechas son demócratas y benéficas y sólo ahora, con Rajoy de gran culpable, han cambiado. Desde el momento en que el Partido Comunista acepta la Monarquía, el himno franquista y la bandera borbónica; el mismo Ejército que había masacrado a su pueblo, la misma Iglesia que había sido cómplice del genocidio español, y consiente en mantener intacto el reparto de la riqueza, el poder de la banca, de los grandes consorcios industriales y de los latifundistas del sur y del oeste de España, y aprueba la Ley de Amnistía del 77 que dejaba impunes a los asesinos fascistas, la rendición de las clases trabajadoras era sin condiciones. Tan sin condiciones que un año antes de aprobar la Constitución se firmaban los Pactos de la Moncloa para entregar todo el poder al capital y dejar al proletariado sometido a la patronal.

Y tan humillante rendición se acepta por el PCE para implantar esta parodia de democracia que reinstaura a una Casa Real corrupta, que nos está esquilmando desde hace 39 años, y que alterna en el gobierno a uno u otro partido, ambos siervos de la Banca Mundial, de las multinacionales y de la empresa armamentística, mediante la parodia de elecciones en que los resultados están previstos de antemano. Es demasiado el precio que se ha pagado por el acta de legalización del Partido Comunista.


Que nadie arguya que sin esa legalización el PCE no podía participar en política. Un partido que fue el hegemónico durante 40 años de dictadura, cuyos heroicos militantes habían sufrido persecuciones, torturas y asesinatos sin cuento, ¿qué podía temer en la era de las “democracias” europeas? Todos sabíamos que la clandestinidad se había acabado, quizá no pudiera obtener los escaños en el Congreso y las concejalías en algunos ayuntamientos, pero el precio de tanta rendición era demasiado barato.

A raíz del golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 escribí un análisis que publiqué en Poder y Libertad (¿dónde iba a ser?) sobre la imposibilidad de que aquel golpe triunfase. Y eso que todavía no tenía todas las claves de la implicación del rey y de los socialistas en el diseño del otro golpe, el de Armada. No me equivoqué. Ni la situación de Europa en aquel año ni el lugar que tenían en la producción, y en la ideología dominante, el Ejército, la banca, los consorcios industriales, los Grandes de España que poseen Andalucía y Extremadura, y la Iglesia, podían propiciar un golpe a lo del año 36. Como decía Marx, si la primera vez fue una tragedia, la segunda fue una farsa. Y así fue y así ha sido. Al fin y al cabo, los vencedores de la Guerra Civil seguían, y siguen, siendo los que detentaban el poder; no necesitaban provocar una nueva guerra.


Los Pactos de la Moncloa hundieron la capacidad adquisitiva del proletariado, el Estatuto de los Trabajadores anuló ventajas y derechos que había concedido la dictadura y la Ley de Amnistía garantizó la impunidad de los asesinos y ladrones que nos habían aniquilado y esquilmado. 

Todavía están en todas las cunetas, caminos, cementerios y carreteras de España los restos insepultos de nuestros padres y de nuestros abuelos, que en número de más de 150.000 convierten a España en el más grande cementerio. Y cuando en esforzado trabajo, costeado por ellos mismos, los nietos de los asesinados han conseguido hallar una fosa con restos humanos, los jueces se niegan a acudir a levantar los cadáveres, contraviniendo toda norma legal.

Somos el país con más desaparecidos del mundo, en proporción a su población, después de Camboya. Y el más desgraciado. Porque hasta en Camboya y en Sudáfrica se ha constituido una Comisión de la Verdad y se ha enjuiciado a algunos de los criminales que perpetraron las matanzas. En Argentina, en Chile, en Uruguay, en Guatemala, en El Salvador, en Italia, en Grecia, en Portugal, en Alemania, se ha procesado a algunos de los verdugos, que hasta han llegado a ingresar en prisión, mientras que en España los genocidas o sus hijos o sus cómplices son los que gobiernan el país. Nunca se ha investigado la fortuna de los Franco, de la que siguen disfrutando sus herederos. Nunca se ha enjuiciado a Manuel Fraga, a Serrano Suñer, a Arias Navarro, a Martín Villa, que mantiene las mismas prebendas y negocios.


Contra todo lo que defienden los hagiógrafos de La Ley de Amnistía, desde Nicolás Sartorius a Manuel Fraga, ese cuerpo legal no vino a sacar de la prisión a los antifranquistas encarcelados sino a garantizar la impunidad de los franquistas. El indulto del 27 de noviembre de 1975, por la coronación del nuevo rey, dio la libertad a miles de presos por delitos de asociación, opinión, sindicalismo, prensa, como al propio Sartorius y a Camacho y a los del proceso 1001. Y sobreseyó los sumarios y dejó sin juicio a miles de nosotros que nos encontrábamos en libertad provisional. El segundo indulto en el 76 concluyó de liberar a los que tenían acusaciones de más calado y posteriormente, en el 77, cuando se aprueba la Ley de Amnistía, solo quedaban encarcelados 70 u 80 presos de ETA condenados por terrorismo. Esta fue la única contrapartida por haber dejado sin Memoria Histórica, sin pasado, sin justicia y sin compensaciones a cientos de miles de represaliados por el fascismo y a todo un pueblo. 

Cayo Lara podía saber, y debía decir, que es falso que los redactores de esa perversa Constitución se propusieran construir un Estado Federal. Ni en 1978 ni en 2015. Desde el mismo momento en que aceptaron la Monarquía sabían que estaban aherrojando a los pueblos de España. Para eso la escribieron, para seguir explotando a los trabajadores y las trabajadoras, para impedir que se proclamara la III República, para que no se pudiera articular la forma de Estado como una Federación. Sometido el país al Ejército como garante de la unidad de España. Ni aunque ahora el PSOE invente esa farsa de federalismo tiene voluntad de implantarlo, porque lo primero que es preciso para ello es proclamar la III República. Nunca se ha visto mayor disparate político y jurídico que el de una Monarquía Federal. Y ni siquiera Cayo Lara se lo dice.


Todo esto, y mucho más, como los más de trescientos trabajadores, mujeres, y militantes de la izquierda, asesinados por los fascistas entre 1925 y 1982, contuvo la tan elogiada Transición. Y Cayo Lara no sólo debería saberlo, sino que debería explicárselo a nuestros hijos y a nuestros nietos antes de que se embrutezcan totalmente con las enseñanzas oficiales, con la propaganda dominante de las televisiones en poder de las oligarquías. Cayo Lara tiene la responsabilidad de estar informado y de informar, porque para eso es dirigente de Izquierda Unida, y aunque ya no se llame Partido Comunista muchos camaradas están ahí, muchas mujeres y hombres de izquierda siguen entregando su esfuerzo para que este país no sea tan amnésico, tan cruel, tan indiferente, tan cainita con sus antepasados y con sus contemporáneos. Y las mujeres y los hombres de las clases explotadas no se merecen una explicación falsa y traicionera como la que precisamente está defendiendo la derecha, desde Rajoy a González. ¿No es una extraña casualidad?

Fueron los comunistas los que inventaron la autocrítica. Más exigentes que los que les habían precedido hasta entonces en las luchas políticas, decidieron no entregarse a la autocomplacencia de sentirse satisfechos con todo lo actuado. Tanto han sido críticos con ellos mismos que en ciertos momentos se han despedazado, y ahora, cuando ya ha llegado el momento de ajustar cuentas con el enemigo, ahora aceptan la tesis de éste y muestran que están padeciendo el síndrome de Estocolmo, como decía tan certeramente Carlos París.

Carlos París Amador (1925 - 2014)
Filósofo, escritor y columnista español; catedrático de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Valencia
entre 1960 y 1968; presidente del Ateneo de Madrid desde 1997 hasta 2014

Pero lo que nosotros, los resistentes, no podemos aceptar con resignación es que la Historia la escriban los enemigos y los conformistas. Porque nuestros antepasados, aquellos que dieron la libertad y la vida por evitar el triunfo fascista, se merecen que se reivindique su heroicidad, y también nuestros descendientes se merecen que les cuenten la auténtica historia, a los que de otra manera dejaremos en la ignorancia y el engaño para que sufran nuevas derrotas. Como también nosotros mismos, los que aún estamos vivos y sabemos lo que fue la interminable lucha contra la dictadura y más tarde contra la democracia, por tener un país digno que legarle a nuestros hijos, no nos merecemos tanta mentira.

Hasta la última gota de saliva, hasta el último resuello del aliento, hasta el último minuto de vida, debemos seguir gritando la verdad; esa que, como decía Antonio Gramsci, es siempre revolucionaria.

FUENTE: publico.es
La verdad es siempre revolucionaria
Lidia Falcón
01/01/2015




Carlos París tenía una cara de buena persona que asustaba a algunos.

Me queda el desconsuelo de no haber llegado a conocerlo personalmente. 

16/7/14

LA DICTADURA BOLIVARIANA

Televen, la emisora de televisión privada venezolana que se creó en el año 1988,  está emitiendo su programa diario de noticias, sucesos y debates sin que se haya interrumpido nunca en los últimos 15 años de gobiernos revolucionarios. Minuto a minuto, hora por hora, durante 24, nos explica la desgracia que supone para Venezuela ser gobernada por el Partido Socialista Unido y presidida por Nicolás Maduro. Únicamente una vez a la semana José Vicente Rangel, veterano periodista de izquierdas, tiene un programa donde entrevista a personajes del chavismo. Decenas de otras televisiones privadas siguen emitiendo cotidianamente tremendas críticas al Gobierno. Según lo que éstas aseguran, en el país no hay harina, ni aceite, ni azúcar, ni pan. No hay agua y no se puede cocinar por la falta de gas y la gente prácticamente vive en la Edad de Piedra, alumbrándose con velas y comiendo hierba.


Más de 115 periódicos se publican en papel en Venezuela, de ellos el 90% pertenece a empresas privadas que están indignadas con los planes de redistribuir la riqueza en el pueblo venezolano, que comenzaron a implantarse con el triunfo electoral de Hugo Chávez, y que así lo publican diariamente desde hace 15 años. Todos ellos dedican enormes páginas a informar de las violaciones de derechos humanos cometidas por el Gobierno del país, publican diariamente artículos de opinión, editoriales, entrevistas, chistes, viñetas, columnas, dedicados a acusar a todos los dirigentes chavistas de corruptos, ineptos, enchufados e ineficaces.

 
En 1998, cuando Chávez ganó sus primeras elecciones, existían 331 radios privadas, en 2010 eran 466. Las radios públicas son 250 y las comunitarias 243. En 1998 eran 32 las televisiones privadas, hoy alcanzan la cifra de 61, y entre ellas destacan Venevisión, Televén y Globovisión.

Frente a estas cifras de la presencia de medios de comunicación privados, en esta supuesta dictadura bolivariana, los españoles fuimos convenientemente informados del escándalo que supuso que a una de ellas, RCTV, no le fuera renovada la conexión pública y tuviera que verse reducida a emitir por cable. Era el ejemplo perfecto de la persecución de la libertad de expresión a que se dedica el chavismo.


Los gobiernos revolucionarios han permitido que todas las grandes empresas internacionales sigan operando en el país, con la excepción de hidrocarburos. En competencia con las operadoras de telefonía públicas Movilnet y Cantv, Digitel y Movistar siguen trabajando tranquilamente en el país. Y por supuesto La Polar, Nestlé, Coca-Cola, Philips y tantas otras que dominan el mercado de alimentos y nuevas tecnologías. Las consecuencias son que el abastecimiento de productos básicos se encuentra a merced de las directrices de las empresas que no suelen ser chavistas.


Igual que en el Chile que organizó el golpe contra Salvador Allende, la escasez de productos básicos se provoca por la estrategia de la burguesía para minar la credibilidad del Gobierno. La falta de papel higiénico se convirtió en el tema sacramental de las quejas de la clase media y burguesía, que en cambio tienen los centros comerciales privados llenos de ropa, zapatos, perfumes y joyas, artículos la mayoría de importación, para los que al parecer no faltan las divisas que no emplean en comprar papel higiénico.

Esos medios de comunicación, según ellos perseguidos por el Gobierno, se han dedicado durante los tres meses ininterrumpidos de protestas de las guarimbas a publicitar al mundo entero cómo la policía detenía a los manifestantes, según ellos pacíficos estudiantes.


Los disturbios se produjeron sólo en seis estados —de los 24 que tiene el país—, en los barrios ricos del 1% de los 355 municipios, todos de grandes ciudades, administradas por la oposición y en las urbanizaciones de clase media. Los “pacíficos” estudiantes, que sólo lo eran en un 20%, incendiaron edificios de centros de salud, escuelas, guarderías infantiles, universidades públicas, oficinas del Gobierno y negocios privados, y ponían alambres atados a los árboles para que peatones y motoristas fueran degollados. El saldo de los tres meses fue de 42 muertos, según cifras de la oposición, entre civiles y agentes del orden público. Esa misma prensa que se dice amordazada cuenta cada día que el Gobierno no respeta los derechos humanos porque después de haber detenido a 3.200 personas todavía hay 91 encarcelados, y que el sistema ha cometido la gran injusticia de detener a los acusados con sólo un acta policial, como si las detenciones, en todos los países democráticos occidentales, ejemplo de respeto a las normas constitucionales, no se practicaran mediante el mismo sistema: la denuncia policial.


Lo que no cuenta esa prensa objetiva y neutral es que la mayoría de esos muertos son chavistas, 10 eran funcionarios públicos; que únicamente el 7% de los detenidos recibieron medidas privativas de libertad y que 19 efectivos de las fuerzas de seguridad están procesados por excesos en las detenciones. Tampoco cuentan que entre los detenidos hay 58 extranjeros, mercenarios implicados en acciones terroristas, y uso de armas de fuego, comandadas por grupos de ultra derecha. Entre ellos, Gabriel Alejandro Reyes Beltrán que está reclamado por la INTERPOL a solicitud del Gobierno español por narcotráfico.

Indignado está el periódico El Universal porque a dos muchachos que fueron detenidos el juzgado los consideró inocentes y los dejó en libertad 33 días después. No sé si tras el juicio y la sentencia, porque en ese caso la rapidez de la Justicia venezolana supera en mucho a la española.


El caso evidente es que la mayoría de los culpables de los destrozos causados en el patrimonio público y privado, que ascienden a 15.000 millones de dólares, no han sido detenidos ni siquiera identificados. Y que los tribunales han puesto en libertad a más de 3.000 personas en sólo unos días.

Lo que resulta más penoso para esos medios de comunicación, sus propietarios y representantes, los políticos de la oposición, los empresarios que esconden los suministros y los alimentos, la oligarquía que durante dos siglos ha exprimido al pueblo y disfrutado de todos los tesoros del país es que a pesar de la escasez de algunos productos, de que a veces —y sólo a veces como he podido comprobar— se forman interminables colas, de que la propaganda antichavista llena las pantallas, las páginas impresas y las paredes de grafitis, carteles, dibujos y viñetas de varios metros de longitud, que nadie borra; el pueblo, el pueblo llano, ese que vive en los ranchitos, en los poblados, en los nuevos barrios construidos en los últimos años, que tiene que desplazarse en los autobuses llenos hasta los topes, que trabaja duramente para sacar adelante al país y disfruta de menos beneficios que los ejecutivos de las grandes empresas, no se ha lanzado a las calles de las ciudades, por millones, a manifestarse contra el Gobierno, como hizo para abortar el golpe de Estado contra Chávez en el 2002. Porque el pueblo venezolano sabe que únicamente la revolución bolivariana que ahora comienza, a pesar de todas sus dificultades, puede construir un nuevo país que le redima de su explotación secular. Y que ni esa oposición fascista, disfrazada de democrática, ni las promesas de la MUD, Mesa de Unidad Democrática, les darán nunca ni comida ni techo ni sanidad ni educación, como no lo hicieron nunca en más de medio siglo los partidos políticos de la derecha que se repartieron el poder.

 

Porque la “dictadura bolivariana” que tantos publicistas de la derecha aborrecen respeta la libertad de expresión de los medios de comunicación privados que son mayoría en el país, aguanta estoicamente los ataques, incluso armados, de los sicarios de la oligarquía, y es más  respetuosa con la empresa privada de lo que ésta se merece.

Deseo que no tenga que arrepentirse nunca de ello.

FUENTE: publico.es
La verdad siempre es revolucionaria
Lidia Falcón
14/07/2014

Hoy voy a hablar por boca de una amiga que viaja con cierta frecuencia a Venezuela y que tiene, entre la oligarquía venezolana, determinados familiares que se quejan a todas horas del régimen imperante.

Y ella, que es como es, escandalizada al verlos echar chispas de rabia por la situación del país, les espeta:

- ¿Pero cuándo han sido ustedes más ricos que ahora?