Trump y el Brexit son creación de un tipo de plutocracia. En EE.UU. la política ha mantenido importantes elementos plutocráticos durante algún tiempo a causa del modo en que el dinero influye en las elecciones. Esto proporcionó una enorme influencia a las finanzas en el Partido Demócrata y logró que los republicanos se obsesionaran con reducir los impuestos más altos. En comparación, en el Reino Unido la plutocracia ha sido casi inexistente y operaba principalmente a través de la financiación de los partidos y escaños en la Cámara de los Lores, aunque todavía estamos averiguando de dónde procedió el dinero de la campaña del Brexit.
Si nos centramos en lo que algunos llaman la vertiente de la demanda del populismo en vez de la vertiente de la oferta, no alcanzamos a ver a Trump y el Brexit como manifestaciones principalmente ligadas al poder plutocrático. El gobierno de Trump es la plutocracia personificada y, como sostiene Paul Pierson, su programa fundamental constituye una aceptación absoluta del programa tradicional de las elites económicas del Partido Republicano.
Los defensores del Brexit quieren convertir el Reino Unido en Singapur, un tipo de neoliberalismo que insiste en que los mercados deberían liberarse de las interferencias del gobierno, en lugar de liberalizar el trabajo para todos, y que el comercio debería librarse de reglamentaciones, en lugar de que las regulaciones se armonicen de modo que las empresas puedan comerciar libremente.
Asimismo es un error considerar que la plutocracia está diseñada para defender el capital. Una vez más esto debería ser obvio en los casos del Brexit y Trump. Es mejor para los intereses del capital tener fronteras abiertas a las mercancías y a la gente que crear barreras y levantar muros. Lo que una plutocracia hará es asegurarse de que se mantenga una elevada desigualdad, en un 1% o un 0,1% etc., e incluso que se incremente.
De hecho, muchos plutócratas amasaron su fortuna extrayendo grandes sumas de las empresas para las que habían trabajado, una riqueza que de otro modo habría ido a parar a los inversores en forma de dividendos. En este sentido son parásitos para el capital. Y esta plutocracia también se asegurará de que la movilidad social sea escasa para prolongar la pertenencia a la plutocracia: la movilidad social va pareja a la igualdad, como demuestran Wilkinson yPickett .
Asimismo es un error considerar que lo que está ocurriendo es el resultado de una especie de comité invisible del 1% (o 0,1%, etc.). Los intereses de los hermanos Koch no son necesariamente los intereses de Trump (no es casualidad que el primero quiera ayudar a comprar la revista Time). Los intereses de Arron Banks no son los de Lloyd Blankfein.
Richard Wilkinson y Kate Pickett
¿Qué tiene que ver esto con el neoliberalismo que se supone que es la cultura dominante de la derecha política? Es un error considerar el neoliberalismo como una ideología unificada. Puede que tenga un núcleo común respecto a la primacía del mercado, pero el modo de interpretarlo no es uniforme. ¿Los neoliberales están a favor o en contra del libre comercio? Al parecer ambas cosas.
Por el contrario, el neoliberalismo es un conjunto de ideas fundamentadas en una creencia común en el mercado que diferentes grupos han utilizado e interpretado en su beneficio, al tiempo que se han visto influenciados por la ideología.
Tanto los intereses como las ideas importan. Mientras algunos neoliberales ven en la competencia la característica más valiosa del capitalismo, otros buscarán contener la competencia para mantener el poder del monopolio. Los defensores del Brexit y la prensa que les apoya son neoliberales, del mismo modo que el gobierno de Cameron que derrocaron.
Creo que hay algo de verdad en el razonamiento, formulado por Philip E. Mirowski entre otros, de que la confianza en el neoliberalismo fácilmente puede implicar la creencia anti-intelectual de que la gente necesita ser convencida para que se someta totalmente al mercado. Ciertamente, aquellos que se sitúan en la derecha neoliberal son más fácilmente convencidos de que inviertan tiempo y esfuerzos en las artes oscuras de la interpretación parcial que los de izquierdas.
Pero sería ir demasiado lejos sugerir que todos los neoliberales son antidemócratas: el neoliberalismo es diverso y está dividido. Lo que argüía en mi post sobre la extralimitación neoliberal era que el neoliberalismo tal y como está formulado en el Reino Unido y EE.UU. había hecho posible que la plutocracia que vemos ahora tuviera un papel dominante.
Philip E. Mirowski
Al tratarse de una plutocracia desorganizada, los tipos de neoliberalismo que se impongan seguramente serán muy aleatorios, y dependerá mucho de quién posea las empresas de comunicación. Esto se traduce en una forma de política que en muchos sentidos es impredecible e irracional, con una tendencia omnipresente a la autocracia.
Esto es lo que estamos presenciando, ahora mismo, en el Reino Unido y EE.UU. No se trata de la política normal a la que están acostumbrados estos países, aunque sería más común en los regímenes cuasi-dictatoriales. Todos sabemos cómo la ley de reducción de impuestos republicana favorece casualmente a los magnates inmobiliarios que heredan su dinero como lo hizo Trump.
Cuando la política está a merced de los caprichos y proyectos absurdos de una pequeña minoría que solo se escucha a sí misma, que no se modifica en virtud de los controles y salvaguardias normales de una democracia activa, debería ser tratada por los medios imparciales como lo que es.
Si tratamos una plutocracia como si fuera una democracia, la democracia muere. No deberíamos dejarnos engañar con la idea de que esta plutocracia tiene el aspecto de política normal solo porque los plutócratas se hayan hecho con el principal partido de la derecha.
Una línea divisoria
Estamos muy cerca del punto en que el neoliberalismo se convierta en algo mucho peor. El Presidente de Estados Unidos está siguiendo una estrategia fascista de demonizar a una minoría religiosa. Si las investigaciones de Mueller continúan según lo previsto, pero es despedido y/o los republicanos bloquean cualquier intento de juicio político (impeachment), puede que hayamos pasado ese punto crítico. Si los defensores del Brexit logran romper con el acuerdo aduanero y el mercado único de la UE, puede que el Reino Unido no tenga otro sitio al que ir más que a los brazos de unos EE.UU. permanentemente republicanos.
Si hay una forma de escapar a este destino, y rescatar así la democracia tanto en el Reino Unido como en EE.UU., ha de incluir una derrota democrática de los partidos de derechas que permitieron que surgiera esta plutocracia, y que incluso alentaron y con la que llegaron a hacer tratos cuando se creía que aún la tenían bajo control. La derrota tiene que ser abrumadora y total. Aquellos que nos trajeron el Brexit y apoyaron o toleraron a Trump tienen que quedar desacreditados como los portadores del desastre. El control que ejercen sobre el Partido Republicano y el Partido Conservador debe acabar.
Únicamente esto permitirá que la izquierda, creo que tiene que ser la izquierda, acabe con un sistema en el que una parte de la plutocracia puede controlar hasta tal punto los medios de información.
Solo la izquierda tiene el valor para revertir radicalmente el poder y la riqueza del 1%. Me temo que el centro carecerá de la voluntad de hacerlo. A pesar de que el enfoque de Anthony Barnett es distinto al mío, plantea esta cuestión muy acertadamente aquí: si lo único que se pretende es detener el Brexit y a Trump y volver a lo que se considera normal, se está olvidando que lo que era normal es lo que ha dado lugar al Brexit y a Trump.
Esa afirmación hará que mucha gente sensata y razonable niegue con la cabeza, pero la alternativa no funciona. Derrotar o llevar a juicio a Trump y permitir que el Partido Republicano sobreviva en su forma actual de poco servirá porque continuarán manipulando y las noticias de la Fox seguirán corrompiendo las mentes.
El Partido Demócrata invertirá sus energías en tratar de subsanar el daño que ha causado Trump y el siguiente autócrata de las filas republicanas que llegue al poder porque habrán “limpiado la ciénaga” será más inteligente que Trump. En el Reino Unido, si el Partido Conservador sobrevive en su forma actual, sus envejecidos afiliados corren el peligro de elegir a más locos por el Brexit que superarán con creces la decreciente cantidad de diputados conservadores razonables.
La BBC, si es que sobrevive, se convertirá cada vez más en portavoz de una prensa dominada por plutócratas. (Por esta razón fallan los razonamientos que afirman que la prensa del Reino Unido está perdiendo poder a causa de la disminución del número de lectores. Si esta prensa domina las noticias de las cadenas, no necesita muchos lectores). En cualquier caso se habrá superado un momento crítico.
Sé por muchas conversaciones que he mantenido que existe un gran temor entre muchos líderes de la izquierda. En este punto el Reino Unido va por delante de EE. UU.. La historia en el Reino Unido era que la izquierda podría no ganar nunca, y era una historia plausible, sin embargo, sucesos recientes han arrojado muchas dudas. La misma historia se cuenta en EE. UU., pero también hay muchas razones para dudar. No hay razones para pensar que todos los desencantados que se creyeron las mentiras de los vendedores de humo no fueran a apoyar remedios radicales propuestos por la izquierda: la identidad y los medios son fuertes, pero es la economía la que dicta los cambios.
En el Reino Unido, actualmente, la historia parece mucho más elemental: que de alguna manera la izquierda amenaza la existencia del capitalismo y la democracia. En verdad es imposible que Corbyn pudiera persuadir al Partido Laborista para que abandonara el capitalismo democrático, del mismo modo que es imposible que Sanders o Warren pudieran hacer lo mismo en EE.UU.
De lo que estamos hablando es de revertir muchas de las consecuencias del neoliberalismo. Pero es difícil convencer a alguien, a través de la lógica, de que los fantasmas que ve no existen. En contraste con estos fantasmas de la izquierda, la dinámica de la plutocracia que he descrito es muy real y es necesario un cambio radical para poner fin a esta dinámica.
FUENTE: ctxt.es
Simon Wren-Lewis es profesor de Economía en la Universidad de Oxford.
Traducción de Paloma Farré.
Este artículo se publicó originalmente en Social Europe.
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