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11/1/18

LOS VENDEDORES DE HUMO (2ª PARTE)

La plutocracia


Trump y el Brexit son creación de un tipo de plutocracia. En EE.UU. la política ha mantenido importantes elementos plutocráticos durante algún tiempo a causa del modo en que el dinero influye en las elecciones. Esto proporcionó una enorme influencia a las finanzas en el Partido Demócrata y logró que los republicanos se obsesionaran con reducir los impuestos más altos. En comparación, en el Reino Unido la plutocracia ha sido casi inexistente y operaba principalmente a través de la financiación de los partidos y escaños en la Cámara de los Lores, aunque todavía estamos averiguando de dónde procedió el dinero de la campaña del Brexit.

Si nos centramos en lo que algunos llaman la vertiente de la demanda del populismo en vez de la vertiente de la oferta, no alcanzamos a ver a Trump y el Brexit como manifestaciones principalmente ligadas al poder plutocrático. El gobierno de Trump es la plutocracia personificada y, como sostiene Paul Pierson, su programa fundamental constituye una aceptación absoluta del programa tradicional de las elites económicas del Partido Republicano.

Los defensores del Brexit quieren convertir el Reino Unido en Singapur, un tipo de neoliberalismo que insiste en que los mercados deberían liberarse de las interferencias del gobierno, en lugar de liberalizar el trabajo para todos, y que el comercio debería librarse de reglamentaciones, en lugar de que las regulaciones se armonicen de modo que las empresas puedan comerciar libremente.

Skyline de Singapur

Asimismo es un error considerar que la plutocracia está diseñada para defender el capital. Una vez más esto debería ser obvio en los casos del Brexit y Trump. Es mejor para los intereses del capital tener fronteras abiertas a las mercancías y a la gente que crear barreras y levantar muros. Lo que una plutocracia hará es asegurarse de que se mantenga una elevada desigualdad, en un 1% o un 0,1% etc., e incluso que se incremente.

De hecho, muchos plutócratas amasaron su fortuna extrayendo grandes sumas de las empresas para las que habían trabajado, una riqueza que de otro modo habría ido a parar a los inversores en forma de dividendos. En este sentido son parásitos para el capital. Y esta plutocracia también se asegurará de que la movilidad social sea escasa para prolongar la pertenencia a la plutocracia: la movilidad social va pareja a la igualdad, como demuestran Wilkinson yPickett .

Asimismo es un error considerar que lo que está ocurriendo es el resultado de una especie de comité invisible del 1% (o 0,1%, etc.). Los intereses de los hermanos Koch no son necesariamente los intereses de Trump (no es casualidad que el primero quiera ayudar a comprar la revista Time). Los intereses de Arron Banks no son los de Lloyd Blankfein.

 
Richard Wilkinson y Kate Pickett

Estamos viendo cómo los magnates de los medios establecen alianzas con políticos, no solo para presionar a favor de sus intereses empresariales, sino también a favor de sus ideas políticas. Y en estas alianzas, a menudo, está claro quién depende de quién. Después de todo, la competitividad de los medios es escasa cuando hay montones de políticos.

¿Qué tiene que ver esto con el neoliberalismo que se supone que es la cultura dominante de la derecha política? Es un error considerar el neoliberalismo como una ideología unificada. Puede que tenga un núcleo común respecto a la primacía del mercado, pero el modo de interpretarlo no es uniforme. ¿Los neoliberales están a favor o en contra del libre comercio? Al parecer ambas cosas. 

Por el contrario, el neoliberalismo es un conjunto de ideas fundamentadas en una creencia común en el mercado que diferentes grupos han utilizado e interpretado en su beneficio, al tiempo que se han visto influenciados por la ideología.


Tanto los intereses como las ideas importan. Mientras algunos neoliberales ven en la competencia la característica más valiosa del capitalismo, otros buscarán contener la competencia para mantener el poder del monopolio. Los defensores del Brexit y la prensa que les apoya son neoliberales, del mismo modo que el gobierno de Cameron que derrocaron.

Creo que hay algo de verdad en el razonamiento, formulado por Philip E. Mirowski entre otros, de que la confianza en el neoliberalismo fácilmente puede implicar la creencia anti-intelectual de que la gente necesita ser convencida para que se someta totalmente al mercado. Ciertamente, aquellos que se sitúan en la derecha neoliberal son más fácilmente convencidos de que inviertan tiempo y esfuerzos en las artes oscuras de la interpretación parcial que los de izquierdas.

Pero sería ir demasiado lejos sugerir que todos los neoliberales son antidemócratas: el neoliberalismo es diverso y está dividido. Lo que argüía en mi post sobre la extralimitación neoliberal era que el neoliberalismo tal y como está formulado en el Reino Unido y EE.UU. había hecho posible que la plutocracia que vemos ahora tuviera un papel dominante.

Philip E. Mirowski

Al tratarse de una plutocracia desorganizada, los tipos de neoliberalismo que se impongan seguramente  serán muy aleatorios, y dependerá mucho de quién posea las empresas de comunicación. Esto se traduce en una forma de política que en muchos sentidos es impredecible e irracional, con una tendencia omnipresente a la autocracia. 

Esto es lo que estamos presenciando, ahora mismo, en el Reino Unido y EE.UU. No se trata de la política normal a la que están acostumbrados estos países, aunque sería más común en los regímenes cuasi-dictatoriales. Todos sabemos cómo la ley de reducción de impuestos republicana favorece casualmente a los magnates inmobiliarios que heredan su dinero como lo hizo Trump.

Esto es mera corrupción, promulgada de un modo corrupto. Que el presidente de los Estados Unidos retuiteara a un grupo británico de extrema derecha que animó a un individuo a asesinar a un diputado británico no es normal. Cuando los diputados que apoyan el Brexit responden al problema de la frontera irlandesa diciendo “no vamos a poner una”, no se debería aceptar como una respuesta admisible: debería ser motivo de risa por el disparate que es.


Cuando la política está a merced de los caprichos y proyectos absurdos de una pequeña minoría que solo se escucha a sí misma, que no se modifica en virtud de los controles y salvaguardias normales de una democracia activa, debería ser tratada por los medios imparciales como lo que es.

Si tratamos una plutocracia como si fuera una democracia, la democracia muere. No deberíamos dejarnos engañar con la idea de que esta plutocracia tiene el aspecto de política normal solo porque los plutócratas se hayan hecho con el principal partido de la derecha.

Una línea divisoria


Estamos muy cerca del punto en que el neoliberalismo se convierta en algo mucho peor. El Presidente de Estados Unidos está siguiendo una estrategia fascista de demonizar a una minoría religiosa. Si las investigaciones de Mueller continúan según lo previsto, pero es despedido y/o los republicanos bloquean cualquier intento de juicio político (impeachment), puede que hayamos pasado ese punto crítico. Si los defensores del Brexit logran romper con el acuerdo aduanero y el mercado único de la UE, puede que el Reino Unido no tenga otro sitio al que ir más que a los brazos de unos EE.UU. permanentemente republicanos.

Si hay una forma de escapar a este destino, y rescatar así la democracia tanto en el Reino Unido como en EE.UU., ha de incluir una derrota democrática de los partidos de derechas que permitieron que surgiera esta plutocracia, y que incluso alentaron y con la que llegaron a hacer tratos cuando se creía que aún la tenían bajo control. La derrota tiene que ser abrumadora y total. Aquellos que nos trajeron el Brexit y apoyaron o toleraron a Trump tienen que quedar desacreditados como los portadores del desastre. El control que ejercen sobre el Partido Republicano y el Partido Conservador debe acabar.

Únicamente esto permitirá que la izquierda, creo que tiene que ser la izquierda, acabe con un sistema en el que una parte de la plutocracia puede controlar hasta tal punto los medios de información.


En resumen, necesitamos sacar el dinero de la política para asegurarnos de que la democracia sobrevive. Darle a los periodistas la libertad de escribir o difundir una noticia cuando la ven, en lugar de cuando su empleador quiere que se vea.

¿Por qué la izquierda en lugar del centro? El centro se romperá la cabeza con lo que esto supone para la libertad de expresión o la libertad de prensa y, por consiguiente, no se conseguirá gran cosa (véase Leveson), como nada se consiguió con Clinton o Blair. Esto puede ser un tanto injusto para ambos líderes porque el peligro de la plutocracia quizá no era tan obvio por entonces y los medios eran más comedidos. Pero con el Brexit y Trump no hacen falta más pruebas. La izquierda debería ver más claramente cómo, en la práctica, esta libertad es en realidad la libertad de preservar una plutocracia.

Solo la izquierda tiene el valor para revertir radicalmente el poder y la riqueza del 1%. Me temo que el centro carecerá de la voluntad de hacerlo. A pesar de que el enfoque de Anthony Barnett es distinto al mío, plantea esta cuestión muy acertadamente aquí: si lo único que se pretende es detener el Brexit y a Trump y volver a lo que se considera normal, se está olvidando que lo que era normal es lo que ha dado lugar al Brexit y a Trump.


Esa afirmación hará que mucha gente sensata y razonable niegue con la cabeza, pero la alternativa no funciona. Derrotar o llevar a juicio a Trump y permitir que el Partido Republicano sobreviva en su forma actual de poco servirá porque continuarán manipulando y las noticias de la Fox seguirán corrompiendo las mentes. 

El Partido Demócrata invertirá sus energías en tratar de subsanar el daño que ha causado Trump y el siguiente autócrata de las filas republicanas que llegue al poder porque habrán “limpiado la ciénaga” será más inteligente que Trump. En el Reino Unido, si el Partido Conservador sobrevive en su forma actual, sus envejecidos afiliados corren el peligro de elegir a más locos por el Brexit que superarán con creces la decreciente cantidad de diputados conservadores razonables.

La BBC, si es que sobrevive, se convertirá cada vez más en portavoz de una prensa dominada por plutócratas. (Por esta razón fallan los razonamientos que afirman que la prensa del Reino Unido está perdiendo poder a causa de la disminución del número de lectores. Si esta prensa domina las noticias de las cadenas, no necesita muchos lectores). En cualquier caso se habrá superado un momento crítico.


Sé por muchas conversaciones que he mantenido que existe un gran temor entre muchos líderes de la izquierda. En este punto el Reino Unido va por delante de EE. UU.. La historia en el Reino Unido era que la izquierda podría no ganar nunca, y era una historia plausible, sin embargo, sucesos recientes han arrojado muchas dudas. La misma historia se cuenta en EE. UU., pero también hay muchas razones para dudar. No hay razones para pensar que todos los desencantados que se creyeron las mentiras de los vendedores de humo no fueran a apoyar remedios radicales propuestos por la izquierda: la identidad y los medios son fuertes, pero es la economía la que dicta los cambios.

En el Reino Unido, actualmente, la historia parece mucho más elemental: que de alguna manera la izquierda amenaza la existencia del capitalismo y la democracia. En verdad es imposible que Corbyn pudiera persuadir al Partido Laborista para que abandonara el capitalismo democrático, del mismo modo que es imposible que Sanders o Warren pudieran hacer lo mismo en EE.UU.

De lo que estamos hablando es de revertir muchas de las consecuencias del neoliberalismo. Pero es difícil convencer a alguien, a través de la lógica, de que los fantasmas que ve no existen. En contraste con estos fantasmas de la izquierda, la dinámica de la plutocracia que he descrito es muy real y es necesario un cambio radical para poner fin a esta dinámica.


FUENTE: ctxt.es
Simon Wren-Lewis es profesor de Economía en la Universidad de Oxford.
Traducción de Paloma Farré.
Este artículo se publicó originalmente en Social Europe.

15/6/17

EL FILÁNTROPO AMANCIO ORTEGA

Amancio Ortega

Con distintos argumentos, varias asociaciones para la defensa de la Sanidad pública han alzado la voz contra la donación de 320 millones de euros que ha hecho la Fundación de Amancio Ortega para la compra de equipos de diagnóstico y tratamiento del cáncer en hospitales del Sistema Nacional de Salud. Hay quienes han visto en el gesto un lavado de imagen del empresario y le han pedido que tribute más y done menos, quienes rechazan limosnas de millonarios de dudosa procedencia y exigen que sea el Estado quien aporte los recursos necesarios y hasta quienes han denunciado la penetración de la ideología neoliberal en el uso de la tecnología médica. Obviamente, tampoco han faltado los elogios y agradecimientos, algunos muy al borde de la petición formal de canonización para este santo varón de la moda prêt-à-porter.

La filantropía siempre nos ha parecido sospechosa y por eso tenemos grabado a fuego y con razón aquello de que nadie da duros a cuatro pesetas o, al menos, nadie se lo toma en serio, tal como demostró el artista Santiago Rusiñol a pie de calle y cartel en ristre. Nuestros ricos además se prodigan poco a la hora de llevarse la mano a la cartera, y luego está Hacienda, que es quien más desconfía del altruismo privado, y de ahí que las desgravaciones fiscales -un 25% para personas físicas y un 35% para las jurídicas- sean relativamente pequeñas en relación a otro países, donde el porcentaje sobrepasa el 60% e incluso llega al 100%.


Ortega ha construido un imperio del que recibe al año unos 1.000 millones de euros en dividendos y en vez de pisos, que eso es para rentistas de medio pelo, colecciona edificios. Su empresa Inditex a precios de hoy vale más de 113.000 millones, bastante más que Telefónica y el BBVA juntos. Da trabajo a más de 160.000 personas en todo el mundo y presume de que el tipo efectivo del Impuesto de Sociedades sobre sus beneficios es del 25% y representa más del 2% de toda la recaudación por ese tributo.

No faltan claro las sombras, las denuncias de trabajo esclavo, la más reciente en Brasil, resuelta tras un acuerdo con la fiscalía previo pago de 1,3 millones de euros, y las de ingeniería tributaria por su presencia en territorios offshore. Según los datos del Observatorio de Responsabilidad Corporativa, al menos 74 sociedades del grupo estarían radicadas en paraísos o “nichos” fiscales. A finales del pasado año Los Verdes en el Parlamento Europeo denunciaron que, con su optimización fiscal, el dueño de Zara habría eludido el pago de 585 millones de euros en impuestos usando sus filiales en Holanda, Irlanda y Suiza para declarar beneficios obtenidos en otros mercados. Inditex rechazó las acusaciones y afirmó que cumple escrupulosamente la normativa de los 93 mercados en los que opera. En España, las inspecciones de IVA y Sociedades a las que ha sido sometido por Hacienda siguen sin concretarse en sanciones.


Volviendo a la filantropía de nuestras grandes fortunas, lo extraño no son las donaciones en sí sino lo raquítico de estas aportaciones. Para Ortega, al que se atribuye una fortuna de más de 71.000 millones de euros que le sitúan en el podio de los megaricos del mundo, los 320 millones que ha entregado su fundación representan solo el 0,44% de su patrimonio y la comparación con otros de su especie le dejan muy malparado en lo que a desprendimiento se refiere.

Y sí, lo de Ortega es una limosna si se confronta con Bill Gates, que con 39 años fundó su fundación, que antes de los 50 abandonó la presidencia de Microsoft para dedicarse a ella y que destina 3.000 millones de dólares anuales en distintos programas de educación y salud, desde campañas de vacunación contra la polio, la malaria o el sida, a la promoción de nuevas formas de agricultura en África y América. O con Marck Zuckerberg, tras su anuncio de donar el 99% de sus acciones de Facebook –más de 40.000 millones de euros- para proyectos que hagan un mundo mejor para su hija.
 

A iniciativa de Gates y de Warren Buffett, en agosto de 2010 cuarenta forradísimos estadounidenses pusieron en marcha The Giving Pied (la promesa de dar) por la que se comprometían a donar, ya sea en vida o en el momento de su muerte, al menos el 50% de sus fortunas para fines benéficos. Del proyecto, al que ya se han adherido más de 125 multimillonarios, forman parte Paul Allen, cofundador de Microsoft, el también cofundador de Intel Gordon Moore, el exalcalde de Nueva York Michel Bloomberg, el magnate Ted Turner, el cineasta George Lucas, Pierre Omidyar, fundador de Ebay, o David Rockefeller, entre otros. Los fondos previstos alcanzan los 125.000 millones de dólares.

Los gestos de Ortega se agradecen pero no dejan de ser el síntoma de esa arraigada cultura de la caridad con los pobres al salir de misa y de la sopa caliente de la beneficencia. Dicen que las grandes donaciones se explican por el deseo de algunos plutócratas de devolver a la sociedad parte de lo que han recibido de ella. En el caso del dueño de Zara, cuyos estiramientos de portero de futbolín le hacen a veces entregar 20 millones a Cáritas o sufragar un polideportivo en su pueblo, y en el de nuestros ricos de cabecera en general la sociedad ha debido de ser muy cicatera. En nuestra tacañería llevamos la penitencia.


FUENTE: paublico.es
Tierra de nadie
Juan Carlos Escudier
08/06/2017

13/7/15

LOS DIEZ MÁS RICOS DE FRANCIA SUPERAN EL PIB DE GRECIA

La fortuna de las diez personas más ricas de Francia supera al PIB de Grecia


La revista económica 'Challenges' publica una clasificación de las diez personas más ricas de Francia.

La fortuna que acumulan los diez multimillonarios más acaudalados de Francia asciende a unos 194.400 millones de euros, una cantidad que supera los 179.081 millones de euros del producto interior bruto (PIB) de Grecia en 2014, según la clasificación publicada hoy por la revista económica "Challenges".

El primero de esa clasificación es el empresario Bernard Arnault y su familia, que controlan el grupo de productos de lujo LVMH (Louis Vuitton, Loewe, Givenchy, Kenzo, Guerlain, Bvlgari, Moët & Chandon, Dom Pérignon) y suman un patrimonio de 34.700 millones de euros.

Bernard Arnault, Delphine, Antoine y Alexandre.- AFP PHOTO / DOMINIQUE FAGET
Bernard Arnault, Delphine, Antoine y Alexandre

Le siguen la heredera del imperio de cosméticos L'Oréal, Liliane Bettencourt, cuya riqueza asciende a 30.900 millones de euros, y el empresario Axel Dumas, a la cabeza del grupo de lujo Hermès y de un patrimonio estimado de 24.100 millones de euros, según esa cabecera.

Liliane Bettencourt

En cuarta posición se sitúa el máximo responsable de la cadena de gran distribución Auchan (Alcampo), Gérard Mulliez, al que se le supone una fortuna de 23.000 millones de euros, por delante del industrial aeronáutico Serge Dassault, propietario del consorcio que fabrica los cazas Raffale y que lleva por nombre su apellido, con 17.500 millones de euros.

Gérard Mulliez

Serge Dassault

El presidente del operador de telecomunicaciones Numericable, Patrick Drahi, en sexta posición, es el único nuevo miembro del selecto club de las diez personas más ricas de Francia, con 16.700 millones de euros, por delante de los 16.500 millones de los hermanos Alain y Gérard Wertheimer, a la cabeza de la casa de alta costura Chanel en séptima posición.

Patrick Drahi

Alain y Gérard Wertheimer
 
De nuevo el lujo y la moda, esta vez bajo la insignia del grupo Kering, se colocan en octava posición de la mano de François-Henri Pinault, heredero del emporio que controla marcas como Gucci, Puma, Yves Saint Laurent, Balenciaga o Alexander McQueen y marido de la actriz mexicana Salma Hayek.

François-Henri Pinault

Le sigue en la posición número nueve el magnate Vincent Bolloré, propietario del homónimo grupo con intereses en el transporte y los medios de comunicación y criticado recientemente por su amago de suprimir los irreverentes "guiñoles" de Canal +.

Vincent Bolloré

Cierra los diez primeros puestos Xavier Niel, cerebro al frente del grupo Illiad, que en los últimos 15 años ha revolucionado el sector de las telecomunicaciones en Francia a través de las ofertas de bajo coste de su marca Free.

 Xavier Niel

Los "500 ricos" de Francia suman 460.000 millones de euros en patrimonio, es decir, cinco veces superior al que acumulaban en 1996, cuando "Challenges" publicó su primer índice, precisa la revista.


FUENTE: publico.es
Agencia EFE - París
09/07/2015