Luis y María*, a los que la puta crisis económica ha baqueteado más de lo debido, sin otra opción que ésta, acudieron a la playa capitalina con sus cuatro vástagos: Andrés, Bernardo, Carlos y Daniel*, de cuatro, cinco, seis y siete años respectivamente.
De inmediato observé que los nombres y edades de los niños formaban una sucesión matemática: 3A, 4B, 5C, 6D. Y como, a pesar de ser de Letras, me siguen subyugando los números, procedí a plantear la fórmula correspondiente:
3A+4B+5C+6D = L+A
Una estupidez como una casa por mi parte, pero una forma como otra cualquiera de matar el tiempo en una playa en la que las ráfagas de arena levantadas por el viento, me impedían leer.
En esas elucubraciones matématicas andaba, cuando escuché gritar al crío más activo y revoltoso de los cuatro:
- ¡Quiero comerme el sandwich ya!
A lo que su madre respondió:
- Aún son las 11. Cómete si quiere una bolsita de papas (chips) y bébete un batido de chocolate.
Obediente él, se comió las papas, se tomó el batido y volvió a gritar:
- ¡Quiero comerme el sandwich!
- Hasta la una (13 horas) no te toca -respondió su madre- Es para el almuerzo.
Y entonces comenzó a gritar a pleno pulmón:
- ¡No me dan de comer!... ¡Mis padres no me dan de comer!...
- ¡Muchacho, cállate! ¡Afrentoso! ¡Toma el sandiwch!, pero ten presente que cuando tus hermanos vayan a comerse los suyos, para ti no habrá.
Contento como unas pascuas por haberse salido con la suya, comenzó a hincarle el diente.
El padre, mientras tanto, con la mirada perdida en el horizonte, cabeceaba.
Fue entonces cuando se me ocurrió el título:
"El hijo jodedor".
(*) Los nombres los supe, al igual que las edades de los críos, aguzando el oído cuando otra familia que pasó junto a ellos se detuvo a saludarlos.
Citizen Plof
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