Vientos del pueblo mi llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta.
Los bueyes doblan la frente,
impotentemente mansa,
delante de los castigos:
los leones se levantan
y al mismo tiempo castigan
con su clamorosa zarpa.
No soy de un pueblo de bueyes
que soy de un pueblo que embarga
yacimientos de leones,
desfiladeros de águilas
y cordilleras de toros
con el orgullo del asta.
Nunca medraron los bueyes
en los páramos de España.
¿Quién habló de echar un yugo
sobre el cuello de esta raza?
¿Quién ha puesto al huracán
jamás ni yugos ni trabas,
ni quién al rayo detuvo
prisionero en una jaula?...
Miguel Hernández
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